En un contexto recesivo y de fuerte pérdida de poder adquisitivo, donde los hogares deben escoger qué dejar de comprar, la vitivinicultura fue de las más afectadas, con una baja en la venta promedio del 25 por ciento, llegando al 30 en algunos vinos en particulares. “Fue una caída generalizada, que también se tradujo en rango de precios, donde se baja en la calidad del producto. De lo producido, el 70 por ciento se consume en el país, pero, ante un año en el que se espera una fuerte retracción del mercado interno, la apuesta es compensarlo con la exportación, señala Mario González, presidente de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), en una entrevista brindada a este medio.
El directivo consiguió el apoyo de algunos legisladores para evitar que se apliquen retenciones a esta producción regional, tal como se estableció en el proyecto original de ley ómnibus del gobierno de Javier Milei. Además, no apoya la dolarización, porque impacta en los costos de producción, pero insistió en la necesidad de un tipo de cambio único y competitivo.
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En medio del tratamiento en Diputados del llamado “Proyecto de Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, miembros del Directorio de COVIAR se habían reunido con legisladores nacionales de las provincias vitivinícolas, para dialogar y manifestar su preocupación frente a la posible aplicación de derechos de exportación al sector y su impacto negativo para toda la cadena vitivinícola argentina. Se trataba del artículo 205, mediante el cual se proponía fijar en un 8 por ciento la alícuota de derecho de exportación “para todas las mercaderías correspondientes al complejo vitivinícola”.
- ¿Cuál es la situación del sector?
- El sector viene de un año complicado, como fue el 2023, producto de una baja en la cosecha generó la helada tardía que tuvimos en noviembre del 2022. Eso derivó en cerrar el año con la cosecha más baja de los últimos 50 años. Eso hizo que empecemos el 2024 con muchas dificultades y, si a esto le sumamos que había la posibilidad de que se apliquen derechos de exportación del 15 por ciento -que luego se intentó bajar al 8 por ciento-, nos quita toda competitividad. De hecho, ya la crisis se está notando. Tuvimos retracción en el mercado externo y ahora una retracción fuerte en el mercado interno con algunos productos de más del 30 por ciento y, en general, del 25 por ciento.
- ¿Con la devaluación no se compensaba la aplicación de alguna alícuota de retención?
- Este es un rubro en el que existe una competencia muy fuerte en el mundo. Tenemos muy buena calidad y muy buenas condiciones, pero lo cierto es que competimos con países de primer nivel y con costos mucho más bajos que los nuestros, con lo cual un costo adicional nos saca del mercado. Fuimos escuchados por muchos legisladores con quienes nos reunimos y se terminaron sacando ese capítulo. Es una economía regional como la nuestra soportaría ese castigo. Somos la actividad que mayor valor agregado genera y emplea mano de obra por hectárea; y esta diseminada por un montón de pueblos del Interior. Generamos 150.000 puestos directos de trabajo. Además tenemos muchos insumos y componentes que son importados, por ejemplo el vidrio, el corcho y las etiquetas, tapones, cápsulas, barricas, entre otros, que vienen desde el exterior. Por lo tanto, no siempre la devaluación implica una ventaja diferencial en el exterior, sino que está muy influenciado por costos internos, los cuales van acompañando las devaluaciones. Y los productos de origen nacional lo toman de referencia y van readecuando el precio.
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- ¿Entonces no se vieron favorecidos por la devaluación?
- Lo que para nosotros es importante es poder achicar la brecha cambiaria para anticipar hacia dónde vamos. En la ecuación la devaluación no cambia, incluso desde el punto de vista conceptual. Uno puede aplicar retenciones donde no hay valor agregado, donde solamente es la extracción y se va todo afuera. Pero no en la vitivinicultura, en donde hay lugares en que se extrae agua a 150 metros de profundidad. Es una gran generadora de mano de obra y con los costos está muy fino. Más del 60 por ciento del costo son impuestos naturales, desde los municipales, provinciales y nacionales. Además, la vitivinicultura es una de las actividades más fiscalizadas, en donde cada kilo de uva tiene una trazabilidad que realiza por el Instituto Nacional de Vitivinicultura y luego el vino que sale para libre circulación. Con lo cual el 100 por ciento esta fiscalizado. El otro análisis es la recaudación (80 millones de dólares) que al país no le cambiaba nada.
- ¿Cómo está compuesta la cadena del sector?
- El sector se divide en actividad primaria e industrial. La parte primaria está compuesta por 17.000 productores con un promedio de 10/12 hectáreas. En ese universo hay miles de productores con menos de 2 hectáreas, aunque hay un puñado de grandes con más de 100 hectáreas de producción. Estos están distribuidos en San Juan, Mendoza y La Rioja. Pero también están Salta, Catamarca y Tucumán. Y en los últimos años, provincias más nuevas en el mercado como Buenos Aires, Entre Ríos y La Pampa, por ejemplo. Luego están los establecimientos bodegueros – bodegas pequeñas, que producen pero no fraccionan—y los grandes establecimientos.
-¿Le sirve al sector una dolarización de la economía, pensando en que la apuesta será la exportación?
- No. Lo más importante es tener un tipo de cambio único y competitivo y que no tengamos distintas cotizaciones que compliquen la ecuación de costos para todas las actividades. Después, la forma en cómo se utilicen otros tipos referenciales de la moneda.
- ¿Cómo vienen con el tema de las autorizaciones importaciones?
- Si, se está cumpliendo por ahora. Los fondos llegan a las 24 o 48 horas de las autorizaciones. Va muy despacio y había mucho un acumulado.
- ¿Cuánto se exporta?
- De lo que producimos, el 70 por ciento va al mercado interno y 30 por ciento al externo.
- ¿En el actual contexto, puede cambiar esa ecuación?
- Argentina tiene mucho potencial para avanzar en las exportaciones, el mercado interno lo vemos muy complicado con la fuerte recesión que estamos viviendo, con pérdida de poder adquisitivo de los hogares.
- ¿Cuáles fueron los primeros efectos de esa recesión?
- El vino es uno de los primeros productos que se deja de comprar y eso impacta rápidamente. Por eso estamos pensando en ganar terreno en la exportación; así la pérdida del mercado interno se compensa con el externo. Aunque sea en este primer año. De todos modos, el plan estratégico de COVIAR, el mercado externo no es tan importante como el interno. Porque es parte de nuestra cultura y tradición. La caída fue generalizada, pero también se tradujo en el rango de precios en donde se baja en la calidad del producto.
- ¿Cuál es la expectativa de exportación con el actual tipo de cambio?
- Esperando un escenario de recesión, todo está apuntado a exportar. La situación del mercado externo no es como cualquier otro producto, y mucho menos un commodity, donde uno puede resolverlo solamente ingresando una bolsa de cereales en chicago y decidiendo si se vende o no. Con el vino es botella por botella o caja por caja. Y si hay confianza y el producto es bueno se puede transformar en un contenedor. Y así cliente por cliente. Con lo cual la recuperación no es brutal y rápida por más que se incremente el tipo de cambio. Primero, hay que volver a recuperar lo que se perdió. No es un camino fácil o que se puede resolver por teléfono. En ese lugar además no es que no hay nadie, tenemos competencia de España, Italia y Holanda. De todos modos, exportamos a más de 130 países.