Un particular descubrimiento tuvo lugar en la Antártida y marca un antes y un después en la historia mundial. Un grupo de geólogos alemanes, en conjunto con varias universidades británicas, irlandesas y suecas, hicieron un hallazgo durante julio que dataría con una antigüedad superior a los 40 millones de años.
Luego de varios meses de investigación y recorrido por la zona, se descubrió un río por debajo de la capa de hielo conocida como Antártida Occidental. El mismo se trataría de un sistema fluvial antiguo que arroja varios datos con respecto a la evolución de la tierra, el avance del calentamiento global y la historia desconocida de este territorio.
El río tiene cerca de 1600 kilómetros de longitud, y una antigüedad de entre 34 y 44 millones de años. A partir de este suceso, puede investigarse la dinámica de deshielo para tener más precisiones sobre el avance del calentamiento global. Precisamente, los análisis de este descubrimiento revelaron capas de dos periodos distintos: la parte inferior de hace 85 millones de años (Cretácico medio) y la superior de hace 30 a 40 millones de años (Eoceno medio a tardío).
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Luego de las perforaciones, que ayudaron a descubrir una isla enterrada a más de 2 kilómetros de distancia, también pudieron determinar que esta superficie no estuvo siempre por debajo del nivel del mar. Así, también arrojaron que el territorio antártico no estuvo siempre cubierto de hielo.
Cuál es el océano con mayor profundidad del mundo
El punto más profundo del mundo es conocido como Challenger Deep (o abismo Challenger) y está ubicado en el Océano Pacífico occidental. El lugar se encuentra en la fosa de las Marianas, a casi 11 kilómetros por debajo del nivel del mar (más de 2000 metros de diferencia con la altura del Monte Everest, que es de 8849 metros), lo que lo convierte en el punto más profundo del océano y de la tierra.
Sólo algunas personas han podido visitar las profundidades del Challenger. Los primeros fueron el oceanógrafo suizo Jacques Piccard y el teniente de la Marina de los Estados Unidos Don Walsh, que descendieron a bordo del batiscafo sumergible Trieste el 23 de enero de 1960. A medida que el Trieste se acercaba al fondo marino, la caída de la temperatura fracturó una ventana de plexiglás y, aunque provocó un fuerte crujido en la estrecha cabina, la ventanilla aguantó. Piccard y Walsh llegaron sanos a las profundidades del abismo Challenger y estuvieron ahí 20 minutos antes de ascender.
Otros científicos han enviado vehículos teledirigidos a este abismo o han medido las grandes profundidades desde la superficie mediante el "murmullo" del océano, entre ellos, se destacan como de los más importantes a los dos aparatos que envió David Barclay en diciembre de 2014 con los que logró medir la profundidad del Challenger más precisa, hasta ese entonces, en 10.983 metros.
Barclay envió dos equipos programados para descender a una determinada profundidad y permanecer, grabando la sinfonía oceánica antes de regresar a la superficie. El Deep Sound Mark II, viajaba hasta los 9.000 metros de profundidad, mientras que el Deep Sound Mark III, buscaba llegar al fondo del océano. Sin embargo, a uno de los instrumentos le implosionó la carcasa de cristal, una esfera de 38 centímetros de ancho que encerraba la electrónica, la Deep Sound Mark III y terminó por generar un estallido en el que los profesionales encontraron estribillos útiles. Así, el equipo utilizó las ondas sonoras rebotadas de la implosión, registradas por el dispositivo que sobrevivió, para calcular una de las mediciones más precisas del Challenger.