A finales de junio, Iván Duque recibió un llamado telefónico de Joe Biden que fue muy comentado en Colombia ya que el presidente de los Estados Unidos tardó seis meses en levantar el teléfono para conversar con uno de sus principales aliados estratégicos en América Latina.
Por cierto, una conversación entre dos presidentes, puede motivar diversas lecturas y cada quien destaca lo que le parece más importante. Es así, que los sectores opositores a Duque resaltaron que Biden manifestara su apoyo al “derecho de la protesta pacífica” a dos meses de comenzado el Paro Nacional. Por el contrario, quienes apoyan al presidente minimizaron u ocultaron la frase que figura incluso en el comunicado oficial de la Casa Blanca.
Casualmente -o no- para la misma fecha la oficina de control antidrogas de Estados Unidos (ONDCP) informó que las áreas cultivadas de coca en Colombia se habían incrementado en un 15,6 por ciento y, como es sabido, esta coca luego se convierte en cocaína teniendo a Estados Unidos como principal destino. Hace décadas que el tema del “combate contra la droga” se ha convertido en eje central del vínculo entre ambos países; sin embargo, resalta la contradicción entre los dichos y los datos que suministran las fuentes oficiales como la propia embajada de Estados Unidos en Colombia. Mientras afirma que la producción de cocaína “se está estabilizando”, asegura que las hectáreas cultivadas entre 2008 y 2018 casi se duplicaron, lo que afecta a su país donde existen más de dos millones de usuarios de cocaína.
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El tema de los cultivos de coca y la producción de cocaína determinan gran parte de la política interna y externa de Colombia. En 1999 el presidente Pastrana lanzó su famoso “Plan Colombia” como un equivalente de un gran “Plan Marshall” que tenía al combate contra la droga como uno de los objetivos centrales y que dependía de manera directa de la ayuda financiera y militar que llegara de Washington.
Sin embargo, pasados más de veinte años desde 1999, el Plan Colombia ha sido un fracaso total aunque la realidad contrasta con los reiterados elogios que el Plan ha recibido de todos los presidentes de Colombia y Estados Unidos. La otra cara de la misma moneda es el fracaso de los diferentes gobiernos -tanto demócratas como republicanos- de controlar sus fronteras que es por donde ingresan toneladas de droga, y a quienes le cabe aquello de dejar de mirar la paja en el ojo ajeno.
A nadie se le escapa que Colombia es un pilar estratégico para la Casa Blanca en América del Sur ya que, junto a Perú, no fue gobernado en los últimos veinte años por un gobierno alineado con la llamada corriente progresista. El triunfo de José Pedro Castillo en Perú y las protestas masivas en Colombia han sacudido el tablero regional de tal manera que cuesta creer que Biden haya llamado solo para saludar.