Cuando los médicos se vuelven pacientes: lo que sucede cuando los que curan enferman

En este artículo un grupo de especialistas* brinda pistas para pensar al respecto del consumo de sustancias y la negación a pedir ayuda por parte de los profesionales.  

13 de diciembre, 2022 | 09.29

Ya bien lo dice el colmo: “En casa de herrero cuchillo de palo”. Los profesionales de la salud somos primero seres humanos, por lo cual estamos sujetos a las mismas leyes biológicas que el resto. Entonces ¿qué pasa cuando el profesional de la salud es el que enferma? ¿Cómo enfrenta un médico su propia enfermedad? En concreto: ¿quién cura al que cura?

Cuando el trastorno que aqueja es la salud mental del profesional de la salud se despliega (al igual que en otro paciente) una preocupación por el estigma social, la cual  se ve potenciada por la vergüenza y la necesidad de cumplir un rol asistencial ante la sociedad y los colegas; lo que termina siendo contraproducente al momento de pedir ayuda. En este escenario, el peor rol es el del trastorno por uso de sustancias por parte del profesional en práctica asistencial.

El trastorno por uso de sustancias ocurre en un porcentaje similar en los profesionales sanitarios y  la  población general. Sin embargo, esta población tiene mayor prevalencia de abuso de sedantes y opiáceos, en comparación con otros pacientes. Como en muchas entidades, es la interrelación de estos factores generales con factores ambientales los que pueden dar inicio al trastorno, pero los factores específicos de la profesión accionan perpetuando el trastorno y obstruyendo el pedido de ayuda por parte del profesional.

El desequilibrio de quien recomienda equilibrio

Existen estudios que señalan diversos aspectos de estas profesiones que predisponen a adicciones, algunas desde los inicios de la formación en una especialidad médica. Las jornadas laborales extensas, el trabajar en contacto con el sufrimiento y la muerte de seres humanos, la desconexión con la familia, la exposición a exigencias intelectuales muy altas, los trabajos a deshoras, la despersonalización, el acceso a sustancias psicoactivas son desafíos enormes para el equilibrio de la salud mental de un profesional.

Además, existen rasgos de la personalidad: los médicos suelen ser perfeccionistas, competitivos, autoexigentes, independientes y se sienten menos cómodos pidiendo ayuda a los demás; lo que podría asociarse a un mayor riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de sustancias. También los médicos suelen utilizar sofisticados métodos de racionalización para justificar su comportamiento, lo que hace más difícil el pedir ayuda. Por otro lado, el  poseer habilidades que hacen a un buen profesional, como la empatía, la autonomía, el ser resolutivo juegan en contra a la hora de priorizar la salud personal y reconocer que se requiere ayuda.

Esta problemática ha despertado en colegios médicos y entidades asociadas el desarrollo e implementación de programas de atención para profesionales (sobre todo médicos). Tal es el caso de países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia y España. Particularmente en Barcelona se inició el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME) el cual se orienta a trastornos de salud mental, que incluye el trastorno por uso de sustancias y que ha sido acogido a nivel global en España y por diversos países de Latinoamérica. En Argentina, funciona en el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires el Programa de Atención de la Salud Mental al Médico Enfermo (PASMMe) desde el 2005  para el distrito III y el  Programa de Asistencia al Médico en Crisis (AMEC) desde el 2018 en el distrito V .

Una experiencia puertas adentro

En la población que asistimos dentro del ámbito privado del Dispositivo Pavlovsky comenzamos en 2021 una experiencia grupal de tratamiento conformado por médicos, psicólogos y profesionales de otras ramas de la salud con buena acogida por parte de los pacientes. En la exploración de cómo pueden utilizarse las intervenciones individuales y organizativas para la prevención de adicciones en profesionales de la salud se entrevistó a dos pacientes integrantes de la experiencia grupal, con identidad reservada y que dieron su consentimiento para la publicación de este escrito.

Ante la pregunta: ¿Te ofrecieron ayuda en tu espacio laboral? El paciente 1 acotó: “No llegue a pedir ayuda porque me daba vergüenza, por el estigma social. Miedo a sentirme humillada/o. Por sentir que defraudo a los otros”. Mientras que el paciente 2 respondió: “La misma gente del sistema de salud no reconoce esto como una enfermedad. Era la/el falopera/o y no me pude sacar esa etiqueta”. Agregó: “¿Quién se va a atender con un/a médico/a que se droga?, no puedo pedir ayuda en mis trabajos porque me despiden”. 

La paciente 1 respondió a la pregunta: ¿Alguna vez, durante la formación o en tu trabajo, te brindaron herramientas para prevenir o afrontar estrés laboral?: “Nunca, todo lo contrario, cada vez me sobrecargaban de más trabajo y puestos de más estrés. Sentí la necesidad de pedir licencia pero nunca la pedí, no me animé a hacerlo porque sentía que los pacientes me necesitaban. No encontré nunca contención, no hay herramientas para cuidar al que cuida”.

La siguiente pregunta fue: ¿Algunas situaciones de estrés laboral en tu profesión consideran que propiciaron o generaron un aumento en el consumo? Paciente 1 respondió “Si, tuve síntomas de estrés (labilidad afectiva, crisis de llanto, vulnerabilidad), me sentía discapacitado/a para poder escuchar, motivo por el cual cancelé mi agenda. Ahí decidí dejar de trabajar y aumenté mi consumo”. Mientras que el paciente 2 refirió: “Empecé el consumo antes pero muchas cosas que viví en el trabajo las tuve que anestesiar con consumo, hacer cuatro guardias seguidas, dormir poco, que te paguen mal, la pérdida de respeto al médico/a propicia el consumo”.

Y ante la pregunta: ¿Te sentiste juzgado por algún colega o en desventaja laboral por tu consumo?: El paciente 2 dijo: “Muy juzgada/o, como si por drogarme no tuviera derecho a ser médica/o”.


*Luciana García, Berenice Rabade, Victoria Menéndez, Josefina Serritella y Federico Pavlovsky.

Con información de la Agencia de Noticias Científicas