Conceptos aparentemente sencillos como el deseo o la territorialización desde las micropolíticas, término utilizado por los franceses Félix Guattari, Michel Foucault y Gilles Deleuze y propagado por los movimientos feministas, son parte del gran proyecto curatorial vivo y en marcha que propone Kekena Corvalán, curadora y docente de futuros curadores, desde una dimensión donde lo afectivo cobra vuelo.
-T: ¿Qué es el deseo?
-K.C: Para mí el deseo es lo real. Parafraseando al 'quetejedi', la única verdad es la realidad, y la única realidad es el deseo; y el deseo es potencia colectiva, es goce de 'todes' y es imaginación de ese goce compartido. Sin deseo, no hay modo.
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-T: ¿Y qué significa territorializar el deseo, por qué no 'desterritorrializarlo', como aconsejan algunos pensadores franceses?
-K.C: Quitarle el 'des' a desterritorializar es intervenir políticamente de manera explícita en las teorías europeas, aunque vengan de desertores del capitalismo como Deleuze o Guattari, desencantados y melancólicos. No me imagino hablar de desterritorializar la subjetividad en este latir sudaca. O mejor dicho, me lo imagino para dar el debate, para aprovechar y hacer una bandera bien grande, que diga: no vamos a desterritorializar nada. No vamos a abandonar ningún reclamo territorial, como nos enseñan las mujeres mapuche. El territorio, en estos lares, es la vida, es el agua, son los lagos robados por Lewis, los humedales, las semillas sin derechos de autor, las 'cuerpas' de niñas no madres y de infancias trans libres. Más territorializar que nunca.
-T: ¿Por qué considerás que "Para todes, todo", en el CCK, fue como la entrada del aluvión zoológico?
-K.C: Porque entró al centro cultural más grande de Latinoamérica un conjunto enorme de deseos y voces que no existían, aún en su inmensa mayoría no existe, para la escena del arte argentino. Entró la comunidad artística por fuera del canon que ha venido diciendo qué es "arte" y qué no. Yo misma entré por la ventana, en un Estado que claramente tiene una política que restringe opciones curatoriales.
-T:¿Qué se hace con la incertidumbre?, ¿por qué hablar desde allí?
-K.C: La incertidumbre es metodología y acto de humildad. No me siento cómoda en el lugar de la certeza, que es tan machirula además. Porque la certeza predica, es bastante unitaria, y bueno, es colonialidad del saber pura. Es una certeza, esta que te digo, que se apoya en clasificar, organizar, especializarse, entronar un modo único y canónico. Todas las certezas que tenía me las refutó el territorio, me fui dando cuenta que los axiomas a priori me dejan muchas veces hablando de lo que sucede solo en el centro. No sé, por ahora prefiero más caminar con muchas dudas que con malos axiomas.
-T: ¿Qué autores son imprescindibles más allá de las experiencias compartidas?
-K.C: A mí me resulta muy necesario leer a Celeste Medrano, que además es mi hermana y mi maestra. A Lucrecia Masson y Duen Sacchi. A Al Gaita Nihl, las Invasorix y a toda la literatura de 'lxs pibis'. Mucha ficción, ciencia ficción. A Ursula (K Leguin), claro, a ella la leo desde adolescente. A María Lugones y a Lélia González, y sí, a Karina Bidaseca, que me las hizo conocer. Prefiero bordes, pliegues, desmemorias, y sobre todo, estar siempre buscando.
-T: ¿Se puede acortar la diferencia entre práctica artística y mercado del arte desde las lógicas expositivas que se utilizan?
-K.C: Creo que sí. Hay que resituarse en otras economías, más nuestras, más populares, más comunitarias, que atiendan a las artes vitales. Vaquitas, rancheadas, coleccionismos colectivos. No sé si el mercado del arte, no al menos en esta forma tan despiadada y neoliberal y competitiva e intrascendente fuera de su propia discursividad, puede producir eso. Pero hay otras formas, si. Hay formas que recuperan esta desesperación y estas ganas de vivir. Porque tenemos más ganas de vivir que dos perras juntas, así que en eso vislumbro 'futuridades' e imaginaciones mucho más felices y para 'todes'.
Con información de Télam