“Hoy estoy bien. Creo que la denuncia me permitió sentir, por primera vez, que valía la pena estar viva”, comenzó a contar Micaela Reyna (33), quien recibió en su casa a este medio para compartir su historia, que durante tantos años guardó en silencio. “Ese silencio no me salvó, y hoy decido contar lo que viví. Ojalá le ayude a alguien”, afirmó. Un día de mayo del año 2004 parecía ser como cualquier otro para Micaela, quien entonces tenía 14 años de edad y se preparaba para salir de su casa para dar clases de catequesis en la parroquia San Francisco Javier, donde también era parte del coro de niños. Alrededor de las 15 horas, en plena tarde en el barrio porteño de Palermo, la adolescente salió de su hogar, pero no llegó a la iglesia. En el camino, fue interceptada por Mario Martín Daniel Aráoz (54), un empleado de seguridad que trabajaba en un depósito de la empresa Quilmes, ubicado en la calle Soler. Según relatan los registros judiciales a los que este medio accedió, Aráoz la llevó por la fuerza al interior de un galpón que se convirtió en escenario de un brutal ataque físico, sexual y psicológico.
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Micaela salió de allí 7 horas después, amenazada de muerte para no contar lo que le había sucedido. Caminó sola por un tiempo sin saber qué hacer, hasta que regresó a su casa, más calmada, y le explicó a su madre que los golpes visibles en su rostro habían sido producto de un accidente jugando al hockey. Luego, contó que arrojó su ropa a la basura, y se bañó durante un largo tiempo con lavandina.
“Mis padres se enteraron de lo que me pasó cuando declaré en el juzgado, en 2022. Fue muy duro para ellos. Yo jamás había podido poner en palabras todo lo que viví”, contó Reyna, sentada en un sillón en un living que irradia calidez y amabilidad. La habitación, decorada con un árbol de Navidad y luces brillantes, parece ajena a los recuerdos de los traumáticos episodios que continuarían marcando su vida.
En el mes de junio del 2004, Aráoz apareció en la casa de la familia Reyna. Al verlo desde la ventana, Micaela sintió que le faltaba el aire. Fue entonces que se enteró que Aráoz no había ido en su búsqueda, sino a ver a C. B., quien trabajaba como empleada doméstica en la casa: su abusador y la niñera mantenían una relación sentimental desde hacía al menos dos años. En esa oportunidad, mientras Aráoz y la niña esperaban a que C. B. se cambiara para salir, él volvió a violentarla para advertirle que tenía ahora la llave de su casa y que sería él quien decidiera todo lo que sucediera bajo ese techo.
“Él sabía que yo era la mayor de mis hermanos y se aprovechó de mi situación. Sabía que yo haría cualquier cosa para protegerlos”, mencionó Reyna.
Desde ese momento, y hasta el año 2007, en cada ocasión en que Aráoz concurría al domicilio de la denunciante, él la obligaba a mantener relaciones sexuales.
En ese mismo año, la niñera dejó de trabajar en la casa de Micaela con cama adentro, mudándose junto al denunciado. La buena relación de la familia Reyna con la mujer llevaba a que ella y sus hermanos fueran invitados a quedarse a dormir en su nuevo domicilio entre una y dos veces por semana. Si ella no iba, él “los agarraría a ellos”, y es por eso que la niña decidía exponerse a sí misma.
“Todavía lucho mucho con la culpa y la vergüenza. Era yo quien decidía volver, una y otra vez”, dijo una Micaela que hoy, con más de 30 años y siendo profesional de la salud, encuentra la empatía suficiente para detectar que “las chicas y chicos víctimas de abuso sexual no sólo hablan cuando pueden” sino también cuando se les dá el espacio: “Todavía me pregunto cómo hubiese sido esta historia si alguien me hubiese preguntado en serio cómo estaba, qué me pasaba”.
De hecho, Micaela hoy destaca el rol de una preceptora de su escuela que “se dio cuenta” y la mandó a hablar con sus padres, al igual que una maestra que denunció que Micaela llegaba golpeada a la escuela. La adolescente de entonces se enojó “muchísimo” con ellas; sin embargo, la Micaela adulta de hoy se los agradece “inmensamente”.
“Yo estaba con muy bajo peso (…) empecé tratamientos, tuve intentos de suicidio, pasaron los años y estuve en otra clínica internada, (…) y después cuando quise hacer la denuncia, me dijeron que no tenía pruebas para hacerla, así que no me la tomaron”, declaró Micaela ante la Justicia, a cuya transcripción este medio accedió con su previa habilitación.
Sin embargo, ella sí tenía pruebas, y eran irrefutables: “A los 15 años quedé embarazada y sufrí un aborto espontáneo, como era un caso raro porque podía convertirse en un cuadro cancerígeno, lo que expulsé lo dejaron en el Hospital Militar para estudiarlo”.
Micaela fue a retirar la muestra biológica -llamada mola hidroforme, una anomalía del embarazo en la que se forma una masa de quistes en lugar de un feto-, casi 10 años después y consultó si se le podía sacar ADN a fin de tener una prueba con la que acercarse a la Justicia, pero “sin prestarle mucha atención”, le dijeron que no. Aun así, Micaela guardó la muestra, con la esperanza de algún día probar lo que ella había sufrido.
“La guardé todos estos años, esperando el momento en que pudiera hablar. Y ahora la analizó el cuerpo médico forense y dio un casi 100% de compatibilidad con el ADN de él”.
La Justicia encontró culpable a Aráoz de los ultrajantes ataques sexuales perpetrados entre el 2004 y 2007, pero el delito prescribió. Asimismo, Micaela denunció también haber recibido amenazas desde el 2007 al 2022, a través de personas que la interceptaron en la calle para golpearla y tocarla, recordándole que no debía hablar, y diciéndole: “Te manda saludos Martín”.
Todo cambió cuando Micaela lo denunció en el 2022 y más aun este 2024, ya que su deseo se convirtió en realidad: estaba embarazada. El largo y arduo camino del juicio lo transitó con Simón en su vientre: “Fue tan difícil que estuve a punto de rendirme muchas veces. Me cuestionaba a mí misma para qué lo hice si yo ya no le tenía miedo. Para mí era normal que cada vez que llegara mi cumpleaños, él me mandara gente a golpearme. Pero volví a tener miedo. Miedo de no llegar a conocer a Simón. Así que él me dio las fuerzas para afrontar todo este proceso judicial”. Sin embargo, el denunciado sigue libre.
Efecto Fardin
El sistemático amedrentamiento de Aráoz a Micaela se interrumpió tras su denuncia. Aráoz se había fugado a la provincia de Tucumán tras haber robado en el año 2007, con arma de fuego, en el local gastronómico El Preferido de Palermo. Fue entonces que el juez Guillermo Rongo, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción 22, pidió su detención.
“A las 24 horas de mi denuncia, él ya estaba en prisión preventiva. Rongo actuó con mucha rapidez. Él creía que había tantas pruebas de los delitos que me ahorró ir a declarar nuevamente. Incluso, me brindó la representación jurídica de la Defensoría General de la Nación para que esté más respaldada”, destacó Reyna.
Posteriormente, Micaela transitó numerosas internaciones como consecuencia de padecimientos psíquicos que la llevaron a intentar quitarse la vida en más de una oportunidad, provocar autolesiones y sufrir, además, severos trastornos de la conducta alimenticia. Durante ese periodo, Micaela transitó tratamientos con distintos profesionales de la salud. Con uno de ellos, de profesión psiquiatra, había logrado contarle lo sucedido y él se comprometió a ayudarla para lograr, finalmente, efectuar una denuncia judicial. Sin embargo, el profesional falleció a mitad del tratamiento de la joven y esa posibilidad se truncó.
Luego de eso, Micaela, en la medida en que pudo, reiteró sus intentos para intentar llevar a conocimiento de la justicia estos hechos. Sin embargo, tanto personal policial como una abogada que consultó le refirieron que la causa no prosperaría.
“Nadie tuvo la paciencia de sentarse y escucharme en serio”, refirió Micaela, hasta que vio por televisión la denuncia pública que hizo la actriz Thelma Fardín contra el actor Juan Darthés por abuso sexual cuando ella era menor de edad. El caso de la actriz y el de Micaela eran muy similares y fue por eso que la empatía y la conmoción fue completa: “Después de su denuncia yo le escribí a Thelma. Ella me entendió, me acompañó y me contactó con la Lic. Laura Yacovino de la DOVIC (Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas, perteneciente al Ministerio Público Fiscal)”, quien le advirtió de las complejidades de su caso ante la Justicia, a lo que ella respondió: "Yo no denuncio ya por una condena, quiero hacer esto para tener un poco de paz mental, para intentar algún tipo de cierre".
El "efecto Fardín" iluminó no solo a Micaela, sino también a muchas otras mujeres. Tras su acusación pública, las denuncias por abuso sexual aumentaron un 1250% y, desde entonces, comenzaría a romper paulatinamente la oscuridad incomprendida y silenciosa en la que tantas víctimas de este delito se habían mantenido durante años.
Esto la llevaría también a Micaela a lograr su denuncia en el año 2022, formalizada ante la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM).
“La declaración me la tomaron en la UFEM para que yo no tenga que ir a otro lado donde por ahí no me cuiden de la misma manera. Laura estuvo presente conmigo. Ojalá todas las que denuncian tengan todo un sistema armado con el que yo tuve porque siento que facilitó mucho las cosas”, contó Reyna.
Micaela cuenta con doble patrocinio jurídico, es también representada también por el Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación, coordinado por el Dr. Pablo Rovatti e intervenido por la defensora pública coadyuvante, Clarisa Moreyra. Juntos presentaron un recurso de Casación para revocar la decisión del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 22, que dejó en libertad a Aráoz tras haber hecho lugar a la prescripción de la acción penal en su contra.
También, en diálogo con El Destape, Rovatti explicó por qué, como defensores de la víctima, solicitan que se revoque dicha sentencia: “El tribunal dice que le cree a la víctima respecto de las gravísimas violaciones que sufrió durante años, pero de manera contradictoria afirma que no le cree respecto de las amenazas coactivas”. “Esto nos parece muy grave y arbitrario porque se descree del testimonio de la víctima sin ninguna justificación, en un contexto donde prácticamente todo lo que ha dicho está corroborado por múltiples elementos de prueba externos a su propio relato”.
El letrado apoderado de Reyna también argumentó que existe un “error gravísimo” en la sentencia que afecta el tema de la prescripción: los hechos posteriores interrumpen el curso de la prescripción, de modo que ninguno de ellos estaría prescripto.
Por su parte, Clarisa Moreyra catalogó a esta causa como un “desafío jurídico”: “El caso de Micaela representa un problema general respecto al tiempo que necesitan las mujeres, niños, niñas y adolescentes para lograr denunciar abusos sexuales ante la Justicia. Es indispensable que en las próximas instancias, los jueces contemplen una perspectiva de género y de la niñez para analizar los tiempos de la prescripción de delitos”.
Negligencia judicial
Aráoz cuenta con numerosas denuncias por violencia de género y una causa por robo a mano armada. “Mi niñera lo denunció también. Cuando yo hablé, ella contó el infierno que vivía con él desde que se habían casado. Lo denunció. E incluso un día la policía lo enganchó a él amenazándola en la puerta de su casa con un arma en la mano”, relató Micaela. Como resultado, se lo llevaron detenido, pero al poco tiempo quedó en libertad. “De hecho, fueron a un juicio abreviado en el que él mismo se declaró culpable. El fiscal dijo que, como era su primer delito, le daba la suspensión a prueba y tenía que hacer una probation. Sin embargo, al tiempo intentó asesinar a Jaime Condori, jefe de bomberos de Tucumán. Pero todo quedó anulado”, contó la entrevistada. Y sentenció: “Si lo hubieran condenado en ese juicio, habría hecho diferencia en el nuestro, porque si en Tucumán le revocaban la suspensión a prueba, ya no corría la prescripción en nuestro caso. Hay pruebas de sobra. Es muy difícil pensar que algo o alguien no lo está favoreciendo en todo esto”.
Para Rovatti, “este caso evidencia cómo en distintas jurisdicciones del país la impunidad de la violencia de género es todavía la regla”.
“Este hombre, no conforme con violar durante años de las maneras más atroces a una adolescente indefensa, se escapó hacia Tucumán y en esa provincia siguió delinquiendo como si nada: golpeaba a sus parejas, las amenazaba, las humillaba. En una de las causas, el propio Aráoz firmó un acuerdo de juicio abreviado, pero la Justicia tucumana se olvidó de dictar sentencia y después “convirtió” de modo absolutamente irregular eso en una suspensión del juicio a prueba, que no conduce a un antecedente penal”, explicó el letrado, resaltando una “sospechosa” impunidad: “Lo mismo sucede con otro caso, que espera hace años para ser juzgado, pero el juicio no se hace. Me parece tan increíble como alarmante que este hombre, con el daño inconmensurable que ha hecho a todas las mujeres con las que se cruzó en la vida, esté en libertad e impune como si nada hubiera pasado”.
Al respecto, Micaela opinó que “llama la atención que él tenga tantas denuncias, todas inconclusas” y se pregunta si tiene algún tipo de arreglo o connivencia judicial. “Hubo un par de situaciones que demuestran que tiene sus contactos, como cuando yo estaba en una fiesta de 15 de una amiga en el Museo Histórico del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, ubicado en la avenida Luis María Campos 554 de CABA. Ahí terminé sufriendo un abuso sexual con acceso carnal por parte de un mozo que cuando terminó, me dijo ‘esto es un regalito de Martín’”, recordó Reyna. Y completó: “En esa época ya nada me sorprendía, excepto esto: siempre sabía dónde estaba yo, qué hacía, y que tuviera tantos contactos a quienes pudiera manejar de esa manera. El acceso ahí era solo para militares porque mi amiga tenía un familiar militar, y aún así lo logró”.
Prescripción de delitos
La reciente resolución judicial que absolvió a Mario Martín Daniel Aráoz pone en el centro del debate el instituto de la prescripción en los delitos sexuales hacia menores de edad.
La causa de Micaela Reyna prescribe a pesar de la Ley Piazza porque los jueces Néstor H. Nardiello, quien encabezó el voto mayoritario, acompañado por los jueces Rubén Paduczak y Claudia Cusmanich, interpretaron de manera restrictiva las normas y no aplicaron adecuadamente el espíritu de la legislación y los tratados internacionales que buscan proteger los derechos de las víctimas de abuso sexual infantil. En palabras de Clarisa Moreyra, “es necesario que los jueces analicen con perspectiva de género y de niñez para entender el tiempo que le toma a un niño o niña transitar esto que le toca vivir. No puede ser tomado como falta de interés en denunciar”.
Estos magistrados consideraron que el plazo de prescripción debía comenzar a contar desde que Micaela cumplió 18 años, a pesar de las evidentes secuelas psicológicas y el contexto de desamparo que marcaron su vida posterior al abuso. El estado de salud general de Micaela empeoró progresivamente desde el primer hecho narrado: padeció anorexia nerviosa, atravesó internaciones, ataques de pánico, pesadillas y atravesó diversas internaciones desde el año 2007 hasta la actualidad. Sufrió también síndromes depresivos, ataques de pánico, actitudes compulsivas, ideaciones suicidas, autolesiones y abuso de drogas. Asimismo, y hasta la fecha presenta fuertes sentimientos de culpa y vergüenza, estrés postraumático, intranquilidad constante, ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, aislamiento social y un cuadro depresivo.
Con todo esto, la interpretación de los jueces no tuvo en cuenta el principio del interés superior del niño, ni las condiciones excepcionales que vivió Micaela, como lo planteaba el recurso presentado en su defensa. Esto resultó en una decisión que, aunque ajustada a una lectura formal de la ley, dejó fuera la sensibilidad necesaria para comprender la complejidad de estos casos.
Más allá del tecnicismo jurídico, cada causa pone en juego la posibilidad de justicia para quienes han sido silenciados demasiado tiempo.
Al respecto, Pablo Rovatti agregó: “Sostenemos, en línea con la postura de varios jueces de la Cámara de Casación Nacional y Federal, que los abusos cometidos contra una adolescente en un contexto de extrema vulnerabilidad, que le impidió denunciar durante años, no pueden juzgarse con los mismos criterios que otros delitos. Más allá del régimen de prescripción, en nuestro país ya regía la Convención sobre los Derechos del Niño, que obliga a adoptar una perspectiva diferenciada”. Y sentenció: “Vamos a seguir luchando hasta el final para evitar que los responsables de estos delitos queden impunes”.
“La vergüenza tiene que cambiar de bando”
La frase pertenece a la mujer francesa Gisèle Pelicot, víctima de su marido -Dominique Pelicot- que durante diez años la drogó y habilitó a que sea abusada sexualmente por decenas de hombres.
No sólo Gisèle ganó el juicio y su marido fue condenado a 20 años de prisión, sino que también fue reconocida como una de las mujeres más influyentes del año por la revista Financial Times, en distinción a su valentía al denunciar públicamente y convertirse en un símbolo de la lucha contra la violencia de género.
De la misma manera, Thelma Fardín se convirtió en un símbolo de lucha y valentía que ayudó en público y en privado a muchas mujeres, tal como a Micaela Reyna.
Ambas historias, como tantas otras, tienen un punto de quiebre que hace cambiar de bando a la vergüenza: hablar.
“A los chicos y chicas que estén pasando algo similar a lo que me pasó a mí, quiero decirles primero que, sea lo que sea que les esté sucediendo, no es tu culpa. Él logró hacerme creer que lo que me pasaba era también mi responsabilidad; hoy sé que no”, aconsejó Micaela, ya con Simón en brazos, acompañando a su madre a terminar la entrevista.
“Si les pasa en un ambiente familiar y tienen a alguien de su confianza con quien hablar, háganlo. Si no, busquen ayuda fuera de la familia de un adulto, alguien de la escuela, el club, o donde sea. A veces contarle a un amigo de la misma edad no alcanza porque tal vez no tenga los recursos para poder ayudarlos. Está bien para sentirse acompañados, pero busquen a un mayor de edad”, continuó Reyna.
Y completó: “Donde uno no se siente cómodo es donde uno no debe quedarse, ni callarse. Sé que es difícil el lugar de víctima, porque nos da miedo que nos miren con pena. Nos da miedo el lugar de vulnerabilidad que te da la palabra ‘víctima’ pero en realidad más vulnerable que en el momento en que te pasó no estás nunca”.
Gisèle y Thelma fueron, como Micaela, “víctimas”. Pero este rótulo no las define. Romper el silencio conlleva valentía y esfuerzo, pero trae dignidad y recuperar lo que es propio.
“Yo sentía en un momento que él me había roto hasta lo más profundo de mi alma, que el daño no había sido sólo físico. Sentía que ya no había algo lindo en mi persona que me acerque de nuevo a mis amigos y me devuelva mi vida. Esto te va aislando y te va dejando en un lugar muy aislado y oscuro. Te hace creer que vos también sos una persona horrenda. Con los años descubrí que hay cosas que nadie te saca, como el ser una buena persona o hacer cosas por el otro”, compartió una Micaela que habla con firmeza, que “no busca victimizarse” sino contar su historia “también por las demás”. Que otra mujer como Thelma haya hablado en su momento la llevó a denunciar y cumplir su sueño de ser mamá. Le “salvó la vida”. Hoy Micaela compartió su historia y será la Thelma Fardin de alguien más, sumándose a un mensaje más que claro: la vergüenza tiene que cambiar de bando.
*Si sos víctima de violencia de género, comunicate con la línea gratuita 144 para denuncia, contención o asesoramiento desde cualquier lugar del país, de manera anónima, las 24 horas.
También podés comunicarte con la UFEM al +54 11 4338-4300, ubicada en Av. de Mayo 760, CABA.
Si vos o alguien que conocés está atravesando algún problema de salud mental, no dudes en comunicarte: 0800 999 0091, las 24 horas del día los 365 días del año.