Desde que Donald Trump dejó el poder en enero de 2021 a esta parte, el mundo se reconfiguró aceleradamente: avanzaron las ultraderechas, se multiplicaron las guerras (hoy hay más conflictos bélicos abiertos que en la Segunda Guerra Mundial), Medio Oriente es una moneda al aire, los países europeos están sumidos en sus propias crisis -ecos de la guerra en Ucrania- mientras no se perfila un líder claro desde la salida de Angela Merkel en Alemania; China no crece como antes y Latinoamérica está cada vez de ser un bloque integrado con una voz fuerte en el escenario mundial. Pero esto no representa un problema para Trump, más bien lo contrario. El líder republicano tiene propuestas o afrentas según de quién se trate y, por ahora, ningún Gobierno o dirigente parece muy interesado en encabezar la oposición internacional al nuevo poder en Washington.
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Un rival conocido
Las primeras pistas que dio Trump sobre lo que será su política exterior estuvieron centradas en China, su otrora enemigo privilegiado a quien declaró, en el anterior mandato, la famosa guerra comercial. En esta versión recargada, el presidente electo de Estados Unidos adelantó que le aplicará aranceles que llegarán al 60% (durante su primer gobierno rondaban el 20%) y esgrimió como justificación que China no hizo lo suficiente para combatir el tráfico de fentanilo.
La reacción inmediata a la amenaza de Trump fue el ingreso masivo de productos chinos al país ante el temor de que sus palabras sean ciertas. Pero sucede que por la dependencia que tienen ambas economías, si el republicano avanza con aranceles los precios del mercado interno sufrirían un cimbronazo. “Un aumento de precios sería muy impopular”, advirtió ante El Destape el director del posgrado en Estudios sobre China en la Universidad Católica Argentina (UCA), Jorge Malena, y explicó que implicaría un inmediato traslado a precios y ello comprometería el esfuerzo que está haciendo Estados Unidos para reducir la inflación, una variable que fue determinante para el fracaso de Kamala Harris, la Vice del presidente saliente, Joe Biden.
A diferencia de cómo se encontraba durante el primer mandato de Trump y en parte como consecuencia de la pandemia, China asiste a un estancamiento económico que frena el crecimiento sostenido desde principios de siglo. Registra altas tasas de desempleo entre jóvenes y una caída del mercado inmobiliario, que había empujado al despegue económico.
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Pero sí mejoró su posición en América Latina y dejó aún más desdibujada la presencia estadounidense en la región. Desde el 2021 hasta el 2024, la relación económica de China con América Latina experimentó un aumento sostenido que pasó de 310 mil millones de dólares hasta los cerca de 500 mil. La potencia asiática también se convirtió en uno de los tres principales socios comerciales, inversor extranjero, prestamista, transferente de tecnología y constructor de infraestructura del 80% de los países latinoamericanos, apuntó Malena. Un símbolo de ello fue la inauguración rimbombante que hizo Xi Jinping con la presidenta peruana, Dina Boluarte, del puerto de Chancay que monopolizará el comercio de América Latina hacia Asia. En respuesta, el asesor del equipo de transición de Trump, Mauricio Claver-Carone, sugirió extender aranceles a cualquier producto que pase por el nuevo puerto.
Otro de los puntos desde donde Trump atacará a China será desde el Capitolio donde existen proyectos de ley para derogar el estatus de “relaciones comerciales normales permanentes” otorgado a China en 2001. Ante cualquiera de estas amenazas, Malena trazó las posibles respuestas que puede tomar China: por un lado, el aumento de aranceles a los productos estadounidenses o la restricción de sus propias, o una depreciación del yuan frente al dólar estadounidense y la reducción de los aranceles a productos provenientes de terceros países.
Europa, dispersa
A diferencia de lo que era un tiempo atrás, la unidad de los 27 países europeos parece estar más resquebrajada. Tomaron impulso los distintos partidos de ultraderecha y ampliaron sus bancas en el Parlamento Europeo. La guerra en Ucrania también incidió al poner a prueba varias economías. “Estoy preocupada y creo que tenemos que cuidar la libertad”, planteó como prioridad la ex canciller alemana, Angela Merkel, en una entrevista con El País que dio para promocionar el lanzamiento de sus memorias.
Lo que cambió desde su salida en 2021 es el dominio casi total de las redes sociales en todas las esferas de la vida privada y pública y una tendencia hacia los extremos. Hasta la propia Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) el partido de Merkel está dividido porque hay una mitad que se muestra dispuesta a gobernar en coalición con el partido nazi de ultraderecha Alternativa por Alemania (AfD) de cara a las elecciones del 25 de febrero. Francia también atraviesa un momento de mucha convulsión: el presidente francés Emmanuel Macron vive su ocaso al frente del Palacio del Elíseo y, tras ver el ascenso de la ultraderecha de Marine Le Pen y tener un parlamento acéfalo, ahora parece haber conseguido algo de estabilidad al nombrar a un centrista como primer ministro.
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“En el primer gobierno de Trump, Europa estuvo en tiempos ‘normales’. Predominaban los gobiernos esencialmente liberales y centristas. Si bien había cierta percepción de estar atravesando una crisis, predominaba cierta esperanza de volver a una normalidad. Hoy no existen tales ilusiones y hay un desafío ante los gobiernos autoritarios aún más fuerte”, opinó en diálogo con El Destape, Jochen Kleinschmidt, analista internacional de la Universidad Técnica de Dresde.
Pero ante los análisis que anticipan una colaboración entre la AfD y Trump, Kleinschmidt puso un manto de duda. “Trump no entiende a Alemania. Los últimos cuatro años, la AfD traficó una retórica antiamericana, anti Estados Unidos. Será difícil para ellos hacer el giro para cooperar con Trump. Es incompatible con la propuesta de Elon Musk, por ejemplo. Porque la AfD propone un nacionalismo clásico, étnico. Una república de alemanes rubios de ojos azules, mientras que Musk quiere el dominio político de empresarios globales. Eso es completamente incompatible”.
Hay otros que sin embargo sí tienen mejor sintonía como la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, y sus pares de Turquía y Eslovaquia: Viktor Orbán y Robert Fico, respectivamente. Sin embargo, no tienen mucha trascendencia, a excepción de la italiana. Orban, apuntó el analista alemán, tiene popularidad entre las bases trumpistas y diálogo con el ex asesor de campaña de Trump, Steve Bannon. “Pero Hungría es un país sin mucha incidencia en la vida europea, no ha tenido éxitos económicos, no tiene el peso económico para desarrollar su plan político y no tiene aliados poderosos fuera de Rusia”, sostuvo Kleinschmidt.
En continuidad con su política de máxima presión contra Irán, Trump seguirá en la misma línea y esta vez con un Medio Oriente más arrasado a causa de guerra entre Israel y Hamas, el desgaste de los líderes de Hezbollah y la debilidad de Irán a raíz de la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria y la atención de Rusia casi exclusivamente a Ucrania. “El hecho de que Hezbollah haya perdido la capacidad operativa en contra de Israel desde el Líbano y que los hutíes no sean tan efectivos en su confrontación con Israel y que las milicias chiíes iraquíes no hayan entrado directamente en la contienda demuestra que Irán ha perdido bastante influencia en la región o bastante capacidad de confrontar a Israel directa o indirectamente a través de sus proxys en lo que se conoce como el ‘Eje de la resistencia’”, consideró el profesor de la Universidad de Qatar Luciano Zaccara en conversación con DW Español.
Otro de los esfuerzos que hará Estados Unidos será tratar de cerrar finalmente un acuerdo de paz y normalizar las relaciones entre Arabia Saudita e Israel, sus dos principales aliados en Medio Oriente. La semana pasada, el jefe de la diplomacia saliente Antony Blinken declaró que un acuerdo de normalización entre ambos países sigue siendo “la mejor forma de fomentar la paz entre israelíes y palestinos”.
Trump hace saltar a los líderes de América
América Latina está lejos de ser aquel bloque unido que le hacía frente al imperialismo norteamericano, como la foto que dejó la Cumbre de las Américas en 29005 en Mar del Plata. “La región está fragmentada”, describió el investigador del Conicet y especialista en política exterior argentina y latinoamericana, Alejandro Frenkel, en diálogo con este portal. Los presidentes de Brasil, Colombia y Chile forman un eje en alguna medida pero “hay que ver hasta qué punto”, matizó.
Como sucedió en el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva con su entonces par estadounidense George W. Bush, Frenkel apuesta a que el brasileño adopte una “posición moderada”, de “cooperación” en algunos temas como la nominación del secretario general de la OEA. Pero sí -aclaró- va a asumir una “reivindicación” de los principios tradicionales de la política exterior latinoamericana como la no injerencia en Venezuela y una posición similar respecto a Panamá, luego que Trump dijera que quiere recuperar el Canal de Panamá. También tendrá un contrapunto con el republicano en temas decisivos como Ucrania -impulsa una negociación- y Venezuela. “Me parece que Lula se va a posicionar en ese aspecto para tratar de contrarrestar la injerencia de Trump en América latina, es decir, no va a haber un intento de confrontación”, opinó el analista.
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Otro posible punto de tensión podría ser una disputa entre Brasil, Musk y ahora Mark Zuckerberg por la regulación de las redes sociales. “Probablemente Brasil intente posicionarse de forma contraria a la desregulación del mundo tecnológico”, anotó Frenkel.
Sobre México, a quien Trump también amenazó con aranceles, la propia presidenta Claudia Sheinbaum apostó a que “prevalecerá el diálogo” en un mensaje en la celebración por los 100 días de Gobierno. Ambas economías están muy vinculadas y cualquier desajuste en la relación comercial podría generar un descalabro económico que a Trump no le conviene. “Me parece que son herramientas para forzar algún tipo de negociación”, definió Frenkel. En materia migratoria, en tanto, es probable que Sheinbaum continúe la línea trazada por Andrés Manuel López Obrador, de alineamiento con varias de las demandas de Estados Unidos.
Otro de los blancos elegido por Trump para sus ataques es Canadá, otro país que está atravesando un momento político difícil luego de la renuncia del primer ministro liberal, Justin Trudeau, tras 9 años en el poder. Al decir que es conveniente eliminar las fronteras entre ambos países y que Canadá debería "fusionarse" con Washington, Trump promovió la unión entre el Partido Conservador y el Liberal dado que ambos enfatizaron que su país jamás será parte de Estados Unidos.
Como sucede con México, la economía de Canadá está fuertemente vinculada a la estadounidense, por lo que una ruptura parece muy poco posible en el futuro. De hecho, en un mundo cada vez más polarizado por el meteórico ascenso de China y sus aspiraciones globales, para muchos de los tradicionales aliados de Estados Unidos es difícil imaginarse la construcción de una tercera vía que se diferencie de Washington al mismo tiempo que no se acercan demasiado a Beijing.