Las mujeres representan el 54% del sistema judicial argentino, pero ocupan tan solo el 25% de los cargos de mayor jerarquía, según un estudio realizado por Fundar, organización dedicada a la investigación y el diseño de políticas públicas para el desarrollo de una Argentina sustentable e inclusiva. En diálogo con El Destape, Johanna Cristallo, directora de Justicia de dicha entidad, explicó que esta problemática se conoce como "techo de cristal": "Es un concepto que se usa con frecuencia para analizar los impedimentos que tienen las mujeres para ocupar puestos de decisión y de responsabilidad, tanto en instituciones públicas como privadas”.
El techo de cristal, según la abogada, está conformado por barreras invisibles que se le presentan a las mujeres para llegar a cargos de poder: “En general la mujer llega hasta cierto lugar. ¿Por qué no llega a ser socia de un estudio jurídico o a ser jueza de la corte, camarista, o directora de una empresa? Hay algo ahí que traba el acceso y esto está fundado en un montón de motivos”, resalta. En el informe "Techo de cristal en la Justicia: estudio empírico sobre los procesos de selección de jueces y juezas" se relevan las razones por las cuales es más difícil que exista una mujer ocupando un cargo jerárquico.
Las tareas de cuidado, una desigualdad estructural
Gracias a su estudio, la doctora Cristallo detectó que la razón principal por la cual es menos frecuente que las mujeres concursen por cargos de alto rango tiene que ver con un proceso de selección que no contempla las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres.
Socialmente, quienes suelen estar a cargo de las tareas de cuidado de los miembros de la familia son las mujeres, y esto representa una tensión constante entre la vida familiar y la profesional imposible de soslayar. “Para presentarte a un concurso necesitás determinados años de trayectoria, cumplir con ciertos requisitos como tener publicaciones, posgrados, ser docente. Si una tiene hijos y trabaja todo el día, es muy difícil conciliar eso con ir a dar clases, hacer una maestría y publicar trabajos”, explica.
Además, revela que “uno de los hallazgos del estudio es que hay una muy baja inscripción de las mujeres a concursos por puestos de poder debido a la falta de incentivos para inscribirse”. A pesar de estar, en promedio, mejor capacitadas, apenas el 23% se presenta a competir por el cargo de jueza, mientras que el porcentaje de los varones corresponde al 77%.
Apenas el 23% se presenta a competir por el cargo de jueza, mientras que el porcentaje de los varones corresponde al 77%.
“Ahora bien, lo que también pudimos observar es que tenemos un 25% de camaristas mujeres frente un 75% de camaristas varones, y estos porcentajes no variaron en los últimos 11 años que tenemos relevados”, detalla la autora.
Esto implica que hay Cámaras donde directamente no hay mujeres, entonces las miradas son distintas. Cristallo advierte que la principal consecuencia de esto es la consolidación y perpetuación de una mirada hegemónica que predomina. Y si no se generan las condiciones para que se contemplen estas desigualdades, probablemente va a ser muy difícil incentivar a una mayor inscripción de mujeres a estos cargos y que lleguen a ocuparlos.
A su vez, el estudio reveló que una vez que las mujeres logran atravesar las gran barrera de la inscripción, en general les va bien: rinden buenos exámenes y tienen buenos antecedentes. Incluso avanzan con mejores resultados que los varones en las sucesivas etapas de los concursos. “El problema es que como está planteado el sistema de selección hoy, genera que se desincentive a la inscripción”, remarca.
Ausencia de perspectiva de género y generacional
A su vez, el estudio hizo foco en la cuestión etaria. Cristallo señala que el actual diseño de los procesos de selección de los concursos no solo perjudica a las mujeres, sino a los postulantes jóvenes en general.
En las instancias evaluativas se pudo detectar que hay una relación inversa entre la edad y la idoneidad, es decir, cuanto más joven es la persona que se postula, más puntaje saca en esos exámenes. “Probablemente porque tiene que compensar sus pocos años de experiencia con el puntaje del examen, pero sucede que actualmente a esas personas les es muy difícil llegar al cargo”.
Aún sacando el puntaje más alto, si esos aspirantes no cuentan con cierta cantidad de años de ejercicio, publicaciones, años de docencia y posgrados es probable que no queden seleccionados, y eso también hace que no haya una mirada generacional, además de la ausencia de perspectiva de género.
Una posible solución: la selección inclusiva
La doctora indica que el primer paso hacia un sistema judicial más inclusivo sería rever las reglas que rigen estos concursos y que se contemplen las desigualdades estructurales a las que históricamente han sido sometidas las mujeres.
Asimismo, “tenemos que pensar cuál es el perfil de juez o jueza que la sociedad quiere y necesita, y reflejar esto en la puntuación de los exámenes en relación a los antecedentes”. De esta forma, como tanto las mujeres como los postulantes jóvenes en general suelen sacar notas altas, lograrían tener posibilidades reales de alcanzar cargos de poder, lo que generaría construir un espacio de representación de intereses más heterogéneo.
Finalmente, otro de los puntos en los que hace hincapié tiene que ver con la importancia de que haya un presupuesto y recursos asignados para pensar y desarrollar este tipo de políticas con perspectiva de género.
Para ello, es necesario contar con los datos que permitan evaluar y monitorear las distintas políticas de acción positiva que se implementan y de este modo ver su rendimiento. A Cristallo recabar la información para su estudio le tomó tres años, dado que la recopilación fue hecha dato por dato al no contar con un registro sistematizado.