Gordofobia en la TV: el caso de Ariel y la discriminación en Gran hermano

11 de febrero, 2023 | 19.00

Los realities shows llegaron para quedarse. Desde hace años que este formato, que coquetea con exponer la intimidad y llevar al límite a las personas, se ha convertido en un éxito medido en audiencias y niveles de repercusión. El actual ciclo de Gran Hermano (Telefe), conducido por Santiago del Moro, comenzó en octubre de 2022 y encabeza desde entonces todas las mediciones en la semana y durante las “galas de eliminación”. Conjuntamente, teniendo en cuenta que compite con las plataformas de streaming, redes sociales y los contenidos on demand, GH se puede ver en vivo y en directo las 24 horas a través de Pluto TV. El último fin de semana llegó a un pico de 23,6 puntos, justo el día de la eliminación de Ariel Ansaldo, quien debió abandonar la casa por el 55,21% de los votos.

El apodo de Ariel es “Big Ari”. Básicamente porque es gordo, el único gordx que pasó por la casa más famosa de la Argentina en esta temporada. El parrillero de Berazategui tiene 45 años, es licenciado en Comunicación Social y actor, entre otras cosas. Ariel no ingresó al juego desde la primera semana de transmisión, sino que se sumó en diciembre después de un repechaje. Cuando irrumpió lo hizo presentándose como una persona divertida: “Quiero entrar a la casa para hacer divertir a la gente y dejar de correr detrás de la guita. Si hay algo que me encanta, ante todo, es reírme de mi mismo”.

Sin embargo ya desde su arribo se sintió rechazado y discriminado en varias oportunidades por su peso y contextura, al punto que uno de los participantes lo apodó “ballena asesina”. Según relata Ignacio Dunand, periodista especializado en Cultura y Espectáculos de El Destape, Ariel entró con una actitud de ganador del juego, con mucho autoestima, creyendo que “iba a pasar a todos por encima” y eso generó una imagen mediática negativa alimentada por las interacciones en redes que suelen ser bastante dañinas. “A eso se suma que no es una figura de tipo hegemónica, pensando en los parámetros de belleza y los parámetros estéticos que todavía pesan sobre la televisión. Entonces tenemos un gordo con mucho autoestima, que no responde a lo que se considera bello en televisión, odiado por la mitad de Twitter, y por el resto de los participantes”, explica Ignacio.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Con el correr de las semanas, los ataques y discursos de odio se incrementaron potenciados por los roces que mantuvo con Alfa, el participante de más edad que acumula una serie de acusaciones de acoso, violencia y negacionismo. Llegó a decir, en tono jocoso, que si a Ariel lo atropellara un tren “van a saltar pedazos de gordo”.  “Ansaldo tuvo muchos problemas de entrada, básicamente porque Alfa lo tomo de punto y empezó a discriminarlo por su peso y su torpeza", expresa Dunand. Y agrega: "En las redes sociales muchos se colgaron de este odio para seguir reproduciendo memes y reírse”.

Como también pasa en la sociedad, los comentarios gordofóbicos y las alusiones despectivas sobre el peso de las personas, en este caso Ariel, fueron bastante habituales en la casa, y por eso desde una organización llamada la Fundación por la Paz se presentó un pedido de amparo y se exigió la expulsión de  Walter Alfa Santiago del reality de Gran Hermano 2022 por el bullying, la discriminación y el nivel de maltrato recibido en el marco de la convivencia.

La única medida que tomó en el momento la producción con el agresor fue una advertencia: “Gran Hermano, que es la voz en off que cita a los participantes, lo llamó a Alfa al confesionario para advertirle que deje de burlarse de Ariel. Para mí no fue suficiente, pero las reglas de la televisión quizás no son las mejores o las que uno pensaría como correctas. Pienso que es irónico que el canal que tiene el eslogan del ‘Canal de la familia’ de pronto reproduce contenidos gordofóbicos, homofóbicos, y de violencia contra la mujer, y no pasa nada” . No poner límites a tiempo a los discursos de odio puede habilitar la legitimación, su banalización, y posteriormente una escalada en los niveles de agresión.

No casualmente estas expresiones también se escucharon en los paneles televisivos. La periodista Analía Franchín en medio de una discusión por las compras de la semana enunció: “Yo no entiendo cómo quieren que no se mueran de hambre, si se muere de hambre él que es el hipopótamo de Pumper Nic. No para de comer, chicos”. Las reacciones tras el comentario gordofóbico, no tardaron y hasta llegó a intervenir Luis Zerda, exparticipante de Cuestión de Peso conocido como Luisito, quien señaló el doble discurso de la comunicadora teniendo en cuenta que “en todos los programas se habla de la gordofobia y a la primera de cambio pasan estas cosas”. En este sentido Ceferino Reato, uno de los panelistas de “El Debate” expuso lo que muchos piensan pero pocos se atreven a verbalizar: “Hay que decirlo de una vez: a mucha gente le molestan los gordos, obesos. Ser gordo en la Argentina es feo. Siempre tenés que estás explicando y acá hay un culto excesivo a la figura”.

Sobre el papel que juegan los medios de comunicación, lxs periodistas de espectáculos y comunicadoras a la hora de analizar las situaciones conflictivas y violentas en programas de tanta llegada, como Gran hermano, Dunand entiende que es insuficiente y hasta termina legitimando el maltrato y la discriminación: “En muchas ocasiones se denuncia el acto repudiable, pero desde la farandulización y la espectacularización del hecho que es lo que vende, genera clicks y mayor permanencia en un sitio web o mayor lectura en un diario. No termina sirviendo de nada la denuncia de gordofobia. Ahí también se abre otro gran debate en torno a cómo está la comunicación, cómo están los periodistas y el periodismo actualmente”.

Los realities shows, además de ser un contenido de entretenimiento y un producto cultural, juegan a representar un modelo social, modos se ser y actuar, que se retroalimentan con las audiencias. Gran parte de su atractivo surge del espejo de las audiencias. Los consumidores se sienten interpelados por los discursos, se reconocen en los comportamientos de los participantes o se ven representados en las formas, gustos musicales, códigos generacionales, entre otros.

“Los comentarios discriminatorios y la gordofobia son horrorosos y me parece todavía peor que en un programa que lidera el primetime de la televisión abierta argentina haya este tipo este tipo de acciones y actitudes. Parece que no aprendimos nada de experiencias como Showmatch o el Bailando. Estamos hoy, varios años después, reproduciendo y consumiendo otras violencias. No es solo consumo irónico y decir ‘lo miro porque me divierte’. Los más grave es que estos contenidos se consumen y después las personas reproduce esas actitudes”, observa el especialista en Cultura y Espectáculos.

Ya en el inicio de la undécima edición del certamen, cuando se anunciaron los 18 ingresantes, quedó en evidencia que se trataba de una selección poco representativa de la diversidad social y corporal. Si bien del Moro inauguró la temporada con la expresión  “La sociedad argentina está acá adentro”, lo que se vio fue una reproducción pensada y planificada de cuerpos hegemónicos y discursos estereotipados, sobre todo del plantel femenino formado por mujeres hegemónicas y jóvenes. Ese respeto por la diversidad, de los cuerpos, las identidades y las edades, que la sociedad demanda e incluso se ha plasmado en diferentes políticas públicas en los últimos años, en Gran Hermano parece no existir y tampoco sorprende que así sea.

Esta estandarización de los cuerpos y las presiones sobre la estética de las personas no se producen exclusivamente en Gran Hermano, sino que son una característica vertebral de las producciones audiovisuales y la industria mainstream del entretenimiento. A pesar de las conquistas sociales en materia de derechos, todavía cuesta encontrar cuerpos heterogéneos, personajes gordos, marrones, trans, viejos, o con discapacidades. Los estándares corporales siguen siendo poco realistas ya que están atados a exigencias del mercado y decisiones empresariales sin responsabilidad social.

“Principalmente se siguen mostrando cuerpos hegemónicos y estéticamente aceptables porque es lo culturalmente ‘bello’ y deseable. Se han hecho experimentos de poner personas con cuerpos reales, por ejemplo en la conducción o como panelista, y no es la misma respuesta del público. Esto no ha cambiado por más deconstrucción que quieran instalar", subraya el periodista cultural. Y agrega: "En varones es un poquito más equilibrado, pero en el caso de las mujeres es muy claro que sigue habiendo una mandato muy fuerte. Son todas muñequitas Barbies y eso es preocupante porque construye una imagen hegemónica que llega a todo el país. Ni siquiera los canales ‘más progres’ tienen la iniciativa de romper con esto de forma sincera. Hoy hay dos o tres conductoras trans, que es algo súper positivo, pero igualmente son muy hegemónicas y atractivas, y no tenés casi conductoras que están por fuera de esas características”.

La gordofobia no se plasma exclusivamente en la negación o discriminación de las personas gordas sino en su esencialización, es decir la reducción total de la identidad de una persona a ser gordx. En el caso de Ariel se vio claramente como se lo colocó inmediatamente en el lugar del gordo que se ríe de sí mismo, algo muy frecuente en la ficción. "Yo también romantizaba la gordura - contó recientemente Ariel al aire de LAM – yo siempre me cargué a mí mismo para que los chicos se rían”. Y agregó “después me di cuenta, con la obesidad que no me podía cargar yo, porque me ven pibes que van a la escuela y no es así”. De esta manera en la industria del espectáculo se tiende a reducir toda su complejidad y subjetividad a un lugar común, trillado, estereotipado, caricaturizado que es blanco directo de burlas y agresiones. Al gordx además se lo deshumaniza y humilla a punto tal que debe ceder su bienestar, respeto, y dignidad solo para pertenecer y ser aceptado socialmente.

Cabe preguntarse si el caso de Ariel, por el nivel de exposición de GH, puede llegar a impulsar cierta concientización sobre la necesidad de identificar y problematizar la gordofobia aún presente en gran parte de nuestra cultura. No obstante la posibilidad de una experiencia enriquecedora de debate se licua por las propias características del formato narrativo de los realities shows y la cultura del consumo actual que nos propone un contenido atrás de otro y no deja espacio para la duda o el pensamiento crítico. “Me parece que se quedó ahí el análisis y que la gente ya se le olvidó, porque básicamente en un reality lo que genera la magia, el juego y que parezca tan divertido es la fluidez. Sucede que es todo muy licuado, muy efímero, y muy fugaz porque esas son las reglas: todo rápido, estimulación constante, sin pensar”.

La sociedad necesita medios de comunicación, una industria del espectáculo y el entretenimiento que proponga contenidos innovadores que no solo se midan su alcance en rating y publicidad, sino en aportes sociales. En un juego tan performático como Gran Hermano, cuyo valor principal es el conjunto de los vínculos que allí se desarrollan y cómo se construye una propia dinámica social, podría ser enriquecedor la incorporación de mecanismos de identificación y demarcación de los límites a la violencia, la misoginia, el racismo, la gordofobia, la homofobia y cualquier tipo de discriminación en general.

MÁS INFO
Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.