Tocando fondo

Según coinciden los informes de distintas consultoras económicas, mayo cerró con una suba de precios en torno al 5 por ciento. Sin embargo, en principio, no parece haber ninguna recuperación en V a la vista.

02 de junio, 2024 | 00.05

Los Estados a través del Gasto y la Inversión conducen el ciclo económico. Lo pueden hacer vía la participación directa en la producción o financiándola a través de contratos. El caso paradigmático de la segunda opción es la economía estadounidense, en la que cuando aumenta el desempleo por sobre los deseos de contener la inflación, el sector público aumenta los contratos del área de Defensa y hace crecer el PIB. Lo que se quiere decir es que, aunque por distintas vías, conducir el ciclo económico es el objetivo normal de las políticas económicas.

La administración de La Libertad Avanza, por ejemplo, estableció como objetivo principal de su política bajar la inflación. Para hacerlo conduce el ciclo induciendo una hiperrecesión. El objetivo teórico es, en el camino, corregir los precios relativos para, una vez conseguida la estabilización, volver a arrancar la producción. No es una novedad, es la secuencia prometida por todos los procesos de ajuste estructural, los que pueden tener mayores o menores niveles de transferencias intersectoriales de recursos y distinta velocidad y violencia. Y un dato más, los ajustes pueden ser voluntarios o no, resultado de la decisión política o de las fuerzas del mercado.

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Sigamos, luego del shock devaluatorio de partida y el ajuste violento del Gasto sucedió lo esperado: la economía real paró en seco y, tras el salto inicial, la inflación inició un ciclo descendente. Según coinciden los informes de distintas consultoras económicas, mayo cerró con una suba de precios en torno al 5 por ciento. Se puede afirmar que esta inflación sigue siendo muy alta, pero es innegable que continúa una línea descendente a pesar del salto en la cotización del dólar del último tercio del mes. 

En paralelo, según las consultoras de opinión pública, en lo que va del nuevo gobierno la preocupación social pasó de la inflación a la inseguridad laboral, un resultado esperable si la inflación baja, pero la actividad se desploma. Sin embargo, aunque se trata de un proceso social doloroso para quienes perdieron poder adquisitivo, la tendencia a la baja de la inflación compensa por ahora el mal humor social y mantiene viva la esperanza en la llegada de tiempos venturosos. El apoyo de la población al Presidente se mantiene prácticamente intacto y en niveles todavía muy altos, similares al apoyo conseguido en el balotaje. A pesar de la violencia del ajuste, la esperanza le gana a la desesperación. Debe considerarse que la nueva administración recién empieza, todavía no cumplió medio año, aunque puedan parecer mil. De todas maneras, la secuencia demanda continuidad, es decir que la inflación siga bajando y que la producción se recupere.

Regresando a la conducción del ciclo y las dos variables en danza, precios y actividad, las preguntas emergentes son si los precios se estabilizarán a la baja y si la caída de la actividad se detendrá. De la primera puede decirse que es posible que se estabilice en los niveles actuales. El ciclo comercial del agro está por comenzar y si bien la liquidación de divisas en lo que va del año es relativamente baja en comparación con años anteriores, es posible que el alza de los dólares financieros funcione como incentivo para liquidar, lo que sería una fuente de estabilidad para los próximos meses. No obstante, como se espera que continúe el aumento de los precios regulados, es posible que el IPC se mantenga en los niveles actuales de alrededor de 5 puntos mensuales. La gran incógnita, entonces, es la actividad.

Lo que se conoce hasta ahora son las caídas generalizadas. Las contracciones más fuertes se registran en la construcción, con una caída interanual del 30 por ciento en marzo, y en la industria, con una baja del 21,2 por ciento. Para encontrar caídas industriales similares es necesario remontarse a 2016 o a los dos peores meses de la pandemia, abril y mayo de 2020. Se agrega que la contracción industrial acumula ya seis meses, con una baja del 16 por cientos desde noviembre.

Siempre a marzo, y especialmente por las bajas señaladas, la actividad económica registró una caída interanual del 8,4 por ciento, con 9 de los 15 sectores cayendo respecto a marzo de 2023 y 14 respecto a febrero último, lo que expresa la magnitud de la recesión. Los únicos sectores que crecieron fueron agro, hidrocarburos y minería. Sin estos sectores primarios, la contracción habría sido de dos dígitos. El resultado global fue que en el primer trimestre el PIB acumuló una caída de casi 2 por ciento respecto a diciembre, lo que deja un arrastre negativo en torno al 5 por ciento para lo que resta del año. 

En principio, no parece haber ninguna recuperación en V a la vista. No obstante, algunos indicadores de abril comenzaron a dar señales, por ahora insuficientes, de que quizá la economía haya comenzado a tocar fondo. La producción automotriz creció el 3 por ciento contra marzo tras cuatro meses de baja, lo que no evita que la caída del primer cuatrimestre haya sido del 23 por ciento interanual. Los despachos de cemento dejaron de caer tras 5 meses. El índice Construya registra una baja del 32 por ciento interanual en el primer cuatrimestre, pero se recuperó en abril. Finalmente, la producción de acero tuvo un comportamiento similar, cayó en un 21,5 por ciento en los primeros cuatro meses, pero creció en abril.

En cuanto al consumo, las ventas en mayoristas y shoppings cayeron sin parar desde noviembre, acumulando bajas del 12 y el 24 por ciento, respectivamente. Los patentamientos de 0 km bajaron el 26,5 por ciento contra noviembre. Las señales de freno de caída se registraron en las ventas en supermercados, que a nivel nacional mostraron alzas mínimas del 0,6 por ciento en febrero y de 0,1 en marzo, aunque se mantienen 10 por ciento abajo de noviembre. En abril los patentamientos de motos crecieron contra marzo (+17,2 por ciento), lo mismo los de autos usados (+14,8).

La suma de estos datos permite entrever una economía que quizá esté tocando fondo, aunque es pronto para decirlo. No debe olvidarse que sólo en el primer trimestre del año se perdieron 62.900 puestos de trabajo privado registrado, el 74 por ciento en la construcción, y 13.100 puestos en el sector público nacional.

Por ahora los únicos datos numéricos positivos provienen del comercio exterior, en parte debido a la caída importadora emergente de la propia recesión, pero también por la suba real de las exportaciones, explicada parcialmente por la recuperación tras un año de sequía, y por los hidrocarburos. En el primer cuatrimestre se registraron ventas al exterior por casi 24.000 millones de dólares, una suba interanual del 20 por ciento, con un superávit comercial de casi 6200 millones, el más grande desde 2009 para el período enero-abril.-

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