En la Villa 31 funciona un taller textil que impulsan desde la casa de la Diversidad Trans Villera. Una iniciativa que surge ante la falta de trabajo para la población travesti trans del barrio. Entre mates, ollas populares, actividades sociales y telas, el taller de la casita crece gracias al boca en boca de les vecines, en un barrio en el que alquilar sale mucho mas caro que en un lugar céntrico de la ciudad y donde recursos como el agua y el gas escasean.
A dos cuadras del estacionamiento de la terminal de Retiro en la Ciudad de Buenos Aires, La Villa 31 o Barrio Padre Mugica, le da la bienvenida a quienes llegan de otros destinos a la Capital Federal. Una de las entradas al barrio, característico por sus fachadas de colores, es por la Calle Perette, una de las más anchas en el barrio que sabe de calles angostas y pasillos.
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Sobre esa calle y frente al Banco Santander, una feria ofrece ropa, comida, juguetes y artículos para el hogar a precios populares. Pasando los puestos callejeros, se abre un boulevard lleno de comercios: supermercado, kiosco, peluquería, carnicería, panadería. Son la fachada de una serie de viviendas que se montan en los techos de cada local y crecen hacia el cielo colmado de cables. Después de dos cuadras largas, esquivando bicicletas y motos, desde un portón gris, puede verse la casa de la Diversidad Trans Villera, una asociación civil autogestionada por vecinas de la Villa 31. Muchas personas encontraron allí un lugar de contención, trabajo y escucha. En el espacio hacen cursos de oficios, funciona un merendero, un comedor y una cooperativa textil que busca generar puestos de trabajo para la población travesti - trans del barrio.
“Siempre fui muy rebelde, no me gustaba estar encerrada, iba de un lugar a otro, era costurera no quería trabajar en un taller, no aguantaba la esclavitud pero estaba en situación de calle”, cuenta Martina Pelinco, una de las fundadoras de la casa. Martina es peruana, llegó a la villa cuando tenía 30 años, después de atravesar todo tipo de violencias. “Fue en 2007, cuando estaba el gobierno de Néstor y Cristina, veía que podía tener oportunidades, me parecía rarísimo que hubiera un país así, podríamos hablar de militancia, de compañeros”, cuenta. Vivió casi siete años en situación de calle, en una búsqueda constante de trabajo y un lugar para vivir. La Ciudad fue y muchas veces sigue siendo hostil para las identidades travesti-trans, racializadas, migrantes y villeras. Martina insiste con la necesidad de pensar en la interseccionalidad de las existencias travestis.
Desde que llegó a Argentina quiso organizarse, crear algo propio para compartir con su comunidad lo que aprendió con su familia en Perú, una familia militante comunista en la que el compartir era una forma de vida. Sin embargo la situación económica y de exclusión no la acompañó. En 2014 pudo alquilar una pieza y empezó a juntarse con otras. “Quería llevar a la práctica lo que veía que mi familia hacía, yo vivía en la calle y entendí que necesitaba organizarme con otras, pude alquilar una habitación, y empezamos a juntarnos con otras travestis, también migrantes”. Hacía ollas populares y se fue haciendo conocida en la 31, impulsó encuentros, mateadas, charlas, muchas personas la iban a buscar, necesitaban charlar con alguien más y no sentirse solas. Al poco tiempo logró montar un local, con ayuda de organizaciones y vecinxs del barrio. “Encontré un país que tenía esas formas de trabajo, la posibilidad de organizarse con otres, conseguí sacar mi DNI, eso para mi fue un sueño”, recuerda.
“Siempre supe que era una niña trans, pero mi familia era muy conservadora, peleaban por los derechos pero no entendían de diversidad”, señala Martina, que supo construir su propia familia. Por la mañana trabaja en el taller, al mediodía almuerza en el local que oficia de comedor y por la tarde va hacia la Legislatura Porteña, donde ingresó gracias a la Ley de Cupo Laboral Trans.
−¿Por qué eligieron la costura?
− Elegimos hacer un emprendimiento textil porque muchas conocemos cómo se hace, en mi caso cuando llegué a Argentina trabajé en talleres clandestinos, muchos migrantes hacen ese recorrido. Pero yo no quería ser esclava, duraba dos o tres meses y me iba. Muchas migrantes que llegamos a la ciudad terminamos trabajando, encerradas, para otros.
Buscamos generar experiencia laboral, muchas tenemos conocimientos de costura y podemos enseñarle a otras. Hacemos nosotras mismas la moldería, luego buscamos clientes, empresas, organizaciones, vecinos y vecinas que quieran que le costuren. Hoy la cooperativa sirve para ayudarnos económicamente ya que la mayoría de las chicas no tiene trabajo. Hoy es nuestro principal reclamo es trabajo, vivienda y salud.
−¿Por qué es importante el taller y cómo impacta en las chicas del barrio?
−El taller permite convocar a más compañeras, para que todas tengamos la oportunidad de trabajar. Aunque sea poco, pero al menos beneficiarnos todas. Porque mayormente en la villa, las compañeras trans tenemos otras problemáticas, como la falta de vivienda, muchas viven en la calle y se acercan a la casa y el taller.
Somos la primera organización travesti trans de villeras, muchas chicas no conocen sus derechos. Es mucho más vulnerada la información en las villas, falta vivienda, no accedemos a la salud por estar en la calle”, denuncia Martina y agrega que la casita también es un lugar en el que circula información sobre derechos, leyes, trámites y salud. Algunas de las integrantes son trabajadoras sexuales en situación de mucha vuknerabilidad, es por eso que el taller se transforma en una opción ante la falta de empleo y la necesidad de un plato de comida.
−¿Cuántas trabajadoras son y cómo organizan el trabajo?
− Actualmente en el taller somos 6, pero depende la demanda de trabajo, a veces somos muchas más nos vamos repartiendo. Hay otras que vienen solo a comer, a pedir una ayuda de alimentos, lo que esté a nuestro alcance nosotras lo brindamos, porque también estuvimos ahí. Algunas cobran el Potenciar Trabajo, un programa muy importante, aunque es poco, es una ayudita para seguir creciendo como cooperativa, pero lo que queremos nosotros es que el Estado nos brinde trabajo, que se cumpla el cupo laboral travesti-trans.
Trabajamos todos los días para difundir lo que hacemos y para que podamos estar más seguras de que cada mes vamos a cobrar algo y tratar de que las compañeras estén más estabilizadas económicamente. Ahora por el inicio de las clases hicimos unos conjuntos de cursos para gimnasio. Conseguimos una donación de dinero y con eso compramos las telas.
Es un lugar en el que recibimos a compañeras travestis y trans, del barrio, pero también de afuera. Muchas se acercan a la villa a refugiarse, a buscar un comedor y acá encuentran información, escucha. Es por eso que articulamos con muchas organizaciones. Entonces todos los días recibimos a alguien, por la mañana hacemos taller, después al mediodía, la olla, el almuerzo, y a la tarde se sigue trabajando depende la demanda, a veces hay actividades en la casa.
−¿Cuáles son los objetivos para este año?
− Lo principal es tener un espacio propio. Intentamos hablar con el Gobierno de la Ciudad, pero no nos escuchan. Nosotras pagamos un alquiler altísimo, mucho más caros que en otras partes de la Ciudad, casi el 89% de mi sueldo va ahí. El dueño dijo que va a aumentar ahora en marzo, no se si lo podremos sostener, necesitamos algo seguro, estable, es nuestro gran reto, nuestra gran lucha, sería un sueño conseguirlo.
−¿El cupo laboral, la salud, qué otros reclamos están llevando adelante como trans villeras?
−La aplicación del cupo es lo más importante, es difícil, en muchos lugares el Gobierno de la Ciudad no implementa esta ley. Quisieramos poder hablar con el Estado, con las instituciones y que nos escuchen. Lo bueno es que nos conocen en el barrio y siempre nos dan alguna mano.
−¿Qué sentís cuando ves el crecimiento del taller, que hoy recibe pedidos de distintas partes de la Ciudad?
−Mucha tranquilidad de poder aportar a que todas podamos estar bien. Es mi familia. La mayoría nos criamos solas, porque desde pequeña edad nos rechazan. A muchas nos echan de los hogares, entonces siento que la organización, el estar juntas le da tranquilidad a nuestras vidas. Ya no estamos solas. Nos unimos también porque somos migrantes, indígenas, plurinacionales.
Para poder colaborar con el Taller textil que impulsan desde la casa de la Diversidad Trans Villera, podés seguirles en @diversidad.transvillera. También escribirles si tenpes algo para regalar o si querés pasar a conocer.