Uno de cada 10 nuevos casos de diabetes tipo 2 se debería al consumo de bebidas azucaradas

No solo promueven la obesidad, sino que además tienen un impacto directo; la Argentina es uno de los mayores consumidores del mundo

09 de enero, 2025 | 00.05

Es sabido que los humanos nacemos con una predilección por el sabor dulce, un rasgo que probablemente desarrollamos a lo largo de la evolución y que nos atrae al primer alimento que ingerimos: la leche materna. Pero en la era de la comida rápida y los comestibles ultraprocesados, esa preferencia se convirtió en una verdadera adicción que conduce a un sinnúmero de patologías crónicas. Al largo catálogo de evidencias reunidas hasta el momento, ahora se suma un análisis realizado en 184 países del impacto de las bebidas azucaradas en la diabetes y la enfermedad cardiovascular. No es el primero, pero sí el más abarcador, ya que los anteriores se habían realizado mayormente en el hemisferio Norte. 

Los resultados no son precisamente tranquilizadores. De acuerdo con este estudio, que acaba de publicarse en Nature Medicine (https://www.nature.com/articles/s41591-024-03345-4), en 2020 el consumo de estas bebidas se asoció con 2,2 millones de casos de diabetes tipo 2 y 1,2 millones de casos de enfermedad cardiovascular (correspondientes al 9,8% y 3,1% del total de casos nuevos respectivamente), y es responsable de unas 340.000 muertes por año. Entre las zonas más afectadas se encuentran el África subsahariana y América Latina. 

En mujeres, el aumento de la obesidad entre 1990 y 2020 (gráfico en fucsia)

El estudio es impactante –dice Julio Montero, presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (Saota)–. América Latina es el continente más afectado, y entre los países sudamericanos, Colombia y la Argentina están entre los primeros. Aquí, el consumo de bebidas azucaradas está cerca de los 130 litros anuales por habitante, es uno de los más altos del mundo”.

Para Martin Silberman, director del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, si bien “no prueba causa y efecto (y está bien, porque es observacional, las estimaciones se basan en los mejores datos disponibles y suposiciones razonadas), el trabajo es importante para comparar diferentes años y muestra que junto con el aumento del consumo de bebidas azucaradas hay un crecimiento correlativo de diabetes y enfermedad cardiovascular”.

Es más: según este análisis, las bebidas azucaradas pueden ser un factor de riesgo independiente, más allá del aumento de peso, para las mencionadas enfermedades. Debido a su forma líquida, se consumen y digieren rápidamente, y resultan en menor saciedad y mayor ingesta calórica afirman los autores. Las altas dosis de glucosa rápidamente digerida también activan la insulina y otras vías reguladoras, que pueden resultar en producción de grasa visceral, y resistencia a la insulina del hígado y el músculo esquelético. Altas dosis de fructosa que se digiere con facilidad activan la síntesis de grasa hepática, lo que lleva a deposición de grasa ectópica [fuera de su lugar habitual] y disfunción metabólica.

En hombres, aumento de la obesidad entre 1990 y 2020 (gráfico en fucsia)

“Además de la cantidad de azúcar ingerida, también importa la forma en que ingresa al organismo  –explica Montero–. En forma líquida, sus efectos son diferentes respecto de las preparaciones sólidas. Esto nos está diciendo que el procesamiento de un nutriente modifica su efecto; de modo que debería ser un factor a considerar en materia de alimentación saludable”. 

“El principal impacto se da por la obesidad, pero también puede actuar de manera directa, porque el exceso de azúcar genera  inflamación –agrega desde Washington Fabio Da Silva Gomes, asesor regional en Nutrición y Actividad Física de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)–. Como es sabido, este proceso está más facilitado en las personas que tienen exceso de peso, porque existe una distorsión en nuestras células, en particular las que acumulan grasa, de tal manera que ya no pueden ‘capturar’ o recibir azúcar de la sangre para que podamos utilizarla”.

El estudio utilizó la Base de Datos de la Dieta Global financiada por la Fundación Bill y Melinda Gates, que registra los hábitos alimentarios en el mundo. Analizó cientos de trabajos que incluyeron encuestas realizadas en diferentes países, y luego se corrieron más de 1000 simulaciones para calcular en qué medida los casos nuevos de las enfermedades mencionadas se pueden atribuir al consumo de bebidas azucaradas.

“Este tipo de trabajos utiliza dos tipos de información –detalla Da Silva Gomes. Uno es el tamaño de la exposición al factor; en este caso, las bebidas endulzadas. El otro es su capacidad de matar y enfermar. La primera evidencia es simplemente tener la información de cuántas personas las están consumiendo y la otra parte se establece por análisis que pueden establecer causalidad. Lo que se hace es una combinación de evidencia causal con la proporción de la población que está expuesta. Es probable que la estimación que hacen los autores incluso sea conservadora, ya que no contabiliza, por ejemplo, los jugos, que sí son considerados y definidos por la OMS como bebidas azucaradas, las bebidas lácteas a las que se les agrega azúcar y otras, como té, café y mate”.

Entre los 30 países más poblados, la mayor tasa absoluta de nuevos casos de diabetes tipo 2 atribuibles a bebidas azucaradas corresponde a México, con 2007 casos por millón de personas adultas, seguido por Colombia, con 1.971 casos por millón.

Para enfermedad cardiovascular, las mayores cifras se registraron en Colombia, con 1.084 casos por millón de personas adultas, Sudáfrica, con 828 y México, con 721. América Latina y el Caribe tuvieron la mayor Incidencia de diabetes tipo 2 por esta causa: 1263 casos nuevos por millón (24,4%), y el Sudeste asiático y Asia Oriental, el nivel más bajo, con 119 nuevos casos por millón (3,1%).

Se estimó que las bebidas azucaradas causaban más casos de diabetes tipo 2 en hombres (10,1% del total de casos) que en mujeres (9,5%), y en personas con educación superior más que en adultos con menor nivel educativo. Esto ultimo los autores del estudio lo atribuyen a que en muchos países tomar estas bebidas es considerado un signo de status social. Sin embargo, en un análisis de Silberman y colegas todavía no publicado, se observa que en la Argentina el consumo aumenta a expensas de las clases bajas por la enorme cantidad de segundas y terceras marcas económicas disponibles; a veces, más que el agua potable.

En este momento, en la Argentina, los aceites vegetales y el azúcar superan el aporte calórico de la carne (Fuente: Martín Silberman)

Algo similar sucede en otros países de la región. “Con la difusión de distintas marcas con precios que las hacen asequibles, estas bebidas se expandieron en todas las categorías de ingreso de la población –subraya Da Silva Gomes–. El mercado de las bebidas azucaradas está muy dominado por las carbonatadas, que a su vez son dominadas por una gran compañía. Y el precio de éstas, sin rival en el mercado mundial,  se redujo progresivamente. Tenemos evidencia de que cada vez más no solo se expande la oferta y disponibilidad, sino que también se reduce el precio para que alcance a  distintos públicos. Por eso, este trabajo ofrece probablemente solo la punta del iceberg. El problema tal vez sea mayor y nos marca la urgencia de actuar”.

Aunque las compañías aducen que están haciendo una transición hacia edulcorantes no calóricos, para el funcionario de la OPS ésta tampoco sería una solución. “El año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó las directrices sobre el uso de edulcorantes no azucarados y desalienta su uso –comenta–. En el largo plazo, están asociados con varios tipos de enfermedades crónicas no transmisibles, inclusive la propia diabetes. Hay estudios de cohorte que observaron grandes poblaciones sometidas al consumo de esos edulcorantes por largos períodos y vieron aumento en el riesgo de varias enfermedades, por ejemplo, entre niños y mujeres embarazadas. Una de las cosas que se demostró es que tampoco se sostiene en el tiempo el impacto en la pérdida de peso que prometían con la sustitución del azúcar. ¿Qué significa eso? Que tenemos que reducir el dulzor en la alimentación. La industria nos pone ante una trampa: tenemos que usar azúcar o edulcorantes. Pero no es necesario que toda nuestra alimentación sea dulce. La recomendación es que reduzcamos el dulzor de la alimentación usando alimentos naturales mínimamente procesados y preparaciones culinarias que disminuyan el contenido de ambos, el azúcar y los edulcorantes”.

Para Montero, otro dato preocupante es que “las poblaciones más jóvenes son las que están siendo más afectadas, lo que marca un traslado epidemiológico de problemas de salud considerados propios de población añosa hacia edades más precoces. Así, aumenta la ventana de duración de la afección y el desarrollo de efectos adversos, lo que resulta en una población más enferma. Esto debería llevar a instrumentar políticas para la prevención y tratamiento de las enfermedades metabólicas de ‘la transición alimentaria’”.

A pesar de que el estudio menciona que el consumo de estas bebidas se está reduciendo en países del hemisferio Norte, Da Silva Gomes no es tan optimista. “Hay varias razones que pueden explicarlo –afirma–. Una es que el consumo epidémico de estas bebidas llega a un nivel tan alto que ya no puede subir más, entonces la única posibilidad que tiene es bajar. Además, la industria empieza a sustituir algunos de sus portafolios con bebidas de fruta o jugos que no se contabilizan como azúcar. Y de todos modos, es una reducción todavía en niveles altísimos. Eso explica también la agresividad de las compañías productoras en los países del Sur, donde su consumo está creciendo rápidamente”.

Como corolario, Silberman hace notar que en el trabajo no se incorporaron otros posibles daños a la salud relacionados con estas bebidas, como caries dental, y otros efectos de la adiposidad, como esteatosis hepática [hígado graso] o disfunción de la microbiota; por lo tanto, los hallazgos probablemente subestiman la carga sanitaria total de las bebidas azucaradas”.

Dariush Mozaffarian, director del Instituto Food is Medicine (El alimento es medicamento), de la Universidad Tufts, en los Estados Unidos, y uno de los líderes del trabajo dijo a The New York Times que espera que estos hallazgos aceleren los esfuerzos para controlar el consumo de estas bebidas, especialmente en los países más pobres cuyos sistemas de salud están peor equipados para tratar las enfermedades vinculadas con la alimentación