(Por Mercedes Ezquiaga). Con una producción artística acostumbrada a hackear los sistemas que rigen las sociedades modernas, tal como hizo anteriormente con un cajero automático que expedía sus obras, o con los billetes en papel lijados que cuestionaban donde radica el valor del dinero, la artista argentina Agustina Woodgate (1981) presentó en la galería Barro de La Boca su nueva muestra "Chorros", por la que realizó un pozo a la napa para extraer agua y materializar de algún modo el sencillo acto de beber un vaso de agua purificada.
No tiene nada de habitual lo que se exhibe por estos días en la sala principal de la galería porteña, no hay pinturas ni esculturas en esta propuesta que se enmarca en el historial de Woodgate -quien estudió Artes en el IUNA- de centrar su práctica artística en el estudio de los sistemas, las teorías de valor, las relaciones y las lógicas de poder que operan en la sociedad.
La artista que reside entre Amsterdam y Buenos Aires decidió construir un sistema de purificación y distribución de agua en el área de la galería Barro, en La Boca, a cuatro cuadras del Riachuelo, próximo a la desembocadura de la cuenca Matanza-Riachuelo en el río de la Plata. Se trata de un sistema autónomo de tratamiento de agua que bombea directamente de la napa freática por sobre el Acuífero Puelche, la capa superior que conforma una zona de saturación alimentada por el agua del río y las infiltraciones urbanas derivadas de las actividades humanas. Es, por tanto, su porción más contaminada.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Se pueden ver en el centro de la sala diez tanques de agua de mil litros cada uno, ubicados sobre pedestales, como "héroes", que se van llenando con chorros de agua extraídos de un pozo realizado por una cuadrilla de expertos, una titánica tarea que incluyó perforistas, ingenieros de sanidad, geólogos, ambientalistas, hasta arqueólogos y "custodios de agua" -por muy poético que suene esa labor existe-, una perforación que demandó varias semanas de trabajo y que apenas se vuelve palpable en el espacio gracias a un sencillo caño azul que asoma a menos de un metro de la superficie. El verdadero trabajo se encuentra bien en lo profundo.
"La parte más importante de esta exhibición está a seis metros de profundidad y es la perforación. Ese es el verdadero proyecto, que representó más del 50 por ciento de mi presupuesto de producción, de tiempo, de complejidad. Y por sobre todo el desafío de intentar purificar agua de la napa freática, que es la primera capa de agua del suelo.
El agua que solemos tomar se extrae de entre 30 a 60 metros por debajo de la superficie. Acá son solo seis metros, es muy poco. Es una especulación y también una propuesta absurda", dice Woodgate en una entrevista con Télam.
La perforación comenzó el 17 de febrero pasado: el taladro atravesó el piso de hormigón, el suelo y luego arcilla, arena y otras capas. Se excavó unos 6 metros por debajo del nivel de terreno natural y se instaló una bomba para extraer el agua allí situada y llevarla a la superficie. El agua cruda pasa por un filtro de ósmosis inversa y se distribuye en 10 depósitos de 1.000 litros cada uno: ocho tanques de agua color crema contienen agua purificada, también llamada "agua de permeado", y dos tanques grises contienen "agua de rechazo", que concentra los metales pesados, sales e hidrocarburos retirados durante el proceso de tratamiento. Ninguna de todas las muestras es idónea para el consumo.
¿Cuál es la intención de este trabajo descomunal? "El disparador fue intentar extraer agua -responde- de manera autónoma fuera de la red. En general en mi trabajo intento encontrar esa grieta, ese intersticio a los modos estandarizados de la sociedad, a los sistemas de infraestructura que nos proveen de los recursos necesarios para la vida, digamos: sea el agua o la energía", responde la artista que exhibió la Bienal Whitney 2019, Nueva York; la IX Bienal de Berlín y la IV Bienal de Diseño de Estambul.
"La cantidad de poesía que hay acá es impresionante", considera Woodgate mientras relata el rol por ejemplo del "custodio del agua", una persona que toma una muestra del líquido, la lleva al laboratorio y analiza su contenido: "Es importante tener el testeo del agua porque eso determina cómo procesar el agua y también cómo debo descartarla luego. Los primeros 2.000 litros que se retiran del pozo es la primera purga. Y están muy contaminados, son residuos tóxicos. Por eso el absurdo y la poesía de intentar purificar una napa contaminada", señala.
Su primera exposición en la galería Barro, en 2016, que se llamó "Común y corriente" consistía en un sistema de bebederos de agua, como los de un parque público, instalados en el corazón de la sala expositiva, con toda la cañería a la vista que llegaba desde la verdea y estaba conectada a la red de Aysa. Los bebederos estaban diseñados con calcos de las baldosas del Palacio de las Aguas Corrientes. "Hay una intención de continuar la conversación de aquella muestra", asegura.
"Me interesa mucho encontrar el espacio de intersección, esa fuga en el sistema. De ahí parten varias posiciones políticas, filosóficas y sociales. Me interesa esa grieta que se abre y en esa apertura, a veces hay una falla del sistema, otras veces es un problema de diseño y otras simplemente está fuera de jurisdicción porque nadie autoriza una perforación en busca de agua por razones artísticas. ¿Quién quiere hacer un pozo a la napa freática en La Boca? Ahí hay un espacio gris con potencial para plantear algo diferente", reflexiona Woodgate y cuenta que al término de la exposición, después de dos meses este pozo será cegado nuevamente.
Hay inscripciones, frases, sobre las superficies de cada uno de estos tanques de agua: cálculos, indicaciones, referencias que aluden a ese bien preciado que es el agua pero que no están expresadas en litros sino en estimaciones tan particulares como elocuentes: "5 copas de vino", "¿nos tomamos un cafecito?" o "El sudor de 22 jugadores durante un partido de 90 minutos", se lee junto a una rayita que indica qué altura del tanque requiere cada labor.
Pero además, cada uno de estos diez tanques-tótem reposan sobre pedestales en el centro de la sala -"como una galería de bustos", compara Woodgate- como si fueran monumentos a las funciones del agua, que la artista realizó con la tipografía característica del fileteado porteño y bautizó en cada caso "El antojo", "El fútbol", "El incendio", "El litio", "El valor", "El tinto", "La gotera", "El almuerzo". Y es a esos títulos que refieren las frases de cada superficie. Toda la tubería está expuesta para revelar la infraestructura que hace posible este proceso de purificación.
Cada pedestal esconde en su interior otro tanque desde el cual se recircula el agua: el tanque superior se vacía llenando el escondido, y viceversa. El constante movimiento de agua -cada chorro- abruma el campo sonoro. "Como un reloj de arena", describe Woodgate.
Al fondo de la galería, luego de pasar por el costado o entre los tanques, se encuentra un apartado de la muestra bautizada "La Lavandería", una pared donde se ven diez cajas de luz enmarcando papeles blancos lisos. Cuando la luz está encendida, se hace visible una marca de agua. Entonces, se revelan juegos de palabras en jerga argentina relacionados con la economía del agua: canilla libre, todo turbio, el dólar azul son algunos ejemplos, escritos -otra vez- con la tipografía de clásico fileteado porteño.
En esta hilera de cuadros es posible notar cómo va cambiando levemente el color del papel de uno a otro: "El primero fue hecho con agua de napa y a lo largo del proceso fuimos purificando el agua de la batea. Hicimos varias tiradas. Arrancaba con agua bien contaminada y la íbamos purificando, porque para hacer marcas de agua uno tiene que ir cambiando el gramaje del papel, es decir, modificando la cantidad de pulpa. Justamente, cuando lijo billetes, la parte que no puedo lijar es la marca de agua y ahora entiendo el por qué".
¿O sea que todo está relacionado? "La clave de todo es el agua. Acá y en los billetes. Hay una relación tremenda. El flujo del dinero, los caudales de agua. Y esto que está pasando en la galería también es 'valor', es economía, regulando recursos del agua, pero es un sistema económico y de distribución. No veo mucha diferencia entre hackear un cajero automático funcional al sistema bancario a hackear un sistema de agua y hacer mi propio pozo. Hay una similitud en la acción de disrumpir dentro del sistema. Si el pozo lo hubiese hecho a 20 metros ahora estaríamos tomando agua. Y el cajero si le pongo billetes normales te los da. Pasa que yo le puse otros billetes y el pozo lo hice menos profundo", concluye.
La muestra "Chorros", que inauguró el pasado 11 de marzo, se podrá visitar hasta el 6 de mayo, de lunes a viernes de 12 a 18 y los sábados de 15 a 18, en la galería Barro, Caboto 531, en el barrio porteño de La Boca, con entrada gratuita.
Con información de Télam