La ciencia local está en recuperación. La ley de financiamiento aprobada por unanimidad en el Senado en 2021 (que prevé un aumento anual de la inversión en esta área hasta alcanzar como mínimo una participación del 1% del PBI en 2032), está permitiendo inaugurar infraestructura, incorporar equipamiento de alto costo, distribuir recursos en las provincias… Mientras se enfrentaba la pandemia y cientos de científicos se volcaban a desarrollar soluciones desde tests de anticuerpos, hasta kits de diagnóstico de bajo costo, barbijos, medidores de dióxido de carbono, terapias y análisis de datos de la situación epidemiológica, volvieron a ponerse en marcha proyectos emblemáticos, como el del lanzador espacial y el reactor nuclear modular que se encuentra en la primera línea de la innovación internacional. Está en la última fase de ensayos clínicos para su aprobación la vacuna argentina contra el Covid-19. En Invap, desarrollan tres nuevos satélites. Ingresó en la recta final la construcción de un centro de protonterapia (para el tratamiento del cáncer) único en América latina. Acaba de inaugurarse un nodo astronómico con un instrumento único en el mundo a más de 4900 metros de altura, en la Puna salteña, y una planta de celdas de baterías de litio en La Plata. Por primera vez, la Argentina tendrá una supercomputadora ubicada entre las 500 más poderosas en el Servicio Meteorológico Nacional y a disposición de equipos de todo el país. Pero entre todas estas buenas noticias, hay algunas luces amarillas. Una de ellas es el retraso en los sueldos de los investigadores, que a mediano o largo plazo podría conspirar contra la calidad de la ciencia local. Si la diferencia con la remuneración que ofrecen otros países, incluso vecinos, se mantuviera en el actual nivel, podría ser un argumento difícil de soslayar para algunos de nuestros científicos más destacados. Acerca de éste y otros temas, El Destape conversó con el ministro del área, Daniel Filmus.
–Si bien el empobrecimiento de los últimos años afectó a todos los sectores, como la ciencia está internacionalizada de hecho, hay quienes temen que el retraso en los sueldos de científicos permita que otros países nos “roben” talentos en cuya formación el Estado invirtió mucho, ¿cómo contemplan evitarlo?
–Nosotros llegamos con una inversión en ciencia y tecnología del 0,22% del PBI y estamos llegando al 0,34%; la aumentamos casi un 50% con respecto a 2019. Para un investigador, el salario es fundamental, pero también lo es tener equipamiento, infraestructura… Y también oportunidades, que es lo que estamos haciendo con la federalización, en la que estamos trabajando muy fuerte: abriendo oportunidades, muchas, en las provincias. Invertimos más de 100 millones de dólares, compramos equipamiento, estamos construyendo 100 edificios, algo que nunca se hizo. Y lo estamos haciendo en dos años, porque la ley [de financiamiento de la ciencia] empezó a regir el año pasado. Nos comprometimos con un programa de jerarquización del 40% respecto del conjunto de los salarios y lo venimos cumpliendo. Los investigadores ya recibieron un 30% y el año que viene van a tener la cuarta cuota, con la que vamos a estar recuperando el salario que se tenía en 2015. No es una cifra extraordinaria, pero este gobierno tiene conciencia de que es necesario jerarquizar. Por eso, aparte del aumento general de la paritaria que equipara la inflación, hay un adicional (que en becarios fue más del 30%, porque la caída era mayor) con porcentajes para todas las categorías, incluyendo a los técnicos. Este gobierno tiene conciencia de que el principal capital del país es la calidad de su investigación.
–¿Qué otras salidas pueden competir con el Conicet en materia laboral para alguien que se gradúa en ciencia?
–En este momento en el que Argentina crece, el mercado empieza a ser atractivo y el desarrollo de la tecnología genera múltiples oportunidades. La salida del Conicet, que antes era el único camino para muchas disciplinas, deja de serlo, incluso para profesiones como la física o la química. Las economías más estables son atractivas. Pero dicho esto, en áreas específicas que nos interesa desarrollar estamos estudiando mecanismos que nos permitan complementar el salario del Conicet con otro tipo de aportes. Vamos a empezar con alguna para ensayarlos, como hicimos en 2003 cuando por primera vez permitimos que investigadores del Conicet asesoren a empresas privadas. Los salarios de los investigadores vienen mejorando; menos de lo que se necesita, pero vamos en esa dirección. Esto implicará discutir muchas cosas, pero favorecer el desarrollo de la ciencia y la tecnología pasa por tener actitudes concretas en equipamiento, en construcción, en capacitación y en salarios.
–¿Se podrían aumentar recursos mediante la articulación con el sector privado?
–Hay varias leyes destinadas a esto: la de la “economía del conocimiento” el año pasado otorgó exenciones impositivas por 40 mil millones de pesos; la de bio y nanotecnología… Ahora está en “extraordinarias” la ley de crédito fiscal. Y debemos hacer leyes muy específicas, como la de electromovilidad o la de cannabis, que otorgan recursos específicos que van a ir para investigación. Esta semana me voy a la India a inaugurar una planta de radioisótopos de Invap. ¡En la India! Inauguré tres centros de medicina nuclear en Bolivia, 45 millones de dólares cada uno, diseñados por la CNEA e Invap, y estamos vendiendo dos más. También voy a Corea para poder desarrollar acá la tecnología de las baterías de litio, porque estamos vendiendo el litio para después tener que comprar la batería… Tenemos que negociar para que a ellos también les resulte rentable instalar una fábrica acá para los autos de América Latina. Al primer ministro de Japón, que estuvo en el país, le planteamos que Toyota haga las baterías acá y nos dijeron que sí, que es posible. Toyota se comprometió a fabricar autos híbridos en la Argentina.
–Otra queja que se escucha entre los científicos se refiere a los subsidios, que tardan en llegar y se desvalorizan por la inflación.
–Sin embargo, ya no tardan tanto y por primera vez desarrollamos una actualización. Antes, se mantenían tres años con el mismo valor [en pesos]. El año pasado, la Agencia I+D+I decidió actualizar los proyectos al valor de la inflación. Es la primera vez que ocurre. Incluso, en el caso del equipamiento, como desde que se otorga hasta que se compra hay una diferencia, lo hacemos en dólares y tenemos una reserva de fondos para hacernos cargo de ese monto en el momento en que se abona. Lo mismo para las obras.
–¿Hay alguna otra política pensada para retener a los científicos más destacados (que son aquellos a los que desde el exterior se tienta más)?
–Entre otras, mañana, 1° de febrero, lanzamos un concurso destinado a "proyectos de redes federales de alto impacto". Se asignarán un millón de dólares para cada grupo (250.000 dólares por año durante cuatro años), en un principio a 20 proyectos, pero se contemplará a todos los que resulten sustantivos y estratégicos para el país. Nunca hubo en la Argentina montos como éstos. Se aceptarán presentaciones hasta el 31 de marzo, y serán para grupos que armen redes de capacitación con otros lugares del país.
–¿Para grupos de excelencia?
–Hasta ahora hicimos todo para todos, pero este instrumento se diseñó con la idea de que el país tiene derecho a decidir cuáles son los temas que considera más estratégicos. Por ejemplo, la actividad espacial o nuclear, la biotecnología…
–¿Cuáles son los obstáculos para que todo esto se cristalice?
–Se necesitan políticas de Estado de largo plazo. Porque de nada sirve todo lo que estamos haciendo si, como nos pasó ahora, estamos inaugurando las obras que se habían empezado en 2014 porque los proyectos quedaron cuatro años interrumpidos. Por eso es tan importante que el Plan Nacional de Ciencia y Tecnología 2030 se convierta en ley. Todos los ministros (de todo el arco político), y los directores y presidentes de todos los organismos de ciencia y tecnología firmaron una nota pidiendo que se trate en sesiones extraordinarias. Veremos si se concreta.