“¡Palestina Libre! ¡Paren las inversiones! ¡No nos vamos a detener!”, gritan miles de estudiantes en las puertas de la Universidad de Columbia, en Nueva York, reclamando que se envíe ayuda humanitaria a los palestinos asediados en Gaza por el ejército israelí y que se imponga de inmediato un cese del fuego.
Los jóvenes reaccionaron de inmediato a los ataques israelíes contra los civiles palestinos, pero ahora la indignación se ha multiplicado y las protestas se han expandido no sólo a más de 60 universidades dentro de los Estados Unidos sino incluso a la Sorbona de Francia; la UNAM de México; a las de Sídney, Camberra y Melbourne en Australia; la Goldsmith en el Reino Unido, y varias más.
El 7 de octubre pasado la organización armada Hamas invadió el sur de Israel y tomó 250 rehenes. El operativo dejó un saldo de 1.200 muertos. Como represalia el gobierno de Benjamin Netanyahu declaró el estado de guerra y ordenó una réplica feroz que aún continúa contra hospitales, escuelas, edificios residenciales, camiones de ayuda humanitaria y, en general, contra toda la población de la Franja de Gaza. Hoy el número de palestinos muertos es más de 35.000, el 75% de ellos son mujeres y niños: por eso los universitarios hablan de “genocidio”.
“La lucha de los estudiantes representa un hito histórico en un país donde hace más de 50 años no se daba semejante levantamiento de miles de jóvenes”, afirma a El Destape Anahí Rubin, psicóloga y periodista radicada en Nueva York. “Cada día hay más gente que los apoya: artistas, intelectuales, grupos barriales y comunitarios, sindicalistas, etcétera. Más de la mitad de la población norteamericana es contraria al genocidio israelí contra el pueblo de Gaza.”
El reclamo de los estudiantes a las autoridades es claro: piden que las universidades dejen de tener acuerdos con academias o empresas israelíes. En los campus de Princeton, Harvard, Yale, entre muchos otros, se leen carteles que acusan: “Esta universidad invierte en el genocidio palestino”.
En febrero, una veintena de estudiantes de la destacada Universidad de Brown (Providence, Rhode Island), una de las ocho que conforman la prestigiosa Ivy League, hicieron huelga de hambre durante una semana, inspirados en la forma de protesta que, en la década del '80, se realizaban para pedir el fin del sistema de “apartheid” en Sudáfrica. Las marchas, campamentos y toma de instituciones recuerdan también las manifestaciones de los jóvenes del Mayo Francés o de la década del '60 contra la guerra en Vietnam.
El primer resultado positivo de las movilizaciones se vio el pasado martes 30 de abril en la Universidad de Brown. Las autoridades aceptaron el pedido del alumnado y anunciaron que se comprometían a votar por la desinversión en empresas afiliadas a Israel. Los estudiantes desarmaron las carpas en el campus y se comprometieron a no realizar marchas hasta fines de mayo.
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La presidenta de Brown, Christina Paxson, explicó que “la devastación y la pérdida de vidas en el Medio Oriente han llevado a muchos a pedir un cambio significativo y a plantear formas reales sobre la mejor manera de lograrlo. Brown siempre se ha enorgullecido de resolver diferencias mediante el diálogo, el debate y escuchándose unos a otros”. Como parte del acuerdo, la universidad se comprometió a no expulsar ni suspender a estudiantes o miembros del personal docente por haber participado en la protesta.
Lamentablemente, hasta ahora, Brown es una excepción. En el resto de las instituciones hubo represión policial, detenidos, amenazas por las redes a los manifestantes, expulsiones y criminalización de la protesta señalando, falsamente que son violentas y antisemitas. Según los alumnos, hubo páginas web con los nombres de los que participaron en las protestas. A los estudiantes suspendidos los escoltaban hasta sus dormitorios para que retiraran sus cosas y les daban 15 minutos para irse de allí.
“En este momento en que estamos en el fin del semestre, a pocas semanas de la graduación, muchos compañeros corren el riesgo de no graduarse o de quedar con una mancha en su curriculum”, aseguró la estudiante española, Leyre Santos, a una periodista de su país que cubría las manifestaciones para la televisión. “No es verdad que hay agitadores externos. La narrativa de que no son alumnos, que son infiltrados, es una excusa. Está restringido el ingreso de los periodistas y la universidad está cerrada, ¿cómo es posible que haya infiltrados?”.
El temor del establishment de que la situación se desmadre se huele en el aire. Según explicó Anahí Rubin, el Congreso está estudiando medidas aún más represivas. “Otra situación que causa discusión en la sociedad es la aprobación en la Cámara baja de una ley contra el antisemitismo. Si el Senado la aprueba, las voces opuestas al genocidio de Israel quedarían acalladas. De ser aprobada, esta medida obligaría al Departamento de Educación a aplicar las leyes federales contra la discriminación. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU por su siglas en inglés) ha pedido a los legisladores oponerse al proyecto ya que podría coartar la libertad de expresión en todas las universidades de EEUU”.
La bronca estudiantil parece ser un termómetro de la crisis que vive la sociedad norteamericana y las tensiones que atraviesan este año electoral. “Creo que semejante atropello e injusticia contra el pueblo de Gaza envuelve también la disconformidad de millones de personas que quedan fuera del sistema, específicamente, los jóvenes”, analiza Anahí Rubin. “Hay 20 millones de estudiantes que tienen una deuda universitaria imposible de pagar. Se acercan las elecciones y no hay expectativas: los dos principales candidatos, Joseph Biden y Donald Trump, representan esencialmente lo mismo. El agotamiento del sistema generó que millones de personas que los poderes creían dormidos, estaban despiertos”.
¿Afectarán las protestas a Biden en un momento en que está empeñado en ganar el voto joven para obtener la reelección el próximo 5 de noviembre? En las elecciones pasadas, el 60% de los menores de 20 años lo votó, por eso el presidente trata de hacer equilibrio y evitar una catástrofe cada vez más probable. “Existe el derecho a protestar, pero no el derecho a provocar el caos”, dijo el jueves pasado desde la Casa Blanca después de la brutal represión que todo el país vio por TV.
Su rival republicano, entretanto, pide mano dura y llama a los manifestantes “radicales, salvajes y lunáticos”. Trump busca sacar rédito del conflicto y desprestigiar a su contendiente: “Biden no sabe cómo manejarlo, no sabe ni hablar, no sabe poner dos frases juntas, no sabe qué hacer y tenemos protestas por todas partes”, vociferó.
“Las autoridades de la universidad, el alcalde de Nueva York y el gobierno están del lado equivocado de la historia”, exclamó ante miles de sus compañeros un estudiante parado frente a la Universidad de Columbia. “Estamos tratando de cortar el ciclo interminable de la guerra. ¡Palestina libre! ¡Fuera Israel de Gaza y Cisjordania!”. Los demás estudiantes lo vivaron y siguieron marchando con garra y esperanza. ¿Habrá llegado un tiempo de cambios?