Pobre Madison Square Garden, un templo del deporte regalado al odio de Donald Trump

Las elecciones en Estados Unidos, como siempre, tienen que ver con el deporte. Uno de los estadios más emblemáticos de la historia, ahora, vio como Donald Trump tuvo un acto multitudinario con un discurso que hace recordar a los tiempos en los que Muhammad Ali, The Greatest, era víctima del racismo.  

04 de noviembre, 2024 | 00.05

Al Madison Square Garden, palacio mítico en la historia del deporte, lo recordamos ante todo en Argentina por la pelea que Ringo Bonavena perdió por nocaut técnico en el último round contra el gran Muhammad Alí, 7 de diciembre de 1970.  Era un Alí que volvía después de haber sido condenado a prisión por negarse a combatir en Vietnam, “antipatriota”, musulmán y negro, resistido por la Norteamérica blanca y racista que aquella noche de 1970 fue al Garden para alentar a Ringo. 

Tan racista como la que asistió una semana atrás al mitin de Donald Trump, el hombre del odio que a los 78 años aspira a ser elegido mañana otra vez presidente de Estados Unidos. Escenario no solo de peleas memorables, sino también de shows míticos, el Garden (así se lo llama) prestó su palco una semana atrás a uno de los mitines más fascistas que recuerde la historia moderna de Estados Unidos.


No se trata, claro, de nazismo explícito, sino de supuestas burlas racistas, que provocan ovaciones del resto y luego réplicas (ante las primeras críticas) de que hemos perdido “el sentido del humor”. Humor, claro. El mitín último fue comparado inclusive al que nazis estadounidenses celebraron en el mismísimo Garden en 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, igual que había sucedido aquí un año antes con nuestro Luna Park.

El 10 de abril de 1938, el templo que fue historia del boxeo nacional, y de mucho más también, recibió a unas quince mil personas, muchas de ellas vestidas con uniforme nazi y con el brazo erguido, celebrando la anexión de Alemania con Austria.  A pocos metros, en la Plaza San Martín, un acto de desagravio organizado por la Federación Universitaria Argentina era reprimido por la policía, bajo gobierno del presidente Roberto Ortiz, con el resultado de dos muertos, heridos y disturbios.  

A solo horas de las elecciones en Estados Unidos, el mitín de odio del 27 de octubre pasado en el Garden, contra puertorriqueños, mujeres, diversidades, fue acaso un último aviso de lo que podía ser una segunda presidencia de Trump, rival de la demócrata Kamala Harris.  En Argentina recordamos al Garden especialmente por la pelea de Ringo Bonavena contra Muhammad Alí, 7 de diciembre de 1970. Pero el boxeo mundial elige el choque que el mismo Alí tuvo un año más tarde contra Joe Frazier, ganador en fallo unánime, en el que fue para muchos el mejor combate en la historia de los pesos pesados. 

Hoy casa de los New York Knicks en la NBA y de los New York Rangers en la NHL (hockey sobre hielo), el Garden recibió también, entre tantos otros, a Frank Sinatra, Elvis Presley, Lady Gaga, Led Zepellin, Queen, Madonna, Michael Jackson, y hasta el Papa Francisco celebró allí una misa en 2015. El segundo Garden (son cuatro en total) fue escenario en 1906 del asesinato de su propio diseñador, Stanford White, matado a balazos por un esposo celoso en plena presentación teatral de “Mam’zelle Champagne”.

Y el cuarto y último Garden, inaugurado en 1968 en su sede actual de Manhattan, “ha ensuciado su historia como espacio sagrado del deporte” con “el mitín fascista” de Trump del 27 de octubre pasado, escribió hace unos días Dave Zirin, acaso el periodista estadounidense que más analiza el deporte y la política.  “Centro del universo para cualquier niño de Nueva York”, como fue llamado una vez, el Garden de Trump vio desfilar el domingo 27 de octubre a comediantes, políticos, periodistas y animadores que subieron cada uno la apuesta por el desprecio, la mentira y la ignorancia. 

Es el centro de la campaña de Trump, y acaso de buena parte del mundo que también elige esa misma dirección, alimentada a su vez por millonarios, redes sociales y prensa cómplice, que se declara “neutral” como excusa de su silencio. El mitín racista del Garden fue obsequiado a Trump por el dueño actual del estadio, James Dolan, un vanidoso multimillonario de 70 años “cuya vida de fracaso e incompetencia siempre ha estado amortiguada por una riqueza indescriptible”, como lo describió días atrás el periodista Zirin en The Nation.

Acaso es uno de los tantos que busca acomodar negocios ante una eventual nueva presidencia de Trump, igual que Jeff Bezos, dueño del Washington Post, y otros millonarios que compraron diarios históricos para cuidar sus negocios paralelos.  Fue notabIe el reciente editorial justificativo de Wall Street Journal (“no creemos en los temores al fascismo”) al día siguiente de que Trump hablara de ejecutar a la ex republicana y hoy demócrata Liz Cheney “con un rifle y nueve cañones”. Una broma, claro.

Hasta el deporte estadounidense, que en su momento ejerció dura resistencia a Trump, pareció haber dado un paso atrás en esta última campaña. Y eso que el magnate sí usó en cambio al deporte para hablar de machismo y recuperar “hombría”. Trump insiste mintiendo de que “cuidará a las mujeres” al afirmar que prohibirá la participación de atletas trans en competencias femeninas.

Miente porque, bastardeando un debate posible, Trump insiste en decir, por ejemplo, que la boxeadora argelina campeona en los Juegos reciente de París, Imane Khelif, es un "hombre”. Es mentira. Lo sabemos todos. Pero Trump insiste en decir que no se puede permitir a ex hombres competir contra mujeres. “Les guste o no a las mujeres. Voy a protegerlas”, vocifera Trump, condenado, entre otras causas, por abuso sexual y con un historial de acosos y maltratos en su haber.  Una especialista le respondió en las redes: “Por supuesto, todos sabemos lo que significa realmente ‘proteger’ en este contexto: significa ‘controlar’”.