Daniel Böhm: "El relato corto juega con la ambivalencia, con lo incierto"

07 de junio, 2023 | 14.26

(Por Eva Marabotto) Los veinte cuentos que reúne “Una flor en el jardín del mal”, del médico, psicoanalista y artista visual Daniel Böhm son ventanas que se abren a mundos diversos y potentes, para narrar una historia, una situación o un personaje en un formato hiperbreve, que requieren que el lector los complete a partir de su lectura.

Pero aún dentro de esa estructura condensada y abierta, los relatos que integran el volumen que editó Cien Volando son capaces de disparar preguntas respecto de la naturaleza y los seres que la componen, de las relaciones entre las personas, la soledad e incluso sobre el lenguaje.

“Las plantas tienen nombres caprichosos. Como el ceibo, un nombre tan llano que es imposible asociarlo con esa flor obscena, que encima es emblema nacional”, dice el narrador de una de la historia, “Pequeño bosque”. “Pasiflora o fruta de la pasión: así le dicen al maracuyá en Israel, y a su flor de belleza extraordinaria. La pasión amorosa tiene poco que ver con su nombre. Fueron los misioneros jesuitas quienes vieron en su forma los símbolos de la Pasión de Cristo”, reflexiona el que asiste al deterioro de su hermana en “Una pasión”.

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Daniel Böhm es narrador, artista audiovisual, médico y psicoanalista. Nació en Italia pero vive y trabaja en Buenos Aires. Dirigió los cortometrajes “Solo hombres solos”, “La versión de Marcial” y “Crazy” y videos musicales para artistas como Gustavo Cerati, Hilda Lizarazu, La Portuaria, David Byrne, Fabiana Cantilo y Juan Carlos Baglietto. También es el creador del emblemático programa televisivo “El rayo”. En 2019 publicó su primera novela “Fuera de cuadro”. “Una flor en el jardín del mal” es su segundo libro de ficción.

Sobre su apuesta a la narrativa breve, la importancia de la naturaleza en su obra y el afecto que tiene por sus personajes conversó el autor con Télam en esta entrevista.

- Télam: Sos médico, psicoanalista y artista visual, ¿cómo se refleja eso en tu narrativa?

-Daniel Böhm: Justamente, es en la narrativa en donde se reflejan mis otras actividades. La literatura tiene para mí esa potencialidad, la de unir todas mis personalidades. Finalmente, uno es muchos, pero hay una mirada, un tono, que va decantando. Con la literatura se hace también el mejor cine, creo. Hay ideas, escenas, que solo se pueden hacer escribiendo, son terreno para la literatura. Y narrar es también una liberación de las otras formas y actividades.

-T.: Elegís para “Una flor…” el formato cuento pero en algunos casos super breve, ¿cuál es la potencia expresiva que tiene ese género que condensa a veces una historia, otras una situación?

- D.B.: El formato corto me atrae mucho más que uno largo. Tu expresión “potencia expresiva” es justamente lo que más me gusta del relato corto. Porque lo comprimido te da la posibilidad de evocar, más que de describir. Le deja al lector (y a mí también) la posibilidad de imaginar el resto, lo que falta, lo que está apenas formulado. El relato corto juega con la ambivalencia, con lo incierto. Esa puede ser mi mayor particularidad.

- T.: Los narradores son de lo más diversos: hay hombre, mujeres, ¿jugás a ser otros? ¿jugás a ser muchos?

-D.B.: Como te decía, la idea de una “identidad” única no me interesa. Somos muchos, y en muchos momentos. Trato de dejar aparecer esos otros yoes en mis relatos. ¡Ojalá hubiera más! Pero suele aparecer siempre un personaje un poco antihéroe, algo escéptico, sorprendido, a veces ingenuo, que obviamente soy yo mismo. Ese personaje que mira el mundo como un chico es el que también me empuja a escribir.

-T.: ¿Qué importancia tiene el paisaje y la naturaleza en cada una de las historias, desde el título mismo que alude a una flor? Parecen tener bastante protagonismo…

-D.B.: Ay, sí. El mundo no humano me conmueve todo el tiempo. Podría llamarlo lo desconocido. Son dimensiones a las que apenas accedemos con nuestros pobres sentidos, pero que nos dan la posibilidad de captar mejor nuestro tamaño de mosquito (diría Nietzsche) en el que nos damos tanta importancia como especie. Las plantas, el paisaje, los animales, hasta las piedras tienen algo para que escuchemos. El tiempo, el espacio, la vida misma, son todas construcciones de la mente, y la naturaleza nos permite intuir ese misterio que somos.

-T.: ¿ Pensaste un eje que vertebra las historias?

-D.B.: No, no tienen un orden demasiado lógico. De hecho, cuando definimos la estructura del libro, decidimos que algo del azar se colara en el orden. En especial comparado con mi novela anterior, “Fuera de cuadro” en que hay una cronología bastante fragmentada, pero que va construyendo un mapa. En este creo que cada lector traza sus propias líneas de sentido.

-T.: ¿ Como dice Daniela Paskik en la contratapa el eje es el amor, o el desamor? Eso le da a la prosa un tono melancólico, casi poético?

-D.B.. Me gustó mucho la idea de amor que vio Daniela en mi libro, me dejó pensando. Y es que hay un intenso afecto por todos mis personajes, sean animales, piedras o personas. Es cierto que los cuentos tienen un tono melancólico, o fatalista a veces, porque no todos terminan bien, a veces ni siquiera terminan! Pero en todo caso busco la sonrisa, la complicidad. Siempre les falta algo, una caída de la fe, de los certero. Pero como Juan José Saer, yo también creo en ese “llamado en la oscuridad que oye un lector”. Una intuición del misterio que se quiere compartir.

- T.: Si bien hay escenarios porteños muy identificables ya que nombrás incluso emblemáticas avenidas, también hay historias que provienen de otras geografías, ya que los personajes se desplazan… ¿Eso hace universales las historias?

-D.B.. Posiblemente haya algo así en mis historias. Creo que es por el trabajo con mi propia intimidad que hace que los lugares se integren en un paisaje interior. El artista Osvaldo Romberg decía que mis trabajos le sugerían “apariciones del pasado”, que se ven y se sienten como antiguas, o sin tiempo. Él pensaba que creaban una” narrativa universal de psicología plurisexual”. No me quejo de esa lectura.

- T.. En la presentación de estos cuentos los definiste como “autoficción”. ¿Cuál fue la operación para convertirlos en literatura?

-D.B.. Yo los llamo autoficción porque en estos relatos hay un componente autobiográfico importante, por más que no se ajuste totalmente al tipo genérico de la literatura del yo, como pasa en mi novela “Fuera de cuadro”, que es francamente bio-ficticia. Por otra parte, la autoficción no es nada nueva en la literatura argentina (si pensamos a Gombrowicz como argentino) o en el mismo Borges. En estos cuentos me disfracé de distintos personajes, niños, mujeres, plantas, pero contando o reinventando anécdotas vivenciales. Me gusta involucrarme con mi historia en mis textos, siento que les da algo de mi propio riesgo y extrañamiento. Como hacía mi madre, que contaba anécdotas propias que casi siempre terminaban con una pequeña catástrofe, pero te dejaban con una sonrisa.

Con información de Télam

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