26 de octubre, 2022
Humor ácido
El humorista rosarino se mete en «Momo Story» con la fiesta pagana y popular por antonomasia -que a comienzos de la década del '70 se encontraba ya en franca decadencia- no sin cierto efecto premonitorio.
Por Judith Gociol
Los festejos del carnaval se remontan, en la Argentina, a los tiempos de la colonia. Fiesta popular y pagana, siempre tuvo detractores y sufrió restricciones y prohibiciones. Según la presentación de «Momo Story», la historieta publicada por la revista Satiricón, venía en decadencia ese febrero de 1974, y por eso Roberto Fontanarrosa se propuso salvar a ese Rey Momo agonizante.
Esa figura desprejuiciada y libertina no era, como ahora, la marca de una espuma, sino hijo de la noche y del sueño, según la mitología griega; fue quien introdujo en el Olimpo la burla y la ironía y, amparado en una máscara, se reía de los dioses.
En los cuadritos, en cambio, el Rey Momo apenas sobrevive a fuerza de «suero perfumado», mientras distintas figuras de la cultura popular intentan recuperarlo… Hasta que irrumpen en las viñetas unos disparos que suenan como los del dibujante Hugo Pratt, del que Fontanarrosa era admirador confeso.
El final –que a continuación podrán leer– queda a cargo del director brasileño, impulsor del Cinema Novo, Glauber Rocha.
Aunque también esta vez el humorista rosarino juega con referencias mediáticas y formas instaladas en el imaginario popular, su tono es menos osado y cruel que en otras de las producciones que Fierro presenta en esta serie. Sin embargo, «Momo Story» resultó premonitoria. El 9 de junio de 1976, el boletín oficial borró de la lista de días festivos a los lunes y martes feriados de febrero. Durante la última dictadura militar el carnaval quedó prohibido.
No dejes de leer los artículos anteriores: Prohibido para literales, Joda gaucha, Fuego libre y Cómo matar al Pato Donald.
Judith Gociol
Periodista, investigadora, editora y curadora.
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