La realidad económica del presente está moldeada por los efectos de la primera y la segunda ola de la pandemia. La caída del producto se encuentra en la base del mayor desempleo, situación a la que contribuyó la elevada inflación. El resultado más palpable fue el deterioro de los indicadores sociales. En concreto, la caída del PIB siempre significa menor poder de negociación de los trabajadores lo que combinado con la inflación contrae el poder adquisitivo de los salarios y retroalimenta el ciclo recesivo. En el peor escenario imaginable --con reservas escasas, endeudado y en pandemia-- el gobierno hizo lo que pudo, es decir lo que le permitieron las pocas divisas disponibles en un contexto de renegociación del súper endeudamiento heredado. A ello debió sumar la resistencia de una oposición siempre furiosa que decidió jugar políticamente al contagio y que se regodeó con la cifra de 100 mil muertos. Quizá, y solo quizá, la historia no le perdone a esta oposición el “todo vale” irresponsable, el llamado constante a manifestaciones públicas en plena pandemia, el discurso antivacunas y la incitación permanente a romper las restricciones sanitarias, todos factores que contribuyeron a provocar lo que hoy critica.
Frente al año de la incertidumbre que fue 2020, 2021 empezó como un tiempo de esperanza. El inicio de la llegada de las vacunas permitió vislumbrar que la pandemia tendría fecha de vencimiento. Mágicamente para la oposición las vacunas dejaron de ser “veneno” y mutaron en deseables, aunque siempre pocas. En el medio se acusó al oficialismo de hacer “geopolítica” con las compras, cuando la única geopolítica verdadera fue la de los lobistas locales del laboratorio estadounidense Pfizer, un lobby “dos en uno”, por el laboratorio y por Estados Unidos. Mientras el gobierno buscó vacunas centrándose en la provisión y sin importar el país de origen, a la oposición le irritó hasta el paroxismo que el alivio comience a llegar desde Rusia y China.
Al inicio de la vacunación se superpuso la segunda ola de la pandemia, lo que se reflejó en la actividad económica, que había comenzado a recuperarse desde mediados de 2020, pero que volvió a frenarse al menos hasta mayo inclusive. Desde comienzos de año el debate también se volcó hacia el interior del Frente de Todos. La herencia macrista fue doble, la recesión y el condicionamiento de la deuda. El resultado es hoy una economía atenazada por la necesidad de tener que alcanzar un acuerdo con el FMI, que supone tener una disciplina fiscal mayor que lo que aconsejaría la caída acumulada de la actividad, pero también con la necesidad de terminar con años de retracción de los ingresos. El debate sigue estando en el nivel del Gasto en función de los dólares disponibles. El filo de navaja se ubica siempre en las presiones sobre la cotización de la divisa. Entre tanto dato negativo, los precios internacionales de las commodities de exportación regresaron a techos históricos y brindaron una ventana para estabilizar la macroeconomía. Son esos mismos dólares los que permiten prever que, salvo errores no forzados, el área económica del gobierno cuenta hoy con el poder de fuego necesario para contrarrestar la corrida preelectoral ya insinuada.
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No se puede negar que la política local es predecible ¿Alguien podía creer que no habría un fuerte agite cambiario preelectoral? ¿Qué la prensa concentrada, opositora furiosa, perdería la oportunidad de generar zozobra en una población ya asustada y cansada por la doble pandemia? Es lo que está ocurriendo con aquellas cotizaciones paralelas en las que el gobierno decidió no intervenir por ahora. El detalle del presente es que, a diferencia de otros inicios de corridas, las herramientas para frenar las presiones existen. Y la experiencia de lo ocurrido en octubre pasado cuando la brecha superó el 100 por ciento también. Para predecir una devaluación lo que debe mirarse es simplemente si el gobierno cuenta o no con los instrumentos para evitarla, un recordatorio para quienes compraron dólares a 195 pesos aquel octubre. Este es el dato, aunque el camino al próximo noviembre sea todavía muy largo y empujar la cotización del dólar paralelo continúe siendo la mejor herramienta para el desánimo, una estrategia que el brazo mediático de la oposición conoce muy bien.
Luego está la economía real. La inflación sigue alta porque existe la inercia, pero todos sus motores de costos, especialmente dólar y tarifas, están frenados, lo que permite predecir una tendencia descendente en los próximos meses. Será necesario que los salarios acompañen más a la inflación, pero ello demandará una acción más decidida desde el sector público, ya que las condiciones de mercado, las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo en paritarias, hoy no lo habilitan. Vale recordar que este impulso fue lo que hizo en su momento el primer kirchnerismo, aunque hoy las restricciones sean otras y más potentes. Para llegar bien a noviembre también será necesario impulsar más el gasto mirando siempre el frente externo, debate que al interior del gobierno todavía no está cerrado. Por último habrá que encender también una vela a San Pandemia, pues en contraste con el avance de la vacunación es absolutamente impredecible lo que pueda suceder con las nuevas cepas, como lo muestra hoy la amenaza de una cuarta ola en Gran Bretaña.
La gran pregunta que queda flotando es qué pasará a partir de noviembre. Se pueden hacer muchas especulaciones y existen múltiples variables aleatorias. Sin embargo también pueden adelantarse algunos datos. El primero es que muy probablemente se produzca una mejora en la correlación de fuerzas legislativas en favor del Frente de Todos, lo que podría redundar en la reconstrucción de la agenda común, hoy en pausa electoral. La segunda es que comenzará a cerrarse un acuerdo con el FMI, con sus consiguientes condicionalidades, y la tercera es que regresarán las presiones de costos, es decir sobre el tipo de cambio y las tarifas, incluidos los combustibles, y la recuperación de salarios, con el consecuente correlato sobre el IPC de los tres factores. Seguramente, si aparece alguna normalidad post-Covid también se recuperará el turismo emisivo con su correspondiente déficit, aunque menor al tradicional dado que el tipo de cambio se encuentra todavía bastante elevado en términos históricos. En todos los casos, la velocidad de la recuperación de la actividad seguirá condicionada por las cuentas externas, es decir por la disponibilidad de divisas, lo que dependerá tanto de la consolidación o no de un nuevo consenso exportador como de las condiciones financieras que se construyan en el acuerdo con el FMI.