La Estatua de la Libertad, con su icónico rostro mirando hacia Europa, se erige como uno de los monumentos más reconocidos del mundo. Sin embargo, pocos conocen que su modelo fue Isabella Eugénie Boyer, una mujer cuya vida y legado han dejado una huella imborrable en la historia.
Situada al sur de la isla de Manhattan, en la desembocadura del río Hudson, la Estatua de la Libertad fue inaugurada el 28 de octubre de 1886. Este coloso de 93 metros de altura fue un regalo del gobierno francés a los Estados Unidos para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia.
La idea original fue del jurista y político francés Eduardo Laboulaye, quien encargó al escultor Frédéric Auguste Bartholdi la tarea de diseñar la estatua. El proyecto, apoyado por figuras como el ingeniero Gustave Eiffel, enfrentó múltiples desafíos antes de su finalización.
Isabella Eugénie Boyer, nacida en París en 1841, se convirtió en la musa de Bartholdi. Bella y millonaria, Isabella había heredado una fortuna tras casarse con Isaac Merritt Singer, el inventor de la máquina de coser Singer. Su vida estuvo marcada por el escándalo y la riqueza, lo que no impidió que su rostro se inmortalizara en uno de los monumentos más emblemáticos del mundo.
De París a Nueva York: cómo Eugénie Boyer se convirtió en la inspriación de Bartholdi
Tras la muerte de Singer, Isabella se trasladó a París y se convirtió en una figura prominente en los círculos artísticos y sociales. Su encuentro con Bartholdi fue decisivo para el diseño de la Estatua de la Libertad. A pesar de las teorías que sugieren que Bartholdi pudo haberse inspirado en su madre o en la diosa griega Hécate, la mayoría de los historiadores coinciden en que el rostro de la estatua es un homenaje a Isabella.
El artista habría quedado impresionado por la "belleza exuberante de su rostro", impactado de las líneas de la cara de Isabelle. Lo cierto es que terminó modelando, inspirado en ella, el rostro de cobre de la mujer que sostiene la antorcha más popular de todo el mundo.
La construcción de la estatua no estuvo exenta de dificultades. Los materiales fueron transportados desde Francia en 350 piezas, distribuidas en 214 cajas. Después de varios retrasos y desafíos, la estatua finalmente llegó a Nueva York en junio de 1886 y fue ensamblada en la isla de Bedloe, rebautizada posteriormente como la isla de la Libertad.
Isabella Eugénie Boyer falleció el 12 de mayo de 1904 en París, dejando un legado de lujo y escándalo, pero también de influencia y permanencia. Su imagen, tallada en cobre, sigue siendo un símbolo de libertad y esperanza para millones de personas en todo el mundo. La Estatua de la Libertad, ahora Patrimonio de la Humanidad, es un testimonio duradero de su vida y su impacto.