El Aislamiento Social provocó, entre tantas otras cosas, un sinfín de modificaciones en la rutina diaria y un inevitable impacto en los vínculos. Las parejas convivientes, o que decidieron pasar la cuarentena juntos, debieron adaptar y amoldar sus dinámicas a esta nueva realidad que tiene como eje la permanencia en el hogar durante tantas horas ( y días) seguidas.
Si a esto le sumamos el teletrabajo, la educación a distancia, las tareas dentro del hogar, que con la pandemia quedó más evidente que nunca que recaen sobre las mujeres, y las repercusiones emocionales que genera la situación en sí misma, dan como resultado un combo difícil de maniobrar.
“Al principio, el aislamiento se veía disfrazado por las tareas y juegos para compartir con les niñes. Pero eso borra, de alguna manera, la subjetividad adulta que en ciertos momentos necesita estar sin niñes”, aseguró la psicoanalista Miriam Maidana, en relación a las familias denominadas “tipo”.
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Y agregó: “Además, les niñes en cierto momento no soportan que los únicos adultos con los cuales pueda interactuar sea con su madre o con su padre. La ausencia de vinculación con los abuelos, por ejemplo, no fue algo menor de soportar en este tiempo y esto generó una gran cantidad de fricciones. De todas maneras, por lo menos lo que hemos visto desde la psicología, el sector más afectado es el de uno a seis años, porque no hay comprensión de que el fenómeno ‘quédate en casa’ es porque te estamos cuidando. Se vieron muchas conductas regresivas”.
Dentro de las innumerables dificultades que conllevan este contexto, la médica sexóloga clínica María Edith Martin de Koinonía, aseguró que esta pandemia “viene a reforzarnos lo que ya sabíamos: que toda sexualidad o toda expresión de la sexualidad debe ser leída en el contexto”.
“No es lo mismo cuando los miembros de una pareja tienen una seguridad laboral que cuando hay angustias por un futuro económico incierto. No es lo mismo si tienen hijos o si no los tienen. Antes podía haber una niñera o la posibilidad de dejarlos con abuelos o tios. Ahora los hijos están 24/7 120 días y más metidos, a veces, literalmente en la cama de los padres”, resaltó.
“Hay parejas que pasaron a verse todos los días y se encontraron con una persona que no les cae tan bien. En la rutina antes de la cuarentena uno podía negar ciertos aspectos de la pareja o no darles bolilla porque no compartía tanto tiempo con la otra persona”, describió la especialista.
“Aún en los casos en el que nos guste el reencuentro, el erotismo y el deseo necesita de la ausencia, del misterio. En general, uno desea más cuando extraña minimamente y, en este caso, conviviendo todo el tiempo se hace difícil”, resaltó.
Para la especialista, si el el vinculo se encuentra fuerte y sólido es bueno reconocer que al erotismo hay que trabajarlo y eso significa “salir de la jogineta y arreglarse un poco”, aunque sea para quedarse en casa. Pero otro aspecto importante a destacar, en aquellas parejas con hijxs, es poder ponerles límites.
“Claramente las parejas que tienen hijos han disminuido muchísimo la frecuencia sexual y es porque los chicos están ahí. Invaden, aunque suene feo decirlo. Por eso es importante que los adultos digan: ‘esta es mi habitación, esta es mi cama y tenés que golpear la puerta para entrar’. Esto es fundamental también para los chicos porque ellos aprenden con lo que nosotros hacemos, no con lo que decimos. Si nosotros aprendemos a defender nuestra intimidad, ellos también van a poder desarrollar la suya propia”, señaló.
En ese sentido, consideró que dormir con las puertas cerradas hace a una preservación de la intimidad que es importante tratar de preservarla. “Hoy más que nunca”, añadió.
Pero ¿qué pasa con aquellas parejas convivientes o que decidieron pasar la cuarentena juntos y que no necesariamente tienen hijxs?
“Lo que hay que tratar de hacer en esas situaciones son pequeños acuerdos: como no invadir al otro, tratar de tener un espacio por separado del otro, buscar un momento donde conservar algo de la individualiudad, o de la subjetividad para el psicoanálisis, tratar de poder cortar la escena cuando aparecen discusiones por cosas vinculadas al fastidio de verse todo el tiempo”, sostuvo Maidana.
En ese sentido, la especilista señaló que, en esos momentos, los adultos pueden salir al pasillo, a la terraza, al balcón o a la puerta del edificio.
“En cambio, los niños no pueden cortar la escena. Entonces cuando viene un berrinche, la soga se va expandiendo, la situación se va poniendo más difícil y es más proclive al estallido”, agregó.
“Un adulto puede evitarlo un poco más aunque la cantidad de separaciones que se dieron en cuarentena habla un poco de nuestra imposibildaid de convivir absolutamente con nadie las 24 horas del día. Para sostener el deseo tenían que haber algo de ausencia, algo del ‘te extraño’”, concluyó.