Escapar del hambre, un valle hermoso y el arrojo de Malacara: la historia de los galeses en Trevelin

14 de febrero, 2024 | 11.06

(Por Florencia Copley) Los turistas que llegan a Trevelin, un pequeño pueblo en la Patagonia argentina, descubren con curiosidad la historia de aquellos parajes que a fines del siglo XIX recibieron una inmigración galesa que marcó notablemente la cultura del lugar, donde al mismo tiempo se busca reivindicar la identidad de los pueblos originarios que ya lo habitaban.

Todas las noches, decenas de visitantes esperan el momento justo en el que un dragón, que se erige sobre el techo a dos aguas de una casa donde funciona la Secretaría de Turismo municipal, echa fuego por la boca.

A unos pocos metros de allí, flamean la bandera argentina, la galesa y la de los pueblos Mapuche-Tehuelche del Chubut, símbolo de una multiculturalidad que ostenta Trevelin.

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La interesante historia de la zona se ofrece a los visitantes de diversas maneras y es a elección de cada quien profundizar en un acercamiento a este pasado remoto de la Argentina a partir de diferentes paseos. Por caso, la Secretaría de Turismo local propone un recorrido de dos días para conocer a fondo la cultura local y los alrededores.

Uno de esos sitios es el Museo Cartref Taid, conocido también como la tumba del Malacara, donde la historia del Cwm Hyfrid o Valle Hermoso, como lo llamaron los primeros colonos galeses, se revela como la trama de una película de ficción.

"El pueblo galés no es inglés; es celta", comienza su relato Clery Evans, encargada del Museo Cartref Taid -en castellano, "Hogar del Abuelo"- y descendiente de los primeros inmigrantes que llegaron a tierras argentinas.

"Mis abuelos trabajaban en las minas de carbón de Gales. Llevaban una vida miserable, muertos de hambre, y no podían ni mantener su propio idioma", explica así Clery la arriesgada decisión de sus antepasados, quienes, invitados por el Gobierno argentino de entonces, formaron parte del grupo de 153 inmigrantes que viajaron a la Patagonia a bordo del velero Mimosa y llegaron a las costas de Puerto Madryn en 1865.

John Daniel Evans, el protagonista de la historia que relata Clery en el museo, es su abuelo y llegó en aquel barco acompañado de sus padres cuando sólo tenía tres años de edad.

En un primer momento, la colonia galesa se instaló en Rawson y sus integrantes permanecieron allí durante varios años pasando necesidades, mientras comenzaban a entablar vínculos con la población tehuelche y, entre otras cosas, intercambiaban alimentos como el pan galés y animales que cazaban los originarios.

Cuenta Clery que su abuelo salía a jugar con un "chiquito tehuelche"-, que lo instaba a buscar un lugar menos desértico para establecerse con su familia.

"Seguí el sol, donde el sol se mete hay montañas, nieve, pasto, oro", le repetía su amigo aborigen al joven galés. "Mi abuelo, a los 20 años, pensando que el oro era en pepitas y se iba a hacer millonario, organizó una expedición para remontar el río Chubut hasta la cordillera", relata Clery, parada en el interior del museo que supo ser la casa de su abuelo.

La nieta de John explica la travesía de este hombre, que tomó la decisión de partir junto a otros tres en busca de una vida mejor.

Evans emprende así su largo viaje rumbo a la cordillera de los Andes, en 1883, junto a John Hughes, John Parry y Richard Davies, "con 18 caballos y una yegüita", amplía Clery y agrega: "Son 600 kilómetros desde Rawson, pero ellos tardaron seis meses, 100 kilómetros por mes".

A pesar de que los galeses alcanzan la zona de montañas, este primer viaje no termina bien porque, confundidos con hombres del ejército de Julio A. Roca, son emboscados y atacados por indígenas al mando del cacique Foyel, momento en el que el abuelo de Clery logra escapar gracias a la proeza de su caballo Malacara.

Evans escribió en sus memorias: "Me veía acorralado. El zanjón tenía una altura de 3,60 metros; en el fondo había arena blanda. El caballo creo que percibió mi intención, saltó al fondo del barranco y cayó extendido, con las patas abiertas. De repente se levantó dando un brinco. Yo me mantenía aferrado al recado por el terror que sentía; sin detenerse franqueó un nuevo obstáculo, un barranco más bajo, mientras resollaba como pidiendo un poco más de tiempo".

Tras explicar con detalle el sufrimiento del caballo en su esfuerzo de salvar al "abuelo John", Clery resalta: "Buenos Aires se entera de que un chico galés había llegado a la cordillera; esa es la importancia de la historia".

A raíz de esta hazaña, el primer gobernador de Chubut, Luis Jorge Fontana, organiza un nuevo viaje de exploración hacia los Andes y junta 29 jóvenes para la travesía: siete argentinos, dos alemanes, un norteamericano y 19 galeses.

Concluida la expedición al territorio que tiempo después se llamó Valle 16 de Octubre, el Gobierno argentino les ofrece una legua de tierra a los exploradores para que se instalen con sus familias y es cuando esa zona fértil precordillerana se convierte en un nuevo asentamiento de la colonia galesa.

"A mi abuelo le toca desde la plaza para acá, que es la legua 15, y empieza a trabajar con los molinos harineros", explica Clery.

Actualmente, el edificio en el que funcionaba el Molino Harinero de la Compañía Andes, fundado por Evans en 1918, alberga al Museo Histórico Regional y puede visitarse como parte de las actividades turísticas para conocer el origen de Trevelin, que en galés significa justamente "pueblo del molino".

La historia relatada por Clery en el Museo Cartref Taid, donde los turistas pueden visitar la casa de su abuelo y la tumba de Malacara, podría terminar en la llegada a aquel valle fértil y la fundación del nuevo asentamiento galés, pero sería un relato inconcluso.

¿Qué pasó con Malacara y por qué yacen sus restos en este lugar? Después de su proeza, el fiel caballo se repuso y vivió sus años restantes junto a John y su familia en la chacra donde fue sepultado al morir.

En este punto, ya estaría justificado el fin de la historia, sin embargo, Clery cierra el relato con un triste desenlace: "Mi abuelo descubre por qué mataron a los amigos" durante aquella primera travesía en el lugar que hoy se conoce como Valle de los Mártires.

Tiempo después de asentarse en Trevelin, en épocas prósperas de los molinos, Evans decide viajar a Carmen de Patagones para comprar caballos y mulas, y en el trayecto pasa por Valcheta, "un campo de concentración donde metían a los aborígenes y por medio de hambre, pena, exilio, tuberculosis, viruela, los liquidaban", dice Clery.

Así lo relata Evans en sus memorias: "Estaba en uno de los mejores momentos de mi vida: juventud, atractivo futuro y por lo general, logrando lo que me proponía. Por eso no podía comprender lo que nuestro camino recorría: toldos de indios que el gobierno había recluido en una reducción, cercados por alambre tejido de gran altura. En ese predio deambulaban tratando de reconocernos. Sabían que éramos galeses del Valle del Chubut y sabían también que en las maletas de un galés habría siempre un trozo de pan" ("bara", en galés).

Entonces, para mayor tristeza, el hombre encuentra allí a su amigo de la infancia: "No lo reconocí al principio, pero cuando escuché su insistente voz clamando 'bara', me detuve. Era mi amigo de la infancia, mi hermano del desierto, con quien tantas veces habíamos compartido el pan".

Clery cuenta que su abuelo, angustiado, intentó sin éxito comprar al tehuelche hecho prisionero y que "volvió a los dos años pero esos campos ya habían desaparecido, nunca lo encontró".

Todos estos relatos están escritos en los diarios y memorias de Evans, que su nieta logró traducir junto a su padre "del galés bíblico al castellano, porque ellos aprendían a leer y escribir con la biblia", explica Clery, orgullosa del arduo trabajo que le tomó seis años.

Además de esta interesante propuesta y del recorrido por el Museo Regional Molino Andes, la ruta galesa que propone la Secretaría de Turismo de Trevelin se completa con La Huella de los Rifleros, un itinerario que comienza en la Ruta 34 en la zona del Río Corintos; la visita al Molino Harinero Nant Fach, en la Ruta 259; y finalmente, sentarse a disfrutar de un exquisito té galés en una de las dos casas de especialidad que se encuentran en el pueblo.

Con información de Télam