“Ahora su hija sabe que sabemos dónde vive su mamá”, escuchó la mujer de 83 años de boca del tipo que la había encerrado en su dormitorio. En el living del pequeño departamento de la zona del centro de CABA, otros dos hombres jóvenes hacían el simulacro de buscar dinero tirando un pocos libros al piso, abriendo puertas y cajones, desparramando ropa doblada. No fue un robo, sino la manera directa de hacer llegar una amenaza. La destinataria es María Medrano, presidenta y fundadora del Colectivo YoNoFui, una organización feminista con más de 20 años de trayectoria que acompaña a mujeres cis y trans en contexto de encierro penal, en su trayecto a la libertad y la inserción social, que litiga con el Estado para que no pierdan vinculación con sus hijos e hijas y que acompaña, entre otras cosas, a la única sobreviviente de la masacre lesbicida de Barracas.
¿Por qué amenazar a una militante social y feminista? ¿Por qué a esta agrupación? Las respuestas no son fáciles, están en construcción. YoNoFui trabaja en temas sensibles, con personas que este gobierno considera descartables, mujeres y trans que atravesaron la cárcel, personas pobres que encontraron en el colectivo la chance de politizar sus vidas, literalmente de darlas vuelta. “María Medrano se lanzó a un matadero con unos cuantos poemas y lo cambió todo”, dijo Eva Reinoso en la conferencia de prensa que en la Legislatura porteña denunció este grave amedrentamiento. Eva es una de esas pibas que habitó los pabellones de la cárcel, ahora es una de las integrantes de YoNoFui, un cuadro político que segundea a sus compañeras en ese camino de construir vidas que merecen ser vividas. Habita la Casa Andrea, una casa colectiva que comparten entre algunes integrantes de YNF y de No Tan Distintes (NTD), otra organización feminista que acompaña mujeres y trans en situación de calle.
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YoNoFui señala la responsabilidad del Estado en las trayectorias de vida dañadas por un punitivismo que genera pánico a la pobreza y que hace de la seguridad un discurso único sobre quiénes son peligrosos y quiénes no. Señala esa responsabilidad y pide reparación: a través de tramitar subsidios habitacionales, por ejemplo, o defender la revinculación entre madres y sus hijes, de buscar asistencia y no castigo para quienes están atravesando consumos problemáticos. Hace valer derechos, esos derechos que ahora se pretenden convertir en mercado y sino, hacerlos desaparecer. ¿Alcanza esta militancia para ser objeto de amenaza en el primer año del gobierno de la crueldad?
No es posible saberlo todavía. La violencia que se desplegó este año desde lo más alto del poder, tanto en la represión callejera como en los discursos y discusiones públicas, la estigmatización deliberada de algunas identidades -desde militantes sociales como Fernanda Miño, militantes de Derechos Humanos (como la integrante de HIJOS, Sabrina Bolke, atacada a principios de año), feministas, personas lgbtiq+ que sufren violencia- y también de las organizaciones sociales ha sido intensa. Y lo que es peor, ha tenido algunos resultados a un año de asumir Javier Milei. A la protesta social se le ha llamado “piquetes” y no son pocas las personas que ven en la circulación del tránsito sin manifestaciones un activo de este gobierno.
Lo que es seguro es que esos tres tipos bien vestidos, de hablar correcto, que actuaron sin desplegar violencia física y se ocuparon de inhibir las cámaras del edificio donde vive la madre de María Medrano -se reserva su nombre por precaución- para cubrir tanto su entrada como su salida sin forzar la puerta principal tenían muy claro a qué iban y, como ya se dijo, no iban a robar sino a dejar un mensaje que pretendió aleccionar, instalar el miedo. “Sí, podemos tener miedo, mi mamá tiene miedo de que me pueda pasar algo, mis compañeres y yo tememos por lo que le pase a ella, pero el miedo no nos va a paralizar ni a encerrar. Seguiremos luchando por construir las vidas que queremos”, dijo María en la conferencia de prensa que llenó el Salón Juan Domingo Perón de la Legislatura de Buenos Aires.
Las legisladoras Victoria Montenegro, de Unión por la Patria, y Andrea D’Atri, del FIT, fueron las anfitrionas de esta conferencia destinada a comunicar, por supuesto, pero también a re tejer redes feministas y populares que son el sostén necesario frente a las agresiones. También estuvieron presentes la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la adhesión de Taty Almeida -entre más de un centenar de adhesiones, Yamile Socolovsky, una de las dos secretarias de género de la CTA ahora unificada, Clarisa Gambera, secretaria de género de ATE Salud, Georgina Orellano, presidenta de Amar, Eli Gómez Alcorta, ex ministra de Mujeres y Diversidad, Vanina Biassi, diputada del FIT; y dos centenares de activistas que colmaron la sala en este final de diciembre que no da descanso.
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“Ahora lo puedo decir, ¡Abuelas encontró un nuevo nieto!”, anunció Victoria Montenegro, nieta recuperada ella también y la sala estalló de alegría. Fue como una constatación perfecta de que la persistencia y la resistencia tiene frutos, que el camino de Memoria, Verdad y Justicia que se pretende empañar no se detiene. Esa coincidencia entre la denuncia y el festejo por una identidad recuperada más es una postal de este año, de este fin de año que encuentra a la población polarizada entre la confianza en una gestión de gobierno cada vez más autoritaria y el rechazo a sus políticas de crueldad. Cada vez que se recupera a un nieto o nieta apropiada la verdad vuelve con fuerza, también la ternura, ese afecto que tantas veces se desprecia como si fuera debilidad pero es la argamasa de la resistencia política, de la militancia con otros y con otras.
Queda por delante la investigación para saber quiénes y por qué dejaron este mensaje amenazante hacia un colectivo feminista como YoNoFui, queda también un tramo para que termine el año, esa convención de calendario que de todos modos trae la ilusión de un comienzo nuevo. En estos días miles de trabajadores y trabajadoras de la Secretaría de Derechos Humanos están siendo despedidxs, habrá hoy mismo un abrazo al sitio de memoria reconocido como patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Es así como se va 2024, entre resistencias y abrazos; entre el deseo de juntar fuerzas y no soltarse las manos, de poner un freno a esa batalla cultural que busca que sólo se confíe en el individualismo a través de tejidos colectivos que puedan recuperar a la política como una herramienta para hacer un mundo más justo en el que nadie sea descartable.