En septiembre pasado, la confrontación entre Rusia y las potencias europeas ya era total por la guerra en Ucrania. Los europeos no paraban de ampliar las sanciones económicas y comerciales contra Moscú y este último respondía reduciendo aún más el suministro de energía. En ese contexto y con una creciente crisis energética en el bloque de fondo, dos explosiones dañaron al gasoducto Nord Stream 1 -que une Rusia con Alemania- y al 2, que se había construido para ampliar estas exportaciones de gas, aunque nunca llegó a entrar en funcionamiento por las sanciones. Ambas partes comenzaron a intercambiar acusaciones y, en noviembre, Suecia confirmó que se había tratado de "un sabotaje". Sin embargo, nunca quedó claro quién había estado detrás. Este miércoles, el reconocido periodista Seymour Hersh denunció que el Gobierno de Estados Unidos planeó y concretó el ataque. La Casa Blanca lo desmintió de inmediato.
"En junio pasado, los buzos de la Marina (de Estados Unidos), que operaban al amparo de unos ejercicios de la OTAN (...), conocidos como Baltops 22, colocaron los explosivos activados de forma remota que, tres meses después, destruyeron tres de los cuatro ramales de los gasoductos Nord Stream, según una fuente con conocimiento directo de la planificación operativa", escribió Hersch en su página web. El periodista es famoso por su trabajo de investigación desde la década de los sesenta. En 1970 ganó el premio Pulitzer tras revelar la masacre de My Lai a manos de una unidad militar del Ejército estadounidense durante la Guerra de Vietnam. A lo largo de las décadas siguientes, trabajó para algunos de los medios más importantes de Estados Unidos y denunció ataques y violaciones a los derechos humanos por parte de Estados Unidos, principalmente en el exterior.
En esta ocasión, Hersh denunció que un avión de la Marina noruega lanzó el pasado 26 de septiembre una boya hidroacústica que detonó los artefactos explosivos. Sin embargo, según su investigación, los preparativos para el sabotaje habrían sido coordinados por el asesor de Seguridad Nacional norteamericano Jake Sullivan, quien convocó a un equipo interinstitucional para desarrollar un plan, que incluyó, incluso, una escuela de buzos y un centro de operaciones en Panamá.
La supuesta decisión de sabotear los gasoductos se dio tras más de nueve meses de "debate altamente secreto" en el seno de la comunidad de seguridad nacional estadounidense, en el que se barajaron otras opciones para efectuar el sabotaje como la de usar un submarino, precisó Hersch.
Tras la publicación, Rusia reaccionó de inmediato. La vocera de la Cancillería rusa, Maria Zajarova, pidió a Washington comentar estos "hechos" a través de un mensaje en su canal de Telegram y, casi como una respuesta, la Casa Blanca lo hizo. "Esto es una ficción completamente falsa", dijo Adrienne Watson, vocera del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, según consignó la agencia de noticias rusa TASS.
Hersh sostuvo que habló con una fuente que conoció cómo se organizó el ataque y contó en detalle cómo se gestó el plan, primero, dentro del Gobierno de Joe Biden y, luego, se buscó la cooperación con sus pares noruegos, socios dentro de la OTAN. El periodista, además, enmarcó la decisión del presidente de Estados Unidos, en su determinación -esa sí pública- de boicotear la entrada en funcionamiento del Nord Stream 2, la apuesta del presidente ruso, Vladimir Putin, y la ahora ex canciller alemana Angela Merkel para profundizar el vínculo comercial estratégico entre las dos potencias, a través principalmente de la energía.
A Estados Unidos nunca le gustó la alianza energética entre Alemania, el motor de la Unión Europea y una socia dentro de la OTAN, y Rusia y nunca dudó en decirlo públicamente. El ex presidente Donald Trump, incluso, llegó a imponer sanciones a todas las empresas vinculadas con el proyecto de Nord Stream 2, una decisión que Biden revirtió, como gestó a Merkel, pero sin nunca apoyar realmente su puesta en marcha. De hecho, Hersh recordó en su artículo que ni bien comenzó la invasión rusa a Ucrania, el mandatario norteamericano dio por muerto ese gasoducto.
Siete meses después, a finales de septiembre pasado, cuando la crisis energética ya se empezaba a hacerse sentir en Europa y el nuevo Gobierno socialdemócrata de Alemania ya había cedido a las presiones de Washington para deshacer la alianza construida por Merkel, se detectaron en ellos cuatro escapes que liberaron decenas de miles de toneladas de metano. Las fugas se dieron en pleno mar Báltico, frente a la isla danesa de Bornholm, donde Hersh publicó que fue el ataque.
Un informe danés-sueco concluyó dos meses después que las fugas fueron causadas por explosiones submarinas correspondientes a cientos de kilogramos de explosivos. Dijo tener evidencia que había sido ua acción deliberada, pero no dio información sobre quién fue el responsable.
Después de varias semanas de tensión, el tema fue desapareciendo de los medios internacionales, pero la ruptura del vínculo energético entre Europa y Rusia avanzó aún más rápido, por ejemplo con la Unión Europea aprobando un recorte general para todo el bloque para prepararse para un cierre total de los gasoductos.