(Por Dolores Pruneda Paz) "Nuestra hermana de afuera", nueva y sórdida novela de Mariano Quirós, avanza como una road movie, deteniéndose sobre la condición de extranjería de la gente de provincias en la ciudad de Buenos Aires, sobre el ejercicio de la escritura y sobre el devenir de "los hijos sanos del patriarcado".
Quirós (Resistencia, 1979) pone a deambular a los personajes de "Nuestra hermana de afuera" por la ciudad de Buenos Aires -territorio que condensa prejuicios y verdades lapidarias del interior hacia el centro-, recorre sus historias personales y, con ello, la historia colectiva e imaginarios que vinculan a las provincias con la ciudad capital.
Tres hermanas que fueron jóvenes en la Argentina de los 60 y 70, sus padres, "les hijes", los lugares que eligieron para habitar cada una de esas generaciones, la confrontación de las gentes de provincia con latinoamericanos que, como ellas, migran a una ciudad que les es extranjera en sentidos muy diferentes: la novela publicada por Tusquets traza la cartografía de los migrantes internos, desde el ícono de la gran ciudad y lo que eso significa, así como las rutas de quienes sólo acuden al centro en calidad de visitantes con la noción clara de que nunca quisieran habitarlo en condición de permanencia.
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Clara y Nadia hacen la fila en Retiro para subirse al taxi que las dejará en el hotel que la obra social les facilita para los días que estarán en la ciudad haciendo un tratamiento médico. Una mujer primero y luego un joven se quejan del humo de sus cigarros. Clara gesticula una disculpa y amaga apagarlo pero Nadia la toma del brazo, le inhibe el movimiento y dice "tengo cáncer, no me rompas las pelotas". Sigue fumando en el taxi.
Así empieza "La hermana de afuera". ¿Cómo se fue escribiendo? "Estaba haciendo una especie de ejercicio de tono, porque a los personajes ya los tenía resueltos. Lo que apareció fue la historia, esas mujeres que van a hacer el tratamiento médico a la capital, y ese es el punto de partida de una trama que se va descalabrando. Como soy de escribir varias cosas a la vez, a la novela la escribí muy rápido pero a lo largo de tres años", explica a Télam Quirós.
Lo azaroso, sórdido y promiscuo de las decisiones que marcan vidas son otro punto del relato: la niña bautizada Alicia por el embelesamiento del padre con una escritora Nobel que nunca leyó, recomendada por alguien que tampoco la había leído; el sentido de una vida dado a través de la desaparición de un padre al que no se conoció; el impacto de la gran ciudad sobre los foráneos.
"Tenemos las herramientas a mano, redes sociales mediante por ejemplo, para hablar impunemente de cualquier cosa" dirá el escritor, a lo que agregará: "He visto a las mejores mentes de mi generación provinciana sucumbir al ánimo urbano".
Quirós, una de las voces más reconocidas de la literatura argentina contemporánea, es autor de las "Los robles", "No llores, hombre duro", "Torrente"; "Tanto correr", "Río negro" y "Una casa junto al tragadero"; y de los libros de cuentos "La luz mala dentro de mí"; "Campo del cielo" y "Ahora escriba usted". Además de cocreador del Festival Mulita de literatura que hace ya casi una década reúne anualmente en Chaco a algunas de las figuras más destacadas de la literatura nacional con autores, escritores y lectores de todo el mundo.
-Télam: Ser la "hermana de afuera", en la novela, es una forma de estar en el mundo.
-Mariano Quirós: La pretensión fue que todos los personajes funcionaran como si se sintieran afuera de algo, tanto los pibes que viven en Buenos Aires como la madre y la tía desde la provincia, que todos tuviesen una especie de mirada y sentimiento de estar afuera en el ambiente que les tocó en suerte .
-T: Lo que muta es la idea de qué es ese afuera.
-M.Q: La idea es sentir un afuera de una ciudad, pero va más allá, es la sensación de estar en un margen. Recuerdo un cuento de Rodrigo Fresán, de los 90, que se llamaba "El hombre del lado de afuera". Me quedó muy grabada la idea de un hombre que no podía formar parte de algo.
-T: Algunos personajes están muy apropiados de un territorio que no puede escindirse del fantasma de un afuera que invade y confunde: Nadia, Clara y su hija Florencia no quieren irse de donde viven, una ciudad del interior de la Argentina que la novela no nombra, y ese afuera que es la Capital Federal y sí nombra la novela -plaza Congreso, sus hoteles y demás- les da curiosidad y las apasiona, a la vez que les molesta que se entrometa.
-M.Q: Hace siete años estoy instalado en Buenos Aires y me interesaba más que nada la inversión, ver cómo nos comportamos 'les provincianes' en la ciudad, en donde nuestro carácter de pronto sufre algún tipo de variación, de pronto somos una especie de injerto, nuestro cuerpo se mueve de una manera atravesada, a contramano incluso de nuestro pensamiento. He visto a las mejores mentes de mi generación provinciana sucumbir al ánimo urbano, de la misma manera que también lo percibo de quienes viven plenamente en ámbito urbano una vez que se mueven del suyo.
-T: Será una cuestión de ánimo general, de salirte del medio ambiente en el cual estás cómodo para tener de pronto que afrontar y resolver situaciones inhabituales.
-M.Q: Un poco de eso también tiene el ejercicio narrativo y literario: generar una tensión, personajes que de pronto se encuentran en una situación que no es común para ellos y que tienen que resolver, por eso me servían mucho 'estas' personajes de provincia un poco 'abrumadas'.
-T: Hay una carga ideológica, histórica y cultural en los juicios y perjuicios que desarrolla la novela dando cuenta de los pros, peros y contras que conforman la identidad de territorios no centrales del país.
-M.Q: Tiene que ver con encontrarme con mis propios prejuicios para ponerlos en tensión y desnaturalizarlos desde una historia o desde un personaje. Acá de alguna manera abuso de los malos pensamientos y de lo brutal de esos malos pensamientos, los personajes tienen líneas de diálogo que suenan incorrectas pero no pierdo la ilusión de que, más allá de la sordidez, mantengan o recuperen cierta luminosidad.
"Con amor y sordidez"
Gran parte de esos personajes son apáticos, no encuentran demasiados motivos para entusiasmarse; personas que evadieron sus momentos históricos y con ello sus propios desarrollos; otros, un tránsito vacío con pocas decisiones vinculadas a lo vital aunque sí a lo poético.
De ese entramado: una menor siendo besada por el marido de su madre a los 11, deseando ese beso y manteniendo el nervio de esa relación en el presente, sin cuestionarla demasiado promediada su adultez; Amado, el "hijo sano treintañero del patriarcado" en palabras de Quirós, robándole un beso a una menor dentro de un auto en Parque Lezama después de compartir una líneas de cocaína porque lo que quiere robarle las líneas de trap que inventa la chica para aplicarlas en los guiones con los que obtuvo cierto reconocimiento en el mundo de las series audiovisuales.
No queda claro a qué responde tanta sordidez, si viene del desahucio emocional y político de esas madres o de ese estar a la deriva de los hijos, que son como los dos grandes bloques de protagonistas de la novela. "La sordidez es una atmósfera, está en la forma de usar el tiempo de los personajes, su forma de habitar el mundo", dice Quirós.
Un giro interesante de "La hermana de afuera" es ese narrador que avanza sobre la trama aportando datos, hechos luego horadados a partir de las miradas y registros cruzados de cada uno de los protagonistas.
La novela habla de generaciones muy separadas entre sí y quebradas. Madres de los años 70 que tuvieron maridos desaparecidos, que estudiaron y dejaron, que no se sumaron a las luchas colectivas de ampliación de derechos, que levantaron sus bastiones dentro de la casa propia, casa abandonada por los hijos, dejada atrás por las generaciones que las siguieron.
-T: En la novela hay gente que no sabe lo que es un desaparecido, en el sentido de que no contextualiza su significado.
-M.Q: A esta altura es casi un lugar común, hay pibes treintañeros que no contextualizan qué es un desaparecido y creo que pasa en toda la Argentina, hay unos intereses muy desplazados hoy día, el curso político está muy disperso, es fácil percibir el ensimismamiento o cierto aire endogámico que deja de atender a la ideología, cierta dispersión. Como esos dos hermanos que avanzan a la deriva y terminan cooptados por un discurso atroz, más infame que los discursos de una ultraderecha. Vos me preguntás, ¿es posible que alguien no sepa qué es un desaparecido? Segurísimo te respondo. Puede que no tenga noción política de lo que un desaparecido, que funciones como reproductores de un discurso mediático y no más que eso.
-T: Esa sordidez es una atmósfera pero también parte de un humor donde se mezcla con el cinismo, como cuando el narrador reflexiona sobre los talleres literarios como algo superficial y efectista.
-M.Q: Yo vivo de dar taller literario y como tallerista aprendí un montón: leyendo, corrigiendo, proponiendo, descubriendo distintas maneras de leer. Me parecía interesante poner a un personaje reproduciendo cierta crítica contra los talleres literarios como lugar ideal para no escribir o para no leer. Sin duda son lugares para desarrollarte como lector, aunque hay mucha gente que hace taller sin pensar que se trata de leer y que la escritura es como un accidente. Yo lo tomo desde un lugar muy lúdico, divertido y sin solemnidad y cuido mucho la manera en que lo asume cada uno: hay gentes que llegan admitiendo que están perdidas, que no saben qué hacer y que les recomendaron esto, y esas derivas también son buenísimas
-T: ¿Creés que la literatura es una actividad colectiva?
-M.Q: La escritura tiene un componente colectivo, ver cómo me leían y lo que leían mis amigos, lo que esa lectura compartida me provocaba, es la evidencia más grande de que no escribís solo, supone la construcción de un caminó.
Con información de Télam