(Por Milena Heinrich) La traducción al español de "Un trabajo para toda la vida", de la canadiense Rachel Cusk, no sólo agudiza el catálogo de textos que reformulan los lugares comunes de la maternidad sino que posiciona la experiencia del yo y de ser madre como material literario: la autora escribió este texto hace más de veinte años con una pluma sincera, irónica y desmembrada frente a la pérdida de libertad, lo que suscitó admiración pero también un rechazo desmedido.
Canadiense por nacimiento, parisina por residencia, Rachel Cusk (1967) cosechó un gran grupo de lectores en nuestro país con la trilogía que inicia "A contraluz" y continúan "Tránsito" y "Prestigio", también con la ficción "Segunda casa". Hace poco, la editorial Libros del Asteroide publicó por primera vez al español "Un trabajo para toda la vida", texto icónico de su trayectoria en el que construye una suerte de memoir de sus primeros meses de maternidad, registro de su experiencia de embarazo y crianza, cuya publicación original fue en el año 2001.
"El mundo de los niños pequeños es contrario a la concentración que se necesita para escribir. Era un reto enorme, como escalar el Himalaya, me llevó mucho tiempo hacerlo, pero al mismo tiempo era una necesidad. No me esperaba las críticas. Fue una especie de sacrificio de mí misma", dijo en una entrevista pública en Fundación Telefónica de España, en enero de este año, al recordar el tiempo en que escribió este texto durante su embarazo y primeros meses de vida de su hija.
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Cusk no busca enseñar cómo ser madre, no ofrece ningún manual de cuidados infantiles, no da lecciones de crianza ni pretende erigir un ensayo sociológico. La autora escribió este libro por una simple razón: "soy escritora, y la ambivalencia que caracteriza las primeras etapas de la crianza me pareció afín a la ambivalencia fundamental que siente el escritor ante la vida".
Pero la maternidad, como institución, sabe desde tiempos inmemoriales que no puede enunciar públicamente su malestar y sus contradicciones, o lloverán críticas. La indignación que recae sobre una mujer cuando se atreve a hablar desde el yo sobre temas como la pérdida de su libertad o la invasión a su intimidad durante el embarazo llegó con Cusk, hace más de dos décadas, al punto de que un famoso columnista pidió que servicios sociales se hicieran cargo de las hijas de la autora.
Si bien la virulencia se aplacó en los últimos años con la publicación de más y más libros que cuestionan la maternidad color de rosa y develan su "lado B", para cuando la ensayista publicó esta crónica en 2001 todavía faltaba mucho para no ser acusada de mala madre y odiadora de niños. "Estuve tanto tiempo afectada por la insinuación -muchas veces impresa- de que no quería a mis hijas que llegué a lamentar sinceramente haber escrito este libro; no por temor a que ellas lo leyeran algún día, sino porque me parecía tristísimo que pudieran encontrarse con semejante acusación", escribe.
Cusk encara este texto desde una narradora literaria y confesional con un fino trabajo del lenguaje, franco y descarnado, y por momentos, una mirada atónita frente a los cambios que supone hacerse cargo de un bebé. En definitiva, es una novelista y ese parece ser su único horizonte: "Los valores de la literatura y los valores de la vida son para el novelista lo que el cincel y el bloque de piedra para el escultor. Lo primero busca imponer una forma a lo segundo. Verdad, justicia, belleza: estas son las cualidades a la que aspira una obra de ficción y que debe elaborar a partir de la experiencia humana".
"Un trabajo para toda la vida. Sobre la experiencia de ser madre", con traducción de Catalina Martínez Muñoz, registra la "crónica personal de un proceso de transición" -en sus palabras- desde que la autora estuvo embarazada a cuando sus hijas son pequeñas. Desmembramiento, pérdida de libertad, difuminación del deseo, la encerrona de la soledad son algunas de las marcas que atraviesan su puerperio. "Continuamente planeaba mi huida, y cuando volví a quedarme embarazada -Albertine tenía entonces seis meses-, acepté mi celda con la resignación del convicto interceptado en la fuga", escribe.
De más está decir que ese yo capaz de exponer con crudeza la experiencia de la soledad, la maternidad y el puerperio, ama a sus hijos. No hay ninguna contradicción entre la entrega y el cariño por su descendencia con el golpe de efecto que supone dejar de ser una y convertirse en madre que alimenta, cuida, viste, mira. "La niña está en casa como una diosa incomprensible, luminosa, palpitante, extraña, como un ícono de noble exigencia. Como sacerdotisa suya, no puedo sino dar la impresión de haber sufrido una especie de conversión mística que me aleja de mis seres queridos".
Por eso, la autora descifra el borramiento de lo individual, por ejemplo en el embarazo, donde en su opinión el sistema de salud somete a un proceso de homogeneización del cuerpo y la infantilización de las mujeres. Cusk compara el parto con la muerte y una de sus cruzadas más divertidas es la lectura subrayada y minuciosa de los manuales de cuidados infantiles, una burla sin dudas a la inteligencia. "Para ser madre tengo que dejar el teléfono sin atender, trabajo sin hacer, posponer reuniones. Para ser yo misma tengo que dejar que la bebé llore, prevenir su hambre, abandonarla de noche si quiero salir, debo olvidarla para poder pensar en otras cosas. Tener éxito como madre significa fracasar como individuo", escribe.
Detrás del relato descarnado de cómo se siente, flota la pregunta sobre la maternidad, ese estado-experiencia-trabajo que ocupa toda la vida, parafraseando el título del libro. Pero entonces, ¿qué es la maternidad? La maternidad puede ser la angustia existencial de la soledad, la privación de la libertad por cuidar, la desesperación, la puja del deseo, pero quizá la definición más precisa es su inconmensurabilidad, un "esto" como cuando en una escena mira a su bebé de tres meses que está tendida en una manta mirando las hojas de los árboles, y escribe: "a pesar de que no la he ayudado ni comprendido, he estado siempre con ella, y esto -de repente estoy segura- es la maternidad; esta mera presencia es suficiente".
Con información de Télam