Tilsa Otta: "La poesía es una segunda oportunidad de hacer mejor sentido"

05 de mayo, 2023 | 17.35

(Por Josefina Marcuzzi) Invitada entre otros autores y autoras de Perú por la Feria del libro, la poeta y cineasta Tilsa Otta visita Argentina para presentar sus poemarios, obras que además están acompañadas por cerca de veinte piezas audiovisuales que combinan poesía y cine y abordan temas fundamentales de la existencia como la espiritualidad, los ancestros y la identidad: “La poesía es una forma de jugar con el lenguaje, el discurso y la realidad”, sostiene.

Dice la física que el contacto entre materia y antimateria genera la aniquilación mutua. Esto no significa su destrucción, sino la transmutación. “Antimateria: gran acelerador de poemas" (Editorial Neutrinos) es una obra de Tilsa Otta que transmuta, una poesía gaseosa que despierta curiosidad, misterio y hasta diversión en quien la lee.

Otta forma parte de una generación de escritoras y escritores peruanos que trascienden la frontera de su país nativo; junto a Katya Adaui y Yesenia Montes, entre otros, participa del ciclo de autores del stand de Perú que tiene lugar en el pabellón amarillo de la Feria del Libro de Buenos Aires.

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La autora escribió también una novela, “Los niñxs de oro de la alquimia sexual” y otros tantos libros de poesía. Tiene una impronta estética poderosa, que se fundamenta en su interés por lo místico y la espiritualidad. Es, también, autora de varias piezas de video-poesía, un formato novedoso que matchea perfectamente con su formación en cine y fotografía.

“A Tilsa Otta hay que leerla entera, porque la suya es una obra única, llamativa, distinta. No hay una línea de lo que Tilsa escriba que no deba ser leída. Es lista, original, juguetona, brillante, dulce, sagaz, ágil, liviana, colorida", dice el poeta y editor Mariano Blatt sobre ella.

Los de Tilsa son mundos surrealistas. Poemas tachados, dibujos poetizados, orden y desorden literario. Cada página es un juego. Su misión parece clara: divertirse ella y divertir al lector. En un encuentro con Télam la autora profundizó en su formación, su producción y en el sentido de la poesía como agente transformadora de la realidad.

-Télam: Sos poeta y escritora, pero tu formación académica es en el mundo audiovisual. ¿Cómo impacta esa experiencia en la poesía? ¿Cómo es ese cruce de mundos artísticos?

-Tilsa Otta: Creo que se retroalimentan. En ambas disciplinas o trabajos siento la influencia del otro campo. En el caso de la poesía siempre trabajo en base a imágenes de la imaginación, construyendo escenas para que el espectador vea un mundo particular. Y eso es muy parecido a lo que se hace en el cine, inventar un universo con ciertos códigos visuales. No es un mundo surreal, pero casi. Un mundo que es posible en la poesía porque en el cine sería muchísimo más difícil, requeriría de muchos recursos de producción. Mundos surrealistas, fantasiosos, casi imposibles.

-T: ¿Las palabras tienen más flexibilidad que el cine?

-T.O.: Sí. Especialmente en torno al presupuesto. En la poesía puedes mezclar dinosaurios con tres a toda velocidad en un solo verso. Lo que puedes comunicar es ilimitado.

-T: ¿Cómo fue ese proceso? ¿Primero cine, luego poesía? ¿Paralelos?

-T.O: Comencé escribiendo en el colegio. Cuando lo miro en retrospectiva me doy cuenta que fue un acto de desobediencia. En las clases estaba como ensoñada, me aburría, y entonces en los márgenes estaba desarrollando otras cosas. Empecé a escribir poesía así, en boletos de tickets de colectivos. Para mí era un acto de libertad, de resistirme a que mi pensamiento fuera estructurado, en ese momento me enseñaban que el lenguaje de tal manera, sirve de este modo, las palabras se ordenan así. Y entonces fue eso: ordenar y desordenar las piezas. Me sentía tan a gusto escribiendo, era un momento tan personal y solitario, que entendí que estudiar literatura implicaba domesticar lo que yo estaba haciendo. Decidí estudiar cine porque era algo que me gustaba y sentía que requería muchos más conocimientos técnicos, y así desarrollé estos dos lenguajes. También trabajo con la video-poesía: es el contrapunto o la correspondencia entre un texto poético e imágenes, generar esas combinaciones y coexistencias.

-T: Ganaste un premio por el corto “C.M.H.”, que relata la historia del femicidio de una mujer llamada Carmen Murillo Herrera en Perú. ¿Cómo pensás la relación entre el arte y la realidad?

-T.O: Creo que todos tomamos una postura frente a la realidad con cada cosa que hacemos. En todo caso como artistas hay una necesidad de decir o comunicar algo que tenga que ver con cuestiones urgentes. Quizás la pregunta es si es necesario hacerlo de una forma literal, porque muchas veces el arte es más una parábola de referencias que no necesariamente son tan obvias. Pero por momentos me siento abrumada o perturbada por las cosas que están pasando, que es a su vez lo urgente. A veces el arte dice cosas sobre la realidad y no son leídas de tal modo, y a veces no está diciendo algo y es leído de ese modo.

-T: En tu novela, aunque también en tu poesía, hay algo muy pregnante de la sexualidad y de la espiritualidad. ¿Qué interés específico tenés en estos temas?

-T.O.: En mi poesía esos temas son centrales, o más recurrentes. Me interesa explorarlos especialmente por una cuestión social. En Perú tenemos todavía una sociedad muy represiva, tenemos un proceso de involución importante, los derechos reproductivos han sido abolidos. Desde chica me interesa la diversidad sexual, algo que no veía en la escritura en mi país. Yo quería que eso exista, que forme parte de la cultura. Y en la novela, como así en algunos poemas, se plantea la relación que hay, los lazos entre la sexualidad o el cuerpo y lo espiritual. Algo que históricamente, sobre todo por muchas religiones se ha dividido, lo espiritual de lo corporal. El cuerpo como algo conflictivo. La culpa en el cuerpo, lo elevado en la espiritualidad. Y siempre con mucho humor, porque me gusta burlarme de todo, incluso de mí.

-T: ¿Cuál es tu mirada del ecosistema literario de mujeres que hay hoy en América Latina?

-T.O.: Creo que hay más mujeres en la narrativa en general, pero además es muy evidente la mirada feminista expandida, especialmente acá en Argentina. Comunidades diversas y queer que tienen mucha fuerza y que trabajan así, en comunidad. En los espacios académicos tradicionales la escritura era una competencia, en cambio de repente surgen espacios de construcción de protección, más horizontales. De generar con la literatura familia y lugares seguros.

-T: En una entrevista hablaste de Alejandra Pizarnik, de su influencia en tu juventud. ¿Quiénes son tus influencias?

-T.O.: A Pizarnik la invoqué en ouija porque quería hablar con ella… pero no respondió (risas). Mucho mejor. No lo volví a intentar, porque siento que es un tipo de persona que podría responder. Cuando yo empecé a escribir era muy solitario y muy ritual, con una lamparita, mi juego. Conectaba mucho con ella por esto medio secreto, porque era su universo y bajo su lenguaje. Me influenció bastante el surrealismo y también la poesía mística, que es esta poesía que busca una trascendencia espiritual y de consciencia a través del lenguaje. Casi de hechizo. Para mí la espiritualidad y la magia están muy ligadas, esta idea que pasen cosas en un poema. Transformar el tiempo, trasladarte, generar cruces espaciales. Eso tiene un poder grande en nuestras percepciones. Y por eso me alucinan los poetas místicos. Me gusta mucho Cecilia Pavón, y además me gusta lo que ella piensa, esto de que la poesía para ella es un hechizo. El deslumbramiento a través del arte.

-T: Hay muchos tramos lúdicos en tus poemas, juego que además se ven formalmente. ¿Es divertido hacer poesía?

-T.O.: Muchas veces me preguntan qué es la poesía y he ensayado muchas respuestas, pero esencialmente es un juego. Una forma de jugar con el lenguaje, el discurso y la realidad. Muchos poemas le dan vuelta al sentido de cualquier objeto o situación cotidiana. Ver de otro modo, como hacen los niños. La forma unidimensional de ver el mundo me aburre, la poesía me permite verlas de otros planos. Y ahí entra el absurdo, dar la vuelta las cosas, girarlas para ver qué empieza a pasar. La poesía puede hacer que las cosas tengan una segunda oportunidad desde el plano interpretativo, desde la belleza o desde la posibilidad de conectar con otras personas. Una segunda oportunidad de hacer mejor sentido.

Con información de Télam