En una votación muy reñida finalmente se determinó que Turquía irá a un balotaje en sus elecciones generales luego de que el presidente Recep Tayyip Erdogan y el candidato opositor Kemal Kilicdaroglu obtuvieron menos de la mitad de los votos necesarios. Esa era el principal objetivo para ambos si, efectivamente, tenían que ganar la primera vuelta y, de esta forma, se considera un traspié para el mandatario. Erdogan siempre fue reelecto siempre en los últimos 20 años sin tener que llegar al segundo turno electoral.
Con 96% del escrutinio, el conservador Erdogan, de 69 años, obtenía 49,1% de los sufragios, mientras que su rival, el socialdemócrata y laico Kilicdaroglu, de 74 años, 45,2%, según la agencia independiente ANKA. Para asegurarse la victoria en la primera vuelta, los candidatos necesitan al menos el 50% de los votos más uno. Las cifras aún pueden evolucionar, pero abren la vía a una segunda vuelta el 28 de mayo.
Vale decir, por otro lado, que una segunda vuelta es algo inédito en ese país de 85 millones de habitantes, que celebra este año los cien años de la fundación de su república. Por otro lado, el nacionalista Sinan Ogan quedó en tercer lugar con cerca del 5% de los votos: más de dos millones y medio de de ciudadanos votaron a su favor.
Con respecto al resto de las elecciones, también se eligieron 600 miembros de la Gran Asamblea Nacional (parlamento), por representación proporcional en 87 distritos electorales. Hace cinco años, en 2018, Erdogan había ganado la primera vuelta con más del 52,5% y, ahora, la Alianza Nacional de seis partidos que lidera Kilicdaroglu promete desmantelar la forma de Gobierno presidencialista votada por estrecho margen en un referendo en 2017 y hacer que el país vuelva a tener una forma de Gobierno parlamentaria.
En tanto, antes del cierre de urnas, Erdogan dijo que la votación estaba en marcha "sin ningún problema". Además instó a que los fiscales no se vayan hasta que se anuncie oficialmente el fin de los conteos y los resultados. Erdogan ha señalado como uno de sus grandes logros la modernización de Turquía a través de la construcción, en la que basó su éxito durante su primera década en el poder, desde que era primer ministro.
Sin embargo, el terremoto evidenció la corrupción de contratistas y autoridades, que otorgaron permisos de construcción que no cumplían las normas antisísmicas. El mandatario amplió la alianza política de su gobernante Partido Justicia y Desarrollo, o AKP, con dos partidos nacionalistas para incluir uno de izquierda y dos islamistas marginales.
En tanto, la alianza opositora dijo que va a restablecer la independencia del poder judicial y el banco central, instituir controles y equilibrios y revertir el retroceso democrático y la represión de la libertad de expresión y la disidencia bajo Erdogan. Turquía, país miembro de la OTAN, goza de una posición privilegiada entre Europa y Medio Oriente y es un actor diplomático importante.
Erdogan acusa a la oposición de cercanía con "terroristas", de ser "borrachos" y de defender los derechos LGBTQ, que según él son una amenaza para los valores familiares tradicionales.
Con información de Télam