A cuatro años de la pandemia, y en medio de una crisis social y económica que se ha sostenido en el tiempo, todavía seguimos identificando, a cuenta gotas, las consecuencias del confinamiento, sus efectos emocionales, afectivos, físicos, como socioculturales, que generó la interrupción abrupta de la vida cotidiana en la trama social, las conductas de las personas y los nuevos modelos de subjetividad.
Entre las dimensiones sociales más afectadas se encuentran la salud mental y el bienestar. El contexto de encierro e imprevisibilidad de la pandemia puso en evidencia la necesidad de entablar una conversación pública en términos sociales y abordarlo desde los Estados, rompiendo con el tabú, el silencio y los estigmas con los que históricamente había cargado el tema. Sin embargo el incentivo casi a diario a trabajar la gestión personal de la salud mental adentro de las casas, en búsqueda de soluciones eventuales desvinculadas del contexto sistémico, terminó abonando a un proceso de privatización e individualización de la salud mental.
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Según los especialistas, y los informes de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), estas transformaciones se advierten en dos aspectos. Por un lado, el aumento significativo de problemas como depresión, ansiedad, adicciones, y mortalidad por suicidio, entre otras afecciones. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la crisis del COVID-19 generó un aumento de 25% en los casos de depresión y ansiedad a nivel mundial; y paralelamente un “fuerte aumento” en la venta y consumo de psicofármacos, sobre todo antidepresivos, antipsicóticos y, en especial, los hipnóticos y sedantes, para pacientes diagnosticados o con manifestaciones psicológicas como ansiedad, dolor, tristeza, inseguridad, miedo, disminución de la concentración, sensación de pánico, insomnio y cambios en los horarios de sueño.
Pero además la crisis de salud mental se evidenció en las falencias de un sistema de salud público y privado que no pudo contener el aumento de la demanda de consultas a los profesionales. Paradójicamente mientras se vivía una situación de extrema vulnerabilidad, incertidumbre, miedos, frustración y falta de perspectiva, quienes acudían en busca de ayuda profesional se encontraban con interrupciones y limitaciones en el acceso a los servicios y terapias, la imposibilidad de una atención presencial, y las deficiencias en los servicios de urgencias.
Ese combo explosivo incentivó a muchas personas a buscar ayuda psicológica o psiquiátrica a través de consultas a distancia o intervenciones efectivas en el corto plazo. Llamativamente esto posibilitó el acercamiento de algunos sectores sociales a otro tipo de terapias y figuras alternativas, con mucho marketing y fácil acceso, como el coaching ontológico, los contenidos de divulgadores, el mindfullnes, los servicios de influencers de bienestar y crecimiento personal, y los contenidos de autoayuda cuyos métodos, más cercanos al conductismo, implican la puesta en marcha de “recetas” o planes preformateados de aprendizaje y desarrollo por un tiempo limitado, a partir de casos ejemplares de éxito, y la práctica de acciones de forma repetida y mecanizada. La gran mayoría de estos contenidos se compone de relatos biográficos, reflexiones subjetivas y opiniones disfrazadas de autoridad por compartir terminologías del campo científico.
El boom de la autoayuda
En los últimos años creció exponencialmente el consumo de libros, podcasts y contenidos de “self-help” (autoayuda), posibilitado, como se mencionó, por las consecuencias que habilitó el encierro pandémico, el giro hacia la privatización de la salud mental, la divulgación en el ámbito de la psicología, y la capilaridad y “democratización” que proponen las redes sociales y plataformas digitales. Si bien los contenidos de este tipo tienen casi un siglo de historia, su expansión se relaciona a cambios políticos y socioculturales recientes. Llama la atención en este sentido la fuerte pregnancia que han consolidado en esta época en distintos sectores sociales y deferentes culturas nacionales.
Según los rankings de los libros más vendidos en 2024 de varias tiendas online como Buscalibre Argentina, Estación libro, o Planeta de libros, entre los títulos más populares del género se destacan: “Hábitos Atómicos”, de James Clear; “El duelo” , Gabriel Rolón; “La Felicidad”, de Gabriel Rolón; Comer para sanar, del Doctor Bayter; “Este dolor no es mio”, de Mark Wolynn”; “Recupera tu mente, reconquista tu vida”, de Marian Rojas Estapé; “Tu cerebro tiene hambre”, de Boticaria García; “Detrás del ruido”, de Ángel Martín; Zensorialmente, de Estanislao Bachrach; y “El camino del despertar”, de Mario Alonso Puig. No hace falta más que pasar alguna vidriera de las grandes cadenas de librerías comerciales para ver cómo estos libros están dispuestos y destacados en primer plano entre sus Best Sellers como estrategia de marketing para atraer nuevos clientes.
A diferencia de una terapia o un acompañamiento profesional que requieren tiempo, recursos económicos, comprensión histórica y en muchos casos capital social, el mensaje sencillo y positivo que proponen las prácticas de autoayuda sirven para despertar empatía y enganchar a los individuos tomados como consumidores, bajo la ilusión de entender mejor lo que les pasa y llegar a una solución rápida de problemas complejos, que depende exclusivamente de nosotros y nuestra voluntad. La clave fundamental reposa en la capacidad de resiliencia, de cambio de los sujetos y su readaptación en medio de la incertidumbre.
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Nos cansamos de leer en libros, tazas, remeras y carteles de diseño, frases y lemas de superación personal, que prometen alcanzar tu mejor versión: “No tengas miedo de fallar, ten miedo de no intentarlo"; "El éxito no es un destino, es un viaje, disfrútalo”; “Cada día es una nueva oportunidad para intentar lo que quieras”; “La vida se encoge o se expande en proporción a tu coraje”; “Quien no arriesga, no gana”. Lo que a primera vista parece una inocente frase inspiradora y motivacional, esconde en su interior una peligrosa genealogía: la necesidad de consolidar un sistema lingüístico y sociocultural que ponga el acento en el individuo abstracto, y no en las condiciones socioeconómicas del contexto, o en otras palabras, se trata de privatizar el malestar ignorando las causas estructurales, sistémicas .
El empresario de sí mismo, el sujeto ideal del liberalismo
Ante la evidencia se hace necesario comprender que, además de ser una tendencia o moda, el consumo de libros de autoayuda representa un fenómeno de época vinculado a la reproducción del modelo de subjetividad hegemónico: el empresario del propio de sí mismo por el que cada uno es responsable, hacedor de sus éxitos y sus fracasos, su felicidad o infelicidad, salud o enfermedad, que en esta línea, dependen de la voluntad y el estilo de vida. Pareciera ser que ya no es necesario cambiar el mundo o transformar el modelo de producción y consumo, tampoco acompañar proyectos políticos que propongan mayor igualdad o una distribución más justa de la riqueza . El cambio estructural, sistémico es abandonado en favor del cambio subjetivo y para alcanzar el éxito, el dinero, la salud y la felicidad solo podemos y debemos esforzarnos en cambiarnos a nosotros mismos y a nuestro ser, es decir trabajar en nuestra subjetividad.
No casualmente, el libro de autoayuda financiera “Padre rico, padre pobre”, de Robert Kiyosaki (1997) es un best seller mundial y se ha convertido en escuela de los libertarios y cripto Bros de internet. Lo que plantea es que para lograr el éxito, una “libertad financiera” que te permita vivir sin trabajar poniendo el “dinero a trabajar”, las personas deben esforzarse activamente para modificar su yo, romper los miedos y dependencias que fueron inculcados por la educación, la familia y las instituciones tradicionales, y afrontar los riesgos que se le presenten. Para el autor las personas ricas no construyen su riqueza en base a la acumulación de capital o la explotación de otros, sino que poseen una “mente rica” y hacen que “el dinero trabaja para ellos/as”.
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Tal como sucedió en los 90’, la retórica de la autoayuda y la crisis como oportunidad encajan en medio de un contexto social de ajuste, despidos, fragmentación y creciente violencia social. El axioma fundamental es que el sacrificio individual valdrá la pena y dependemos de nuestra voluntad y esfuerzo para pasar a una mejor situación. El efecto político es la desarticulación y desmovilización social, el quiebre de la organización colectiva, la desconfianza en el Estado y el desguace de la base comunitaria, condiciones necesarias para la prolongación en el tiempo y el triunfo del modelo liberal libertario en la batalla cultural y política.