26 de octubre, 2022
Análisis de una publicación
En este nuevo analisis de la revista Más allá, el autor centra su estudio en lo decisivo que fue la publicación del relato «The Martian Way» de Isaac Asimov, traducido como «Basureros del Espacio». Una gran carta de presentación para el lector argentino del famoso contador de historias futuristas. Con Asimov llegó también la obra del talentoso artista Edmund Emshwiller, concido como «Emsh». No dejes de leer la introducción acá mismo y la El día de los Trífidos.
Por Carlos Altgelt
«Los hombres que habían conquistado Marte viajaban por el
espacio en pos de basura —los enormes depósitos de combustible
que las n de la tierra abandonaba en el vacío— basura
de enorme valor y para capturarla sólo hacía falta coraje.
Y una mentira demagógica amenazaba impedírselo»
Más Allá No 1, junio 1953
Este relato que abre el primer número de Más Allá, fue originalmente publicado en noviembre de 1952 en la revista Galaxy con el título The Martian Way. Como «A la marciana» esto es, la traducción casi literal de la versión estadounidense, apareció formando parte de una compilación de cuatro historias de Asimov: En lo profundo, libro de bolsillo de la colección Nebulae (Barcelona 1962). Fue la introducción de Isaac Asimov al público lector argentino.
De todas las traducciones que encontramos: «Los derrochadores de Marte» (Alemania), «El sistema marciano» (España), «El camino marciano» (Francia), «El agua de Saturno» (Italia) y «Nosotros, los marcianos» (Portugal), optamos por el eligido por la revista Más Allá, «Basureros del Espacio» como el título más ingenioso y adecuado.
«Era basura lo que buscaban, pero basura enormemente valiosa y urgentemente necesaria que sólo costaba valentía y el combustible más barato... ¡sin embargo, una mentira aún más barata les impidió cobrar». (Ilustrado por Emsh).
La premisa de este cuento del «buen doctor» como se lo conocía afectuosamente en el círculo de aficionados y colegas, es una idea genial. Isaac Asimov, graduado en la Universidad de Columbia en Manhattan como Doctor en Química. Desde sus comienzos aplicó sus conocimientos de ciencia a sus escritos, tanto de ficción como de divulgación científica.
En este caso, un grupo de astronautas —seres humanos nacidos y criados en Marte— viaja hasta Saturno a buscar hielo para abastecer de agua al planeta rojo. En esa época, comienzos de los años 50, se creía que los tres anillos del planeta (son decenas en realidad) consistían de bloques de hielo de uno a dos kilómetros de diámetro. Hoy se sabe que como máximo miden algunos metros pero actualmente se estudia la posibilidad de extraer minerales del cinturón de asteroides. Es con este concepto de explotación de cuerpos celestes y el de la terraformación de Marte donde Asimov se adelantó a su tiempo.
Sin entrar en muchos detalles de la trama, subrayemos que Asimov escribió este cuento como velada respuesta a la campaña anticomunista del senador republicano Joseph McCarthy. El mismo es representado en el relato por el senador John Hilder, jefe del partido empecinado en restringir el agua de la Tierra. Se queja uno de los terráqueos en Marte: «No se puede combatir con cifras a un hombre que maneja como quiere las emociones del pueblo. Este hombre ha creado la idea de una organización que está estrangulando a la Tierra mediante el despilfarro». A lo cual se lamenta su asistente: «Sí, Comisionado. Parecía muy cómico cuando empezó». Si cambian la palabra «organización» por «partido comunista» y «Tierra» por «administración pública», se darán una buena idea de los dardos que Asimov le echaba al macartismo.
En su autobiografía, Asimov comenta que estaba preocupado por la posible reacción negativa a su historia, pero su cuento no tuvo repercusión alguna: «Debo haber sido demasiado sutil, o poco importante», se lamentaba luego.
Sea como fuere, en la introducción al libro The Best of Isaac Asimov, confesó estar particularmente orgulloso de la predicción de la historia sobre la euforia que experimentarían los astronautas en las caminatas espaciales. Las mismas todavía estaban casi 15 años en el futuro, pero tanto Alexei Leonov en marzo de 1965 como Edward White, un par de meses después, se negaban a regresar a sus respectivas naves espaciales cuando se acabó el tiempo asignado, tal era su entusiasmo con la increíble experiencia de «flotar» en el espacio.
Otra noción precursora de Asimov en «Basureros del espacio» fue la composición multinacional de los personajes. Ya no son, como era la costumbre de aquel entonces, John, Bill o Joe, sino Hamish Sankov, Mario Esteban Rios, Richard Swenson y, ahora si, un anglosajón: Ted Long. Eso sí, eran todos hombres, no había ningúna representante del bello sexo. Pero intervino Horace Gold, editor de Galaxy, instando al autor a que incluyera a una mujer en el elenco. El buen doctor asintió y le dio una esposa a Richard Swenson. Gold aceptó a regañadientes ya que esperaba algo más de su personaje femenino.
No solamente fue esta la introducción de Asimov a los lectores de nuestro país, sino también la del talentoso artista Edmund Emshwiller —«Emsh»— quien pronto se convirtió, junto con Hugo Csecs y Pedro Olmos en viejos conocidos. Asimov continuó apareciendo asiduamente en las páginas de Más Allá. Su novela Las cavernas de acero, un policial con transfondo futurístico, se convirtió en un favorito muy recordado por los ‘masalleros’.
Acotación: «Vagaespacios» es la curiosa interpretación que le dio el anónimo traductor de Más Allá al vocablo inglés scavengers al referirse al trabajo de Ríos y sus compatriotas marcianos al tratar de recuperar los restos inútiles de cohetes abandonados en el espacio. Más adecuado es «chatarreros» usado por Roberto Ribera en la compilación En lo profundo a la que nos referimos al comienzo de este artículo. Tal vez un título más apropiado a la versión de la revista hubiese sido «Chatarreros del espacio» ya que ellos reciclan chatarra en lugar de tirarla a la basura. Hoy en día quizá hubiese sido «Cartoneros del espacio».
Continuará...
Carlos Altgelt
Escritor, coleccionista y especialista en historietas
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