Yemen: la peor crisis humanitaria del mundo y la más ignorada

Hace 7 años que Arabia Saudita bombardea y bloquea al país más pobre del mundo árabe. No hay refugiados porque no pueden salir; no hay imágenes porque no hay prensa internacional; no hay suficiente ayuda porque no hay interés. 

21 de marzo, 2022 | 00.05

La invasión rusa a Ucrania desató una ola internacional de repudios al uso de la guerra como herramienta política, una ola de simpatía por los millones de refugiados que escaparon de la violencia y de solidaridad con la resistencia de una sociedad que se niega a ser ocupada. En medio de estas reacciones, la ONU y figuras internacionales intentaron aprovechar el momento político para recordarle al mundo que la peor crisis humanitaria del planeta sigue empeorando: los más de 30 millones de habitantes de Yemen siguen encerrados, con más de 17 millones al borde de la hambruna, y rehenes de una guerra lanzada por Arabia Saudita. Pero no parece haber tenido ningún efecto.

Yemen ya era el país más pobre del mundo árabe antes que comenzara la guerra en 2015 y venía de un pasado muy violento. En sólo 25 años, Yemen había sufrido una guerra civil, uno de los episodios más intensos de la llamada Primavera Árabe, un levantamiento armado separatista, una campaña de bombardeos de drones estadounidenses aún en curso y, ahora, este conflicto regional. Antes de que estallara la guerra interna y externa, el país importaba un 90% de los alimentos que sus ciudadanos consumían y prácticamente toda la energía que usaban. Todo ese comercio se terminó con el bloqueo que por aire, tierra y mar impone Arabia Saudita, y desde hace años la mayoría de la población depende directa y casi únicamente de la ayuda humanitaria que recibe de la ONU y de las pocas organizaciones internacionales que siguen presentes en el territorio. 

Ubicado en el sur de la Península Arábiga, al norte del Cuerno de África y en la estratégica ruta comercial que conecta el Mediterráneo con el Oceáno Índico, Yemen es parte de la zona de influencia de la mayor monarquía petrolera del Golfo Pérsico y aliado incondicional de Estados Unidos, Arabia Saudita. Su gobierno estaba alineado con la potencia vecina hasta que en marzo de 2015 un movimiento rebelde, los hutíes, cercanos a Irán, logró tomar la capital del país y gran parte del territorio. El entonces presidente Abdo Rabu Mansur Hadi huyó a Riad, la capital saudita, y le pidió apoyo a sus aliados.

 

En lo que el mundo leyó como una puja entre dos principales potencias islámicas de Medio Oriente -Arabia Saudita vs Irán-, una lectura no ajena a la que domina la guerra en Ucrania -Rusia vs OTAN o EEUU-, la monarquía petrolera forjó una coalición con sus aliados regionales y lanzó una campaña de bombardeos aéreos y un bloqueo total sobre su vecino. Desde entonces, el territorio yemení se convirtió en el campo de una compleja batalla en la que participan activamente también Emiratos Árabes Unidos, mercenarios de todas las latitudes -inclusive latinoamericanas- y milicias islamistas como las ramas locales de Al Qaeda y el Estado Islámico

Año tras año, la guerra se profundizó y la situación humanitaria empeoró. A finales de 2021, la ONU estimó que más de 377.000 personas murieron en lo que va del conflicto armado, aunque seguramente se trate de una cifra conservadora. El número, además, no solo refleja a las víctimas directas de la guerra, sino también a las indirectas por enfermedades y hambre. El 70% de los fallecidos eran menores de edad. 

Hubo intentos de mediación y hasta algunos preacuerdos, pero nada prosperó. Hubo picos de violencia que provocaron cierta atención internacional y presión para que Arabia Saudita detuviera los bombardeos y abriera las fronteras, pero ninguna iniciativa ni se acercó al rechazo internacional que enfrenta Rusia en la ONU o la lluvia de sanciones que le impusieron Estados Unidos y las potencias europeas.

También hubo promesas de ayuda humanitaria para la población yemení que, de vuelta, no puede escapar de los combates, las bombas y los atentados porque todo el país está bloqueado. Sin embargo, a fines del año pasado el Programa Mundial de Alimentos (PMA), un organismo clave de la ONU para las crisis humanitarias, informó que reducía su ayuda a los civiles de este país porque no había logrado recaudar el dinero que le había pedido a los Estados miembros de Naciones Unidas. 

"A partir de enero, 8 millones de personas recibirán una ración alimentaria reducida y 5 millones que están en riesgo de hambruna van a seguir recibiendo una ración completa", informó el organismo a finales de 2021. Esta semana, en medio de un mundo movilizado e impactado por la guerra en Ucrania, el PMA elevó de 13 a 17 millones los yemeníes que necesitan ayuda para sobrevivir y volvió a pedir plata: 4.300 millones de dólares

Pero ante la falta de liquidez de las pocas organizaciones humanitarias en el terreno y la crisis económica global, un informe de la semana pasada del PMA, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y la agencia para la niñez UNICEF estimó que la situación humanitaria empeorará aún más en Yemen en la segunda mitad de este año: más de 19 millones de personas necesitarán de ayuda externa para cubrir sus necesidades más básicas.

Bloqueada, con la infraestructura de sus servicios básicos destruida o en el mejor de los casos dañada, una economía derrumbada y con una ayuda internacional que mengua año a año a la par del desinterés internacional, el horizonte no podría ser más desesperante para los yemeníes. Los precios de los alimentos básicos se duplicaron en 2021, las remesas se frenaron debido a la parálisis mundial provocada por la pandemia de Covid-19 y los combustibles se volvieron un lujo.

Una situación que ya era dramática, empeoró y todo indica que empeorará aún más. Pero, lamentablemente, hay quienes siguen sosteniendo que no se veía una guerra tan terrible como la de Ucrania desde la Segunda Guerra Mundial.