Cuando en 2006 Javier Schvartzman, profesor titular de Ginecología y Obstetricia del Instituto Universitario Cemic, recibió en su consultorio a Jorge Odón –mecánico de automóviles– para conocer las particularidades de un prototipo que había creado para asistir el parto vaginal prolongado o con complicaciones, al principio no sabía si descartar la idea de plano o ceder a un espontáneo entusiasmo. Lo consultó con su colega Hugo Krupitzki, obstetra y titular de Metodología de la Investigación, también en Cemic. Si funcionaba, se trataría de una herramienta que prometía ser mucho más amigable, económica y fácil de usar que el fórceps, inventado hace varios siglos, pero que puede tener efectos no deseados. Sin embargo, como la idea no provenía del medio académico les provocaba cierta inquietud. “Estábamos un poco reacios; en especial, yo, que vengo de las ciencias duras y la investigación científica –cuenta Krupitzki–. Pero no sé, algo emocional nos influyó, porque a los diez días ya estábamos trabajando, pensando en el desarrollo [de este instrumento]”.
En 2011 empezaron los ensayos. El primero, patrocinado por la OMS y realizado en 50 mujeres de la Argentina, finalizó entre 2015 y 2016. Luego, la organización sanitaria internacional firmó un convenio con la compañía Becton Dickinson, uno de los mayores fabricantes de jeringas y agujas hipodérmicas del mundo, además de cientos de otros dispositivos. Se generaron estudios en varios países (entre ellos, Inglaterra y Francia) y después de más de una década, si todo va bien, el dispositivo Odón, un invento argentino, obtendrá la aprobación de la agencia de salud europea, la EMA.
“Falta muy poquito –comenta Krupitzki–. Los resultados finales son más que alentadores, porque tiene alrededor de un 80% de efectividad cuando el final del trabajo de parto se produce en forma prolongada. Tiene dos aristas muy interesantes: primero, que ofrece una alternativa al fórceps en aquellos lugares donde no hay médicos entrenados. Y en la Argentina los hay. Yo trabajo con comunidades originarias en el Gran Chaco sudamericano, donde cuando un trabajo de parto se obstruye no hay nada por hacer, no queda más que esperar una ambulancia, y que no llueva para no quedar empantanado en los caminos de tierra de El Impenetrable. En esas circunstancias, no hay capacidad de hacer una cesárea y tampoco médicos preparados para utilizar un fórceps, que requiere varios años de entrenamiento; por lo menos, una residencia médica. En esos lugares, un dispositivo sencillo, fácil de usar, barato, descartable es una alternativa terapéutica de enorme utilidad”.
En una nota para La Nación publicada al comienzo de esta historia, Sebastián Ríos contó que la idea de este singular artilugio surgió de una apuesta en un asado. Odón, mecánico e inventor con varias patentes en su haber, le apostó a su amigo Carlos Modena que era capaz de sacar un corcho del interior de una botella vacía valiéndose de una bolsita. Ganó la apuesta, pero lo interesante es lo que pasó después. Esa misma noche, mientras dormía, se despertó sobresaltado y le dijo a su mujer: "Viste lo del corchito, bueno, podría servir para facilitar el parto". Su mujer se dio vuelta y siguió durmiendo, pero Jorge se quedó con la idea. Con sus conocimientos sobre la anatomía y la fisiología de las parturientas, Schvartzman y Krupitzki lo ayudaron a resolver los problemas que fueron surgiendo y el dispositivo sumó numerosos premios internacionales a medida que iban avanzando las pruebas.
Consiste en una manga de polietileno que, insertada en el canal de parto con un introductor especialmente diseñado, es capaz de generar sobre la cabecita del bebé dos fenómenos físicos que se denominan pinza de aire y cinta transportadora. La ingeniosa combinación de ambos facilita su tránsito en el canal de parto y minimiza los riegos para la salud de la mamá y del bebé. Está destinado a asistir el parto vaginal cuando la segunda etapa demora más de lo que se considera seguro o si surgen complicaciones (por ejemplo, el bebé es grande o está estresado). En los ensayos, todos los bebés nacieron vivos y vigorosos. No se observaron resultados adversos maternos o infantiles a las seis semanas de seguimiento y al año para las primeras 30 madres y bebés.
El parto obstruido está entre la 7ª y 8ª causas de muerte materna en el mundo. Los investigadores que participaron en uno de los ensayos, publicado en Reproductive Health (https://reproductive-health-journal.biomedcentral.com/counter/pdf/10.1186/s12978-018-0485-8.pdf), lo consideraron una innovación tecnológica que mejora los resultados asociados con la segunda etapa prolongada o complicada, y reduce el nivel de habilidad y el equipo requerido para realizar partos vaginales asistidos.
“El dispositivo Odón puede utilizarse cuando el bebé está naciendo en posición normal y por alguna razón el progreso de la parte expulsiva se detiene –explica Krupitzki–. Puede ser porque las contracciones no tienen la eficacia que venían teniendo, porque la madre se agota, porque la cabeza del bebé no está del todo bien ubicada dentro del canal vaginal, o porque el bebé es muy grande y cuesta que descienda dentro de la pelvis. Cuando el trabajo de parto se prolonga, se asocia con complicaciones tanto para la madre como para el recién nacido. Estar mucho tiempo pujando en esa última instancia aumenta los riesgos de hemorragia y de infecciones, y en casos extremos, de que se produzca una fístula; por la compresión, puede producirse un canal anómalo entre la vagina y el recto. El dispositivo no requiere hacer episiotomía [una cirugía menor para ensanchar la abertura de la vagina], con lo cual de algún modo podría ayudar a disminuir el uso de esa intervención. Y si no funcionara, siempre se puede hacer una cesárea, si fuera necesario”.
Para el especialista, un aspecto que debe destacarse es que las mujeres que participaron en los estudios en la Argentina colaboraron de forma altruísta en algo que no solo puede beneficiar a familias “acomodadas”, como pueden ser las que se atienden en Cemic, en Inglaterra o en Francia, sino que sobre todo va a ayudar a comunidades desprotegidas. “Es muy interesante, porque a veces vemos estudios de investigación que se hacen primero entre los más vulnerables para después ayudar a los otros. Y esto es a la inversa –subraya Krupitzki–. Definitivamente, es muchísimo más amigable que el fórceps, porque está hecho de un material flexible, muy similar al plástico. Y lo otro es una bolsa de nylon quirúrgico. Son materiales nobles, muy poco dañinos. Nada es rígido, rústico o punzante”. Un dato no desdeñable en estos tiempos en que se está revisando la violencia obstétrica para un parto más humanizado.
A lo largo de la historia, las mujeres morían de infecciones, hemorragia, enfermedad hipertensiva (eclampsia) o partos complicados. Para lidiar con estos últimos, la familia Chamberlen ideó el fórceps alrededor del 1600 y luego guardó celosamente su hallazgo, pasándolo de padres a hijos y nietos durante más de cien años, lo que los volvió famosos como médicos y parteros. En 1890, se inventó el vacuum, una especie de sopapa que se usa bastante en Europa y los Estados Unidos. Pero desde entonces no había habido ninguna innovación disruptiva en esta área. “Desde hace cientos de años que no aparece nada nuevo para asistir el parto cuando se prolonga”, dice Krupitzki.
Fernando Althabe, médico de la UBA) especializado en obstetricia y master en Epidemiología de la Universidad de Londres, investigador principal del Conicet y Oficial Médico en el Programa de Reproducción Humana de la OMS, que participó en parte de los ensayos clínicos, aclara que “no hubo hasta ahora una comparación cabeza a cabeza con ventosa o fórceps” y explica que “los estudios en el Reino Unido y Francia muestran que tiene una efectividad similar a la ventosa en trabajo de parto vaginal prolongado, de alrededor del 70%. La aprobación de la EMA va a permitir que al estar comercialmente disponible haya más estudios para su evaluación comparativa con otros instrumentos y en diferentes contextos. Sin duda es una buena noticia y el dispositivo es muy promisorio”.
Los pasos que faltan para lograr la aprobación están a cargo de una corporación de bien público con base en los Estados Unidos llamada Maternal Newborn Health Innovations, muy vinculada con UNICEF, y se espera que el proceso se complete para comienzos de 2024.
“Tuvimos que trabajar muchos, muchos años y a veces a uno lo gana la ansiedad de querer de que todo se apruebe inmediatamente, sobre todo un dispositivo que puede contribuir a salvar vidas –confiesa Krupitzki–. Pero, bueno, hubo que reunir la evidencia científica más robusta posible. Y eso se hizo en centros de alta calidad de Europa y también en la Argentina. Entonces, fuera de que la pandemia hizo más lentos todos los proyectos de investigación, entendemos la demora”.
El especialista aclara que todo el diseño lo hizo Odón ("Es un genio", comenta). És dueño de la patente, por lo que ni él ni Schvartzman tienen conflictos de interés.