En los últimos cinco años se puso en evidencia la desigualdad económica que atraviesan las mujeres en el mundo laboral, es decir, que por la misma tarea cobran un sueldo menor que al de su par hombre. Diversos estudios han dado cuenta de la violencia económica y laboral que eso significa, sumado a que a las mujeres profesionales les cuesta el doble llegar a puestos jerárquicos a partir del conocido “techo de cristal”. Ahora, desde el CEPA dan cuenta que la brecha salarial es del 27%.
Según uno de los últimos informes del Gobierno sobre brecha salarial que se publicó en 2020, habla de una diferencia del 20%. Eva Sacco, economista del Observatorio de Géneros del Centro de Economía Política de Argentina (CEPA), explicó a El Destape que desde el organismo calculan “la brecha salariar como la diferencia porcentual del salario de un varón respecto del salario de una mujer y el valor está en torno al 27%”.
Indicó, al respecto, que “el cálculo puede diferir si se toma el salario total o el salario por hora. Como las mujeres trabajan menos horas, eso hace que el valor de la brecha disminuya”. No obstante, aclaró que “en función de debates metodológicos internos, se considera que la brecha bruta es la más adecuada porque da cuenta de la disparidad”.
La diferencia de 27 puntos entre dos salarios que desempeñan una misma tarea o se encuentran en una misma escala, es un eje más de la violencia estructural que denuncia el movimiento feminista.
En ese sentido, la especialista apuntó que “la evolución de la brecha responde tanto a cuestiones estructurales como coyunturales. En situaciones económicas negativas, aumenta el trabajo informal y la brecha aumenta (o mejora cuando la coyuntura también lo hace) por eso en 2004 la brecha era unos puntos superiores que ahora”, pero subrayó que “mucho mayor peso tienen las cuestiones estructurales sobre la inserción ocupacional diferencial entre varones y mujeres” y planteó: “Las mujeres dedicamos menos horas al trabajo remunerado (y muchas más al trabajo gratuito), y nos insertamos en profesiones con mayor carga de cuidados como docencia, salud, trabajo doméstico”.
Lo que sucede con estas profesiones, entonces, es que “tienen menores salarios relativos que otras con la misma cantidad de años de estudio y experiencia”.
A esta desigualdad económica, se suma otro eje de violencia que es que dentro del mundo laboral continúa el techo de cristal que genera que “las mujeres estén subrepresentadas en las escalas jerárquicas mayores”. Es decir, existe barreras y concesiones para los hombres que hace que las mujeres no ocupen puestos de jerarquía.
Para Sacco, si se realiza un análisis de los factores estructurales que afectan a la brecha salarial “hay que destacar la cultura patriarcal que determina una desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidados al interior del hogar”. Las tareas de cuidado que son los llamados “quehaceres domésticos” u “ocuparte de la casa” “determina que mujeres trabajen menos horas y tengan menores oportunidades laborales”. A esto se suma “la cultura patriarcal que se reproduce en las profesiones en las que nos insertamos mujeres y varones. Mujeres son mayoría en profesiones de cuidado”.
Tras un año pandémico y de crisis económica, esto repercutió notablemente en profundiza la brecha salarial ya que “la pandemia profundizo las inequidades, y las inequidades de género no escapan a eso”. Para la economista, durante la pandemia, “un elemento a destacar es que la propia naturaleza del aislamiento social, rompió las redes de cuidado tan necesarias para que las mujeres puedan desarrollarse e insertarse laboralmente” y expuso que “los sectores laborales más afectados están fuertemente feminizados: trabajo doméstico, trabajadorxs informales, comercio”.
A pesar de este contexto adverso, la integrante de CEPA destacó que desde el Gobierno nacional se desarrollaron políticas que apuntaron a contener esta situación “como el IFE diseñadas con una mirada de género”. “Sin estas políticas sin dudas la situación hubiera sido mucho peor”, advirtió.
En tanto, es prioritario que se profundicen políticas públicas que vayan en sentido a reducir la breca salarial y acelerar la inserción de las mujeres al mundo del trabajo. Para Sacco “la principal política, son políticas de cuidado. Avanzar en una red pública de cuidados que permita: mejorar la situación de las trabajadoras de cuidado y mejorar la inserción laboral de cuidados”.
Riqueza masculinizada
En septiembre del 2020, el Centro elaboró un informe que deja en evidencia que la riqueza está masculinizada, ya que, solo un 34% de las mujeres son alcanzadas por el impuesto a los Bienes Personales en Argentina, mientras que al considerarse el valor de los bienes que poseen, esta cifra desciende a 28,3%. Esto deja en evidencia una distribución asimétrica en la titularidad de los patrimonios según género y una masculinización de la riqueza.
El informe fue elaborado en base a datos de AFIP del año 2018 y da cuenta que la cantidad de mujeres alcanzadas por el impuesto a los Bienes Personales en Argentina -el más progresivo de la estructura tributaria y que se aplica sobre el patrimonio- sumó 237 mil casos aproximadamente, una cantidad equivalente a la mitad del total de varones comprendidos por el tributo.
De esta manera, del total de las personas alcanzadas por el impuesto, el 34% corresponde a mujeres y el 66% a varones. Es decir, un gran porcentaje de mujeres no posee su propio patrimonio.
¿Qué es el impuesto a los Bienes Personales? Es el tributo que se aplica sobre el valor total del patrimonio de cada persona y el monto mínimo a partir del cual se aplicaba en el año 2018 era de $1.050.000 en valores patrimoniales, es decir que quienes superaban ese monto, debían pagar un monto proporcional según el rango de sus valores patrimoniales.
En tanto, la brecha patrimonial refiere a la desigual distribución de las propiedades entre varones y mujeres, considerando como fuente primaria de estudio la base del Impuesto a los Bienes Personales de AFIP del año 2018.
A su vez, en el informe destacaron que, si se observa el valor de los bienes en posesión de los varones respecto de las mujeres, para el año 2018, sobre el total de bienes declarados, el 72% corresponde a los varones y el 28% restante a las mujeres, lo cual "significa que no solamente las mujeres son un tercio de los titulares del impuesto a los Bienes Personales, sino que además el valor de sus bienes es aún más bajo que ese tercio que representa su titularidad".
Este dato se suma a otro punto que expone el movimiento feminista que es "la feminización de la pobreza” que a partir de este informe queda al descubierto “la masculinización de la riqueza".