La guerra en Ucrania y, en la Argentina, los problemas económicos trajeron al primer plano de forma perentoria la cuestión energética. Pero esta situación acuciante puede tener un lado positivo: ahora que todos estamos preocupados por evitar sobresaltos con nuestras facturas de gas y electricidad, es un buen momento para disminuir nuestros consumos. Y puede hacerse, en algunos casos, con medidas sencillas.
Según el estudio “Anatomía del consumo residencial argentino”, de la serie Futuros, firmado por Raúl Zavalía Lagos, Leila Mora Iannelli y Salvador Gil (Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y Fundación Unsam, 2022), el 98% de los hogares argentinos dispone de acceso a los servicios eléctricos y cerca del 61% están conectados a las redes de gas natural.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
En medio de la temporada en que el gasto en calefacción representa una parte mayor en el presupuesto de las familias, y tras los anuncios de segmentación de tarifas y retiro de los subsidios para una parte de la población de ingresos medios y altos, la posibilidad de administrar nuestro uso de la energía adquirió un súbito interés.
“Los servicios de calefacción y calentamiento de agua constituyen más del 67% de los consumos energéticos de una vivienda típica del GBA –escriben los autores del mencionado trabajo–. Si se agregan los servicios de cocción, heladera, iluminación y refrigeración, representan el 88%. Pero se estima que si se tomaran medidas de uso racional y eficiente de la energía, se lograría una reducción del consumo de aproximadamente el 55%”.
Para lograr ahorros y no excederse del límite de 400 kW h establecidos como límite, habrá que tener en cuenta algunos tips y racionalizar el uso de artefactos claves: los de calefacción (en especial, las estufas eléctricas), la heladera (responsable de entre el 25 y el 30% del consumo de una casa) y los equipos de aire acondicionado. En orden decreciente, los siguen planchas, televisores y computadoras (alrededor de un 12%), horno eléctrico (8,3%), lavarropas (11,8%) y lavavajillas (6,1%).
“Existen varios malentendidos –comenta el físico Salvador Gil, profesor de la Escuela de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y experto en eficiencia energética–. Por ejemplo, se cree que el modo más económico de calefacción son las estufas de radiadores. Es un error conceptual que tienen incluso algunos profesionales. Los equipos de aire acondicionado frío/calor en realidad son bombas de calor: no lo generan por una resistencia eléctrica. En estos uno usa, por ejemplo, un kW de potencia eléctrica y genera tres o cuatro kW de calor. O sea, no crean energía, sino que mueven calor. Y en ese sentido son los dispositivos más eficientes que tenemos en el mercado actual para calefaccionar. Claro que eso no significa que uno deba usarlos todo el tiempo…”
Según el experto, lo primero que habría que hacer es tratar de usar la mínima cantidad de energía, no solamente por razones económicas, que desde ya son muy legítimas, sino también por su impacto ambiental. Y hay varias medidas que se pueden tomar para reducir la cantidad de calor que necesita una casa.
“En general, la razón por la que es necesario calefaccionar es porque hay pérdidas por rendijas en las puertas y ventanas –destaca Gil–. Cuando no están bien selladas, no son aislantes. Pequeñas acciones, como cerrar de noche las persianas de madera o de plástico (y también las cortinas, si las hubiera) permitirán que no se necesite calefaccionar más de unas pocas horas ese ambiente y eso se traducirá en un ahorro importante de energía”.
De acuerdo con el especialista, hay unos pocos consumos que deberían considerarse claves, ya que constituyen casi el 70 u 80% del gasto hogareño. “El primero que aparece en esta zona del país es, precisamente, la calefacción –subraya Gil–. Y en ese tema hay mucho por hacer. Por ejemplo, si una ventana da a un patio interno y genera disconfort, existe la posibilidad de cambiarla por una de doble vidrio. Hay que tener en cuenta que esto hoy cuesta cerca de 100.000 pesos. Si uno puede pagarla, perfecto, pero hay otras soluciones más sencillas. Por ejemplo, utilizar el plástico con burbujitas que se emplea para envoltorios: tiene una cara muy lisa y, si uno toma una esponjita con agua, moja el vidrio y lo pega, se adhiere bastante bien. Ese plástico no es exactamente una ventana doble, pero se vende a unos 50$ el metro. Agregando burletes a las ventanas también podemos reducir considerablemente el gasto de calefacción sin perder confort”.
El consumo de los electrodomésticos resulta de la potencia, el tiempo de funcionamiento y la eficiencia energética. La heladera no tiene gran potencia, pero está conectada todo el día, por lo que se la considera el que más consume (25% del consumo eléctrico total de los hogares y el 8,4% del consumo nacional). Hay otros, como el secador de pelo o la plancha, que son de mayor potencia, pero funcionan esporádicamente, con lo que al final su consumo es menor.
En general, las heladeras o refrigeradores son el electrodoméstico de mayor consumo eléctrico de los hogares, y representan alrededor del 25%. En segundo lugar aparece el aire acondicionado, con un 17% del consumo residencial total; en tercer lugar, con el 13%, la iluminación, seguida por la calefacción (7%) y la informática (7%).
“En la Argentina más del 60% de las heladeras son poco eficientes, con consumos que en promedio duplican los de las nuevas heladeras A o mejores (A+, A++ o A+++) en eficiencia energética”, afirman Guido Perrone, Juan Manuel Antonietta y Martín Alfie en su estudio Electrodomésticos y Eficiencia Energética realizado dentro de la órbita del Ministerio de Desarrollo Productivo. Según afirman, la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, la mayor parte de los hogares utiliza aparatos de entre 8 y 15 años de antigüedad; sin embargo, se estima que los equipos nuevos con etiqueta de eficiencia A o superior tienen consumos de casi un tercio en relación con esos productos y diez veces menor en comparación con los de 10 años atrás.
En este sentido, el mismo trabajo calcula que el potencial ahorro por reemplazo de un viejo equipo (previo al estándar del etiquetado) por otro con etiqueta A es del 54%. Es decir, que “el potencial ahorro que se podría lograr con un plan canje de heladeras es del 4,5% del consumo eléctrico total, unos 5,7 TWh/año. Así, los usuarios se beneficiarían no solamente por la obtención de un equipo nuevo, sino también por una reducción de sus facturas de electricidad (no es uniforme el beneficio en todas las zonas del país) y de las emisiones de gases de efecto invernadero, y el sistema eléctrico se favorecería al disminuir la demanda, que en horarios pico presenta gran vulnerabilidad”.
Por supuesto, cuando se habla de porcentajes se está refiriendo a valores promedio. En el caso de una persona que trabaje planchando, probablemente el costo del planchado será el más alto de la casa. “Ahora, la mayor parte de las familias planchamos muy poco”, comenta Gil un poco en broma y otro poco en serio.
Para el experto, el límite de 400 kW h por mes debería alcanzar para cubrir todos los consumos de una familia de clase media. “No debería haber ningún problema –explica–. El consumo medio en la Argentina es de aproximadamente 3000 kW h por año. O sea, que si lo dividimos por 12, eso nos da alrededor de unos 250/300 kW h por mes. Yo diría que es algo razonable que debería cubrir los artefactos usuales”.
Una laptop que funcione unas 10 horas diarias gastaría por mes no más de 10 o 12 kW h, o menos del 5% de esa cifra. Pero el especialista también subraya que es importante elegir los electrodomésticos que cuenten con la etiqueta de eficiencia energética.
“Es un gran recurso y que siempre deberíamos usar mejor –dice Gil–. Si tenemos una heladera de hace 20 años, consumimos más o menos diez veces más que una heladera actual. Y cuando se cambia por otra más eficiente, es importante no mantener a la antigua prendida. Si no desea desecharla, lo que conviene es tenerla desenchufada. Y si un día hay un cumpleaños o una reunión, se la enchufa ese día para para tener un backup”.
Las lámparas LED de la actualidad no son tan demandantes como las antiguas. Sin embargo, hay ciertos consumos que se llaman "vampiros" o “pasivos” que sí pueden hacer una diferencia. Y el primero que abunda en el país es el de los “pilotos”.
“Casi todos los artefactos de gas (termotanque, calefón) tienen un piloto y ese sí es un gran consumo que puede llegar al 15% –detalla el especialista–. Eso hay que evitarlo apagando el artefacto o instalando un sistema de encendido automático. Otro elemento que tiene un consumo grande son los termotanques, porque mantienen un volumen grande de agua permanentemente caliente. Imaginemos que uno se va de vacaciones a Mar del Plata un mes y deje el termotanque funcionando. Aunque no consuma nada de agua, el consumo de gas va a seguir siendo bastante alto. Y lo mismo cuando uno se va a trabajar. Por lo general, uno se baña a la mañana, se va de la casa y hasta la noche o el otro día no vuelve a usar el agua caliente, pero mientras tanto todo el día estuvo calentándose el agua y se está gastando energía. Entonces ahí, claramente, uno podría poner un sistema automático que conecte el calefón para que a las seis de la mañana comience a calentar el agua y se apague a las nueve, cuando uno se va”.
El calentamiento de agua sanitaria es el segundo consumo energético en importancia en el sector residencial, afirman Perrone, Antonietta y Alfie. Representa aproximadamente el 35/40% del total del consumo de gas en las viviendas. Es decir, que para el calentamiento de agua sanitaria se emplea casi el 10% de la energía consumida en la Argentina.
“En la actualidad existen en el mercado local calefones de Clase A, que tienen encendido electrónico y por lo tanto eliminan el consumo pasivo de los pilotos –mencionan–. Los calefones y termotanques a gas clase A actuales podrían generar ahorros cercanos al 50% en el calentamiento del agua, o entre el 15 y el 18% en el consumo residencial de gas”.
Según estos autores, la etiqueta es uno de los principales incentivos para que los fabricantes mejoren el rendimiento energético de sus productos con el fin de obtener una clasificación en las categorías más altas. En Europa, se estima que las últimas modificaciones introducidas en esta normativa conducirán a un ahorro de energía de 167 TW h (equivalente al consumo anual de Dinamarca) para 2030 y a una reducción de más de 46 millones de toneladas de CO2. Además, los hogares europeos tendrían un ahorro promedio de 285 euros por año en sus facturas de energía doméstica.
También pueden lograrse ahorros sustanciales cuando se utiliza el ventilador (en lugar del aire acondicionado) si la temperatura no supera los 30° en verano ya que gasta un décimo en comparación con este último. El impacto se nota en las facturas, pero en el nivel nacional estos ahorros también son significativos. “El incremento de demanda (en el nivel nacional) por cada grado de aumento por encima de los 23° es equivalente a encender una central eléctrica como Atucha I”, destacan Perrone, Antonietta y Alfie.