TV y rating: el show debe continuar

23 de abril, 2022 | 19.00

La relación entre la televisión y los comportamientos sociales es como el cuento del huevo y la gallina. Todos sabemos que existe y que probablemente se genere un vínculo causal entre ambas dimensiones, pero lo que no podemos identificar es cuál va primero. A este panorama en la actualidad también se suman las redes sociales y las plataformas digitales, dispositivos comunicacionales que forman parte de un esquema más complejo, dinámico e integrado de medios de comunicación, cuyos contenidos se suelen hibridar. No obstante, la pantalla chica sigue siendo para muchxs una referencia ineludible sobre cualquier tema y el medio de comunicación que marca la temperatura política coyuntural.

TV y plataformas, una competencia falaz

En el marco de la pandemia los consumos se modificaron. Por las propias condiciones del momento histórico, las medidas gubernamentales de aislamiento social y el uso de los dispositivos de internet, aumentó el uso de las plataformas de streaming y el contenido multimedia. No solo porque jugaron un papel fundamental para garantizar el teletrabajo, sino también para el entretenimiento por medio de plataformas y aplicaciones de videos. Según la Encuesta sobre Consumo de medios y tecnologías de UADE, realizada en 2021, lxs argentinxs distribuimos nuestro tiempo de consumo diario de la siguiente manera: 5 horas promedio en redes sociales; 3.45 horas en contenido audiovisual; 3.41 horas en contenidos de audios; 1.57 horas en lectura; y 37 minutos en video juegos.

Agustín Espada es el Director de la Maestría en Industrias Culturales de la Universidad de Quilmes y Doctor en Cs. Sociales (UBA). En su cuenta de Twitter explicó que en los últimos meses la TV recuperó encendido en relación a 2020, especialmente en los meses intermedios y fríos. En este marco remarcó que “en las señales de TV paga, las señales de noticias se distanciaron del resto y crecieron en el share del encendido”. Espada explica que se ha gestado una relación dialéctica entre la TV y las redes, por lo que ciertos contenidos terminan tomando las lógicas y los lenguajes del mundo digital: “la estrategia tiene que ver con generar conversación, mostrar la capacidad de marcar agenda, y retroalimentar la agenda con las redes sociales. Eso demuestra el gran potencial que tiene”.

“Creo que es un momento relativamente bueno donde la TV ha demostrado gran capacidad para dos cuestiones. Primero para la información, más allá del formato en qué se presenta o si nos gusta o no, se ha consolidado de manera clara y definida como fuente de información y noticias. Y además es una gran fuente de entretenimiento a través de propuestas como Masterchef, o programas de preguntas y respuestas, concursos y magazines, que muestran que ha encontrado cierta estabilidad en cuanto a formatos y audiencias - señala Espada – hoy sigue siendo el único medio de comunicación generalista que puede poner a hablar de un mismo contenido a un pibe de 18 años, a alguien de 40 y a otro de 70. Esa trasversalidad no lo tiene otro medio”.

El show debe continuar

En los últimos años hemos presenciado un proceso de “espectacularización” de los programas de noticias y paneles de debate. Los condimentos de cinismo y el sensacionalismo, propios de programas de farándula o chimentos de los 2000’s, tendieron a imponerse por sobre el conjunto del campo periodístico. Esto provocó además una variación en los perfiles de lxs presentadorxs, periodistas y columnistas. La relación que muchos manejan es la siguiente: cuantos más show y menos escrúpulos, más rating. En las mesas de debate en programas como LAM, Animales Sueltos o A dos Voces, se juega con la idea de que la composición de los paneles es representativa de lo que pasa en la calle, o una suerte de equilibrio democrático. El objetivo es el relato de los sucesos de forma atomizada, la dramatización y el cotilleo, y la despolitización.

Si uno hace el ejercicio de prender la TV todos los días en el primetime y hacer zapping, verá que los formatos, caras y mensajes se repiten. La estrategia no es la sorpresa o la ruptura, sino por el contrario la construcción de hábitos. Cada audiencia buscará que le digan lo que quiere escuchar y reafirmen lo que previamente piensa. Para ello la herramienta más efectiva es la reproducción permanente de ideas preconcebidas, frases hechas, incluso relatos inventados pero muy fáciles de digerir e incorporar. Pierre Bourdieu en su libro “La Televisión” cataloga estas ideas como “fast thinkers que proponen fast food cultural, alimento cultural predigerido, prepensado”.

Alfredo Leuco es un caso ejemplar. Su rol a diario, tanto en su columna en el portal como su editorial en el Canal La Nación +, es defenestrar a Cristina Fernández de Kirchner, y quienes lo escuchan van en busca de eso. Repasemos algunos títulos y graphs de sus últimas intervenciones: “Hecha la ley, la trampa es Cristina”;  “El golpe de cristina contra Rosatti”, “Cristina y Putin, un solo corazón”; “Rosatti, el enemigo principal de Cristina”;” “Cristina no come vidrio y sabe que su única trinchera es el poder”; “Cristina, la reina que divide y reina”; “Al golpe palaciego de Cristina le falta el tiro del final”; “Alberto y Cristina son íntimos enemigos. Leuco le da su palabra”; “El golpismo de Cristina”; “Cristina quiere voltear a la cúpula de la Corte Suprema”.

Al respecto el especialista Espada sintetiza que “hay un trabajo fino para dejar muy pocas ideas, muy concretas y ruidosas. Eso se materializa en clickbaits y en la extrema explotación los zócalos, que muchas veces no demuestran lo que las personas dicen. Eso responde mucho al entretenimiento, al vivo y a las noticias”. Bourdieu analizó  que este medio “incita a la dramatización, en un doble sentido: escenifica, en imágenes, un acontecimiento y exagera su importancia, su gravedad, así como su carácter dramático, trágico”, y agrega: “la foto no es nada sin el pie, sin la leyenda que dice lo que hay que leer -legendum-, es decir, a menudo, meras leyendas, que hacen ver lo que sea. Dar nombre, como es bien sabido, significa hacer ver, significa crear, significa alumbrar. Y las palabras pueden causar estragos”.

El rating y los discursos de odio

Con la pandemia además se ha potenciado y acelerado el fenómeno socio comunicacional de los discursos de odio, que es consecuencia de un proceso mucho más amplio y previo ligado a la crisis de legitimidad de las instituciones tradicionales, el cuestionamiento a las democracias, el debilitamiento de ciertos valores y consensos. Según el informe “Discursos de odio en Argentina”, creado por el Laboratorio de estudios sobre Democracia y Autoritarismo (LEDA, UNSAM), los DDO son “cualquier tipo de discurso pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social”.

Quien representa sin dudas una novedad como portadora y puente de estos mensajes es Viviana Canosa, que en los últimos años pero sobre todo en su programa en A24 se erigió como la referente de un periodismo desfachatado, “rebelde”, sin filtros, repleto de insultos y alejado de lo políticamente correcto, capaz de decir o hacer cualquier cosa al aire sin temer las consecuencias. La fórmula fusiona un personaje disruptivo muy similar a lo que antes sostenían los programas de espectáculos , y la exacerbación de los DDO. A pesar de la incomodidad en muchos sectores, resulta atractivo a un sector amplio de la sociedad civil  que suele tener un promedio de 4 puntos de rating. Además corriendo su discurso hacia la extrema derecha logra traspasar ciertos límites históricamente consensuados y romper las barreras de su audiencia.

“Esto no es algo que pasa solo en Argentina. Creo que es una lógica y tendencia internacional, como pasó con la cadena Fox en Estados Unidos – señala Agustín - Pasa en todos los formatos, los medios y los temas. Es una tendencia que la TV ha tomado y explota también, pero no es exclusivo de los medios. Ahí en esas lógicas de discursos de odio y violencia hay una retroalimentación, básicamente porque hoy rinden. Creo que los medios lo sostiene porque les rinde. Hay muchas personas que están de acuerdo, y reflejan (mal) una situación de desgate, desencanto, fastidio y enojo. Esa situación tiene explicaciones tanto por derecha como por izquierda, pero les convienen las explicaciones fascistas. Además  vivimos en una sociedad bastante conservadora, machista, y que debe deconstruirse en muchos aspectos. Estamos ante discursos que apuntan a un sector muy grande del debate público que no distinguen clase social’.

Es que a pesar de que hay diferentes formas de medir la audiencia y la influencia como las tendencias en redes, el rating sigue siendo absolutamente trascendente. Pero además de una forma de medición, el rating funciona como instancia de legitimación. Es como el VAR en la TV, y ante una pregunta o cuestionamiento a una acción, discurso o comportamiento que puede parecer fura de lugar, se acude a la cifra como elemento habilitante del siga siga. Si funciona es porque está bien y no hay consecuencia social (incluso la muerte de un niño por consumo de dióxido de cloro) que pueda modificar un éxito televisivo.

La gran pregunta es qué hacer al respecto. Espada asegura que los DDO se combaten con formación en la audiencia, y también con formación para periodistas, conductores etc. Lo que hay que contemplar es que quienes dan lugar y envalentonan esos discursos, (empresarios, políticos, periodistas, dueños de medios) tienen una intención política y comercial para hacerlo. “Hay que ser muy conscientes de que hay herramientas para penalizar ciertos discursos y por otro lado, quienes no queremos que se reproduzcan no tenemos que ser facilitadores de eso. La censura no es una posibilidad ni una alternativa. No se pueden excluir expresiones. Pero sí creo que estamos haciendo poco para generar mejores condiciones en el debate público y sobre todo no terminamos de analizar y estudiar de manera concreta cuáles son los impactos o los daños que generar en las sociedades actuales. Hay que empezar a marcar cuando los discursos se exceden como con la xenofobia, ponen en peligro la seguridad nacional, o atendan contra la salud pública, esas cuestiones están reguladas y necesitamos un Estado más presente”, identifica el Doctor en Ciencias Sociales.