Miguel Harte y Julián Terán exponen en la Galería Nora Fisch sobre misterios de seres y territorios

01 de septiembre, 2023 | 15.52

(Por Marina Sepúlveda). Asir el misterio, comprenderlo, atajarlo, parece una empresa imposible salvo que se fisgonee desde la provocación poética de Miguel Harte desplegada en su muestra antológica "Más allá en la espesura", no exenta de humor, o se atraviese imaginariamente "El centro en todas partes" como propone Julián Terán en esa exhibición de dibujos, cartografías y galaxias, un recorrido que va desde las profundidades más recónditas al cielo y que forma parte de las dos propuestas que hasta octubre podrán visitarse en la Galería Nora Fisch del barrio porteño de San Telmo.

Las muestras que estarán disponibles hasta el 7 de octubre marcan el inicio de la representación de los artistas, y si el misterio une estos mundos, en la práctica de lo minucioso y el trabajo manual está el otro punto de contacto, y una separación necesaria para un diálogo posible que instala a Harte en el ingreso de la galería y a Terán en el primer piso.

Harte (Buenos Aires, 1961) es un artista que resiste categorías y clasificaciones, fue parte de la escena artística de los 90 pero que viene trabajando desde la década previa bajo la tutela de Pablo Suárez y se espera para el año próximo una muestra con obras más nuevas. Es conocido por sus esculturas y trabajo experimental con materialidades tan insólitas como la pintura para metales de uso industrial para autos o cajas fuertes que "resiste explosiones", por ejemplo, resinas y la incorporación de insectos como en su impactante políptico "Tormentas nucleares" (2017)", aunque no desestima el mármol, en el que está incursionando, ni el bronce como "materiales nobles".

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Bajo el título "Más allá en la espesura", nombre homónimo de la obra que abre la exposición -al igual que en 2008-, Harte dispone un muro con una pequeña puerta de madera apenas entreabierta que invita a curiosear -como una Alicia salida de las páginas de Lewis Carrol- y adentrarse en ese mundo tan particular de obras realizadas entre 2006 y 2022.

"Es una obra atípica, fue única en su tipo, y supone un más allá en el cual está o el mundo de la imaginación o de los sueños, de este lado la entrada de la realidad y del otro cosas más viscosas, extrañas, enrarecidas, y esa espesura habla de eso", dice refiriéndose a unas ramas en verde brillante que sobresalen. El artista grafica: "Suponemos que adentro de esto pueda haber algo tan raro como un bosque, y en un bosque uno se pierde, no se sabe qué hay detrás, son como sombras, hileras, se vuelve todo raro", y acota que le "recuerda un poco al mecanismo de los sueños".

Justo del otro lado, y también con necesidad de profundidad de unos 40 centímetros sitúa a "El Portal" que invita a jugar acercándose para constatar esa "profundidad real de un trabajo con ideas del orificio, con una leves luces anaranjadas, como "cuevas marinas" que "tiene diferentes lugares por donde fisgonear", dice risueño en diálogo con Télam. Y sostiene: "Hay algo en mi obra que está bastante presente siempre que es la invitación a espiar".

Se trata de "una muestra muy diversa, fragmentos de una parte más bien abstracta de mi trayectoria de los últimos 15 años, que remite a cuestiones de la naturaleza básicamente, la espeleología, a algo de lo cósmico", enumera deteniéndose en "Tormentas…" al que piensa como el "magma de un microorganismo o un gran espacio". Define este trabajo como una deriva producida "de manera accidental en los 90", siendo esta la obra más grande realizada con esta técnica donde desarrolla "inclusiones", y dispone una narrativa con una secuencia a descubrir en "una única obra con una sola lectura".

Harte, que venía trabajando "superficies muy industriales" interviniendo "fórmicas, papeles contact adhesivos" donde ya estaba la noción de una "naturaleza atravesada por la tecnología", quería "ver qué pasaba con esas superficies si le acercaba un dato más o menos emocional, por ejemplo gotas que suponían sudor, lágrimas".

Hasta que decidió producir las superficies en vez de comprarlas y trabajar con pinturas para metales.

"Cuando empecé a sopletear empezó a chorrear y me interesó esto que sucedía, y pasé de golpe a esto que mantenía esa idea original: aquellas gotas mínimas pasaron a ser como escenas en donde seres remiten a la vida de los seres humanos, usé muchos insectos y los trabajé, los hacía mutantes con partes humanas" pero encerrados, "protegiéndose de este magma dañino para la vida", afirma.

Luego vendrá otro momento de necesidad que lo impulsa a llevar al espacio pleno estos seres "mutantes, deformes, transformados" de 1997, los que "empezaron a tomar cuerpo y hacerse más escultura, y ahí me volví más escultor", manifiesta.

Y si bien continúa pintando, "en vez de hacer obras de pared" empezó a querer que "esos seres provenientes de esas superficies conviviesen" con él, expresa.

Entre esas obras está una de las cuatro "Danza" (2022) recostada sobre un tronco, obras de la serie "aletas", otro pensado como un estante con líneas volumétricas onduladas "como de una forma de ser acuático", entre otras piezas.

Con un sentido del humor particularmente ácido e irónico que puede observarse en sus obras, según manifiesta y con la carcajada a flor de labio, el artista presenta una acotada antología de sus últimas exploraciones.

"En la obra creo que es evidente" aclara sobre el humor, y cuenta como anécdota la reacción jocosa de Sebastián Gordín ante una obra de tres metros, similar a una de bronce que expone, perfectamente lisa de un lado y bulbosa del otro: "al ver la parte plana, de pronto se encontró con toda la volumetría esa", señala sobre una obra expuesta en la restrospectiva "Como una piedra que sueña" de 2022 en el Fortabat.

En ese marco agrega que le encantó porque "hay un poco de maldad en todo eso, en que la gente se encuentre un plano muy mental y del otro lado este derramada la sensorialidad, la sexualidad, la no se, todo lo que puedas encontrar del otro lado".

Incluso, en su relación con un entomólogo que sigue su trabajo, tiene el honor de que a una libélula le hayan puesto su nombre (Acanthagrion Harteis) y lo registrara en el Smithsonian de Estados Unidos, como una deriva de su trabajo con insectos desde ese primero que quedó atrapado en una pintura de su juventud hasta la incorporación de estos en sus obras dentro de burbujas o "gotas" que salpican la pintura metálica del políptico desplegando mundos.

¿Hay una búsqueda? "Creo que sí. No tengo un propósito. El tema es la naturaleza. Es mi inspiración, y después algunas cuestiones de naturaleza interna. Un tema que siempre me llama la atención y evoco es el de la muerte, esta idea de los portales" dice sobre esta concepción de pasaje y tránsito, cierra Harte.

La muestra reúne piezas poco vistas con el énfasis puesto en "el poder formal y poético" que lo corre de una lectura grotesca y subraya "una naturaleza distorsionada y en proceso de mutación", como explican desde la galería sobre el artista con una extensa trayectoria de exhibiciones y numerosos premios.

En otra sintonía, una línea imaginaria que parte desde un rectángulo naranja unifica tres salas del primer piso de la galería con dibujos de mapas y territorios repletos de palabras que mutan desde la bidimensionalidad a la instalación como apuesta de un recorrido diferente, planteado por Julián Terán (San Miguel del Monte, 1977) y la curadora Guillermina Mongan.

La diferencia está en el dibujo como lenguaje expresivo y los temas que motivan búsquedas relacionadas a diversas cartografías, influenciadas fuertemente por su infancia transcurrida en un pueblo de la provincia de Buenos Aires.

"La muestra está compuesta en tres instancias, que también es lo que propone el primer piso de esta galería con salas sucesivas", dice Terán, que las aprovecha "para trabajar distintas materialidades, estéticas y formas de abarcar, tal vez, una misma idea".

"El motor de esta muestra y de muchas de mis prácticas en los últimos años se puede resumir en intentar indagar los posibles vínculos que hay entre el cielo y la tierra desde distintas aproximaciones", define, aunque "en un momento fue más cercana a los mapas que abarcaban esos territorios, a veces cruzándose".

Aquí, con el dibujo como herramienta principal y la palabra manuscrita el artista propone una "escritura desligada de su capacidad de tener que decir algo". Liberada de su sentido, Terán toma la palabra escrita desde su función estética, gestual, -un acto que tiene como referentes, por ejemplo, a León Ferrari y Mirtha Demichase-, para que dijera lo que él quería decir. Y como continuidad, en la segunda sala lo plano adquiere relieve e instala polvo de ladrillo, carbón, tierra, ceniza volcánica, mezclados y fijados a la tela, donde "la forma empieza a desligarse de aquella cuestión de mapas" y adquiere "más protagonismo", dice mientras señala cuadros de "mapas estelares donde los astros no están constituidos de luz sino de materia bien rudimentaria, pampeana".

En estos casos la palabra termina convirtiéndose "en línea, gesto, aparece y desaparece, se entrelaza y desentrelaza con los demás elementos", añade el artista.

"La construcción de estos dibujos tiene que ver con lo minucioso, lo manual de mi trabajo, soy muy obsesivo del trazo", entonces lo que "parece tan gestual y que lo es, tiene detrás un trabajo milimétrico", aclara.

Y ya en la tercera sala todo sucumbe ante una galaxia espiral, una Vía láctea creada con alambre de púa usado y recolectado en el campo, puesta sobre una pared. Una imagen interpelada por discos de arado metálicos grabados con imágenes de raíces, árboles, personas, y manos buscando abarcar el cielo, tal vez, todos ellos cuál manifestación de radares en espera de algo, dispuestos sobre el piso, otorgando nuevo sentido a "elementos del campo reconvertidos de sus funciones", como afirma.

Ambas muestras podrán visitarse en la galería sita en Avenida San Juan 701 (CABA), de martes a sábados de 14 a 19, con entrada gratuita.

Con información de Télam