La labor de la curaduría implica un diálogo con lo coyuntural de la agenda social y política instalada desde los feminismos, diversidades, disidencias e incluso la global crisis medioambiental, entre otras, que impulsa a repensar guiones curatoriales y propone nuevos interrogantes sobre la revisión de los acervos y los modos de presentar las obras de arte, tal como se demanda, algo sobre lo que reflexionan los jóvenes curadores Rodrigo Barcos, Bárbara Golubicki y Belén Coluccio en diálogo con Télam.
"Es evidente que esa nueva agenda existe, y que las grandes instituciones son muy sensibles a plegarse sobre estos nuevos territorios donde la relación entre arte y política parece tener una zona muy productiva. Ahora, sería interesante intentar romper el corset temático de estas líneas de trabajo y hacer lo posible para que los cambios en los guiones curatoriales tengan su correlato en cambios estructurales -reflexiona Golubicki-. Que el medioambiente, el feminismo y los diversos activismos por derechos sociales, económicos, medioambientales y de género transformen el paradigma y el funcionamiento del medio y no aparezcan solamente en la superficie como ´temas´", explica.
"Hay urgencias -acuerda Barcos por su parte-, en relación a la crisis medioambiental, o la poca representación de disidencias en las colecciones que se tienen que resolver con acciones políticas puntuales, y no con muestras o curadurías. Despatriarcalizar los acervos es una tarea fundamental, sobre todo en la colecciones públicas para que la práctica artística no sea sólo accesible a una clase media o media alta de varones cis, sino para que cualquier persona se pueda pensar en ese ámbito". Pero, diferencia: "A lo que no le encuentro mucho sentido son a las muestras que tratan de llenar vacíos" como podrían ser muestras sólo de "artistas mujeres, El Rojas, los noventa sin incluir las disidencias, o pensar desde una manera más amplia la identidad".
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Sin embargo, explica Barcos, "la curaduría no tiene que solucionar problemáticas del pasado, sino pensar el presente y tratar de hacer explícita la multiplicidad de escenas que existen", afirma. Y destaca el trabajo que impulsa Feda Baeza en el Palais de Glace, "no sólo esta llevando adelante las políticas públicas necesarias para que esa despatriarcalización sea real, sino también generando diálogos desde una institución tan histórica y porteña como es el Palais y el Salón Nacional con otras escenas de las provincias de Córdoba, Tucumán y Buenos Aires", afirma.
Por su parte, Coluccio incorpora al estado de situación la demanda planteada por "lxs trabajadores del arte y la cultura de ser reconocidos como tales" que adoptó formas concretas a partir de la pandemia con los tarifario de Artistas Autoconvocados y el de Curadorxs en Diálogo, algo que "ha tenido resonancia en la gestión de las instituciones", señala.
Pero, dentro de este panorama más general, "existe otro fenómeno notable que es una demanda de determinados grupos sociales, tradicionalmente ubicados por fuera del mundo del arte y la cultura, que dan sus ideas sobre lo que debe ser el arte'', explica, en alusión a "grupos asociados a la derecha liberal y conservadora, que en general toman la forma de discursos de odio, centrados en el arte contemporáneo, el arte político y las expresiones de la comunidad LGTBQ y sus actorxs". Respuestas que deben repudiarse, afirma, aunque algo en la escucha de esas demandas le despiertan interés.
"Escucho una necesidad de discutir sobre estética en términos públicos, políticos. Demandan que la institución arte sea más abierta, elabore discursos menos ensimismados", dirigido "a quienes hacen arte contemporáneo, a lxs artistas pero también a lxs curadurxs que trabajan con obras recientes y piezas del patrimonio". La curadora se refiere a las reacciones desatadas el año pasado por la muestra de Fátima Pecci Carou en el Museo Evita o la de Carlota Beltrame en la exposición de Randa Testigo curada por Alejandra Mizrahi en la Casa Histórica de la Independencia, entre otras.
Sin embargo, la revisión patrimonial implica un enorme movimiento de su estructura -desliza Coluccio-, dado que "una curaduría que revisa las colecciones, investiga desde la historia y se deja intervenir en lo sensible puede generar que un museo repiense su misión, que una comunidad refunde su vínculo con ese museo".
Entonces, reflexiona, el curador puede habilitar "una imaginación nueva para artistas, investigadores", al ofrecer estos nuevos enfoques de algo "cuya eficacia no es sólo inmediata sino que sigue reverberando tiempo después", concluye.
Con información de Télam