26 de octubre, 2022
Análisis de una publicación
Esta es la séptima entrega del gran trabajo de investigación de Carlos Altgelt sobre la revista Más Allá. En este último artículo cuenta quiénes fueron Willy Ley y el ilustrador Chesley Bonestell autores de la serie La conquista del espacio que, dice Altgelt «nos abrió los ojos a grandiosas vistas jamás imaginadas». No dejes de leer sus anteriores notas: Introducción, El día de los Trífidos, Basureros del Espacio, Filmando el pasado; Los defensores y Un balde de aire de Fritz Reuter Leiber.
Por Carlos Altgelt
«El viaje a la Luna: el primer paso
para el dominio del Universo».
Más Allá No 1, junio 1953.
Si los relatos publicados en este primer número de Más Allá sacudieron a la juventud argentina de aquel entonces, esta primera entrega de la serie La conquista del espacio nos abrió los ojos a grandiosas vistas jamás imaginadas gracias a los conocimientos científicos de Willy Ley las inspiradas ilustraciones de Chesley Bonestell. Ambos autores eran prácticamente desconocidos en nuestro país donde aún no se había publicado nada de ellos.
Corría el año 1953, época en la que aún se pensaba que Marte estaba cruzado por antiquísimos canales construidos por una extinta civilización y poblado, si bien probablemente no con marcianos, con una vegetación que cambiaba de acuerdo a las estaciones. En nuestro país había pocos libros de divulgación científica accesibles a los adolescentes. Algunos habíamos tenido la suerte de contar con los 20 tomos de El tesoro de la juventud –una enciclopedia didáctica, que en su versión original fue escrita hacía ya más de un siglo– fuente inagotable de información.
Es difícil describir la intriga, el asombro, el interés que despertaba leer cada una de sus páginas pobladas de ilustraciones y fotos en blanco y negro impresas en papel ilustración.
Aquellas relacionadas con la astronomía me resultaban de mayor interés que el resto. Una lámina que influenció mi afición posterior por la astronáutica, fue una espectacular mostrando el tiempo que tardaría un avión a hélice en llegar a la Luna y los planetas –¡en línea recta nada menos!– con la aeronave volando figurativamente en el vacío del espacio sideral. A pesar de la obvia inexactitud, la pintura daba una idea de las distancias involucradas.
Hablando de astronomía, es impresionante darse cuenta de lo que progresó el estudio, no sólo de las galaxias y el universo en sí, sino de nuestro propio sistema solar. Hoy en día, cualquier aficionado que se las rebusque un poco, logra fotografiar (o «capturar» como le dicen ahora) a, digamos, Marte, Júpiter o Saturno, con una nitidez negada a los más poderosos telescopios de aquel entonces.
La Editorial Abril publicó en 1947 y 1948 una serie de libros de divulgación científica para jóvenes titulada Hoy y mañana. Varios fueron escritos por Héctor G. Oesterheld –doctorado en Ciencias Naturales– bajo seudónimos: Héctor Sánchez Puyol, Daniel Porter y Germán de la Vega. Dos de ellos se titulaban El misterio de los cometas y meteoritos y El Sol, la Luna y los planetas.
Han pasado más de 70 años, las ilustraciones de hoy en día –en revistas como Astronomy, Scientific American o Sky and Telescope– son espectaculares, tan realistas que parecen fotos. Sin embargo, no tienen el encanto de aquellas de Iris de Paoli como cuando representaba a las órbitas de los planetas como si fuesen sólidas cintas tridimensionales o que en un libro sobre cometas y meteoritos, del Sistema Solar, claro, ilustrase una galaxia en espiral de fondo.
Y ahora que tocamos el tema de realismo en representaciones de cuerpos celestes, es hora de que nos ocupemos de uno de los autores de La conquista del espacio: Chesley Bonestell, ese inigualable artista de quien ya hemos hablado en la serie sobre las tapas de Más Allá.
Oriundo de San Francisco, California, donde había nacido el primer día del año 1888, su pasión por la pintura astronómica comenzó desde bien temprano. Nunca olvidó la impresión que le causó ver al planeta Saturno desde el observatorio Lick de San José cuando tenía 17 años. Corrió a su casa e inmediatamente pintó lo que había visto. Lamentablemente, esa primera obra fue destruida al año siguiente durante los incendios causados por el terremoto de 1906.
Comenzó a estudiar arquitectura en la Universidad de Columbia de Nueva York pero su verdadero interés estaba en la parte artística de su carrera, no la profesión en sí. Cuando cursaba el tercer año abandonó sus estudios –los cuales le serían útiles como futuro pintor astronómico– para dedicarse de lleno al diseño artístico. Fue así como entre 1920 y 1926 se mudó a Inglaterra para trabajar como diseñador de temas arquitectónicos para el Illustrated London News. Al regresar a su país participó en importantes proyectos como la construcción de dos íconos de la arquitectura del siglo XX: el edificio Chrysler de Nueva York con su distintiva fachada art decó (1928-30) y el Golden Gate Bridge de su ciudad natal (1933-37).
En 1938 se mudó a Hollywood donde trabajó en varias películas –Citizen Kane entre ellas– como diseñador de efectos especiales y gigantescas pinturas mate para telones de fondo. Fue en esa época que Bonestell se dio cuenta de que podría combinar su interés por la astronomía y sus conocimientos de arquitectura con los trucos fotográficos aprendidos en la capital del cine.
Inventó entonces el fotomontaje, modelos de plastilina, yeso y arcilla, fotografiados en blanco y negro con una cámara estenopeica (para conseguir máxima profundidad focal) para luego pintar la foto. El resultado fue una serie de ilustraciones para artículos y portadas de las prestigiosas revistas Life y Collier’s. Su circulación masiva hizo famoso el nombre de Bonestell como un ilustrador fuera de serie. Años después, el renombrado astrofísico Carl Sagan no ocultaba su admiración: «No sabía cómo eran otros mundos hasta que vi las pinturas de Bonestell».
Debajo reproducimos dos de sus cuatro pinturas que adornaron las tapas de Más Allá.
Concurrentemente con estos artículos en revistas estadounidenses, en 1949 se publicó La conquista del espacio, libro que llamó la atención del productor de cine George Pal por sus ilustraciones fotorrealistas y convenció a Bonestell para que colaborase en la película Viaje a la Luna (Destination Moon). Algunas escenas del film fueron publicadas en Más Allá como complemento a las pinturas de Bonestell.
Un asteroide fue bautizado «Bonestell» en su honor en marzo de 1986. Al respecto, Carl Sagan comentó que «es lógico que le devolvamos un mundo a Bonestell, que nos ha dado tantos».
Para no ser menos, su coautor, Willy Ley, tiene un cráter en el lado oculto de la Luna nombrado en su memoria. Pasemos entonces al autor del texto.
Willy Otto Oskar Ley oriundo de Berlín, falleció en junio de 1969, justo un mes antes del alunizaje del Apolo 11. Fue un divulgador incansable de la ciencia, haciéndola accesible en términos amenos al lector medio.
Ley reconocía la influencia en su formación de haber crecido literalmente a la sombra del Museo de Historia Natural de Berlín. En la escuela un día su maestro le preguntó qué querría ser cuando fuese grande y el pequeño Willy le respondió: «Quiero ser un explorador». Y en cierta forma, así fue. Exploró el cosmos con su mente, desde las profundidades del océano hasta los confines del universo. Sus artículos abarcan temas tan diversos como astronáutica, zoología, paleontología, astronomía, biología, energía nuclear, etc.
El viaje al espacio fue su primer libro técnico-científico. Publicado cuando tenía 19 años, en el mismo expone la viabilidad de los vuelos siderales. Dos años después lo sigue con una versión más expandida: La posibilidad del viaje interplanetario. A estos los siguió al año siguiente su única novela: La Starfield Company: una ciencia ficción técnica publicada en un suplemento del diario Neue Leipziger Zeitung. Un entusiasta redactor la describió así:
«En esta novela, Ley utiliza todo su conocimiento sobre el proyecto del cohete y con la pasión del futuro técnico y la sobriedad humorística de una persona moderna, construye la realización de la idea con tanta audacia que todos no sólo la leen con la respiración agitada y experimentan un viaje en cohete, sino que se agarran la cabeza y dicen que aquí, ahora, en efecto, en el siglo XX, el hombre está superando en hechos los mitos de todos los pueblos. El centro de la novela y la cabeza de Starfield Company es Cora, un genio organizativo y una mujer hermosa».
Durante su larga carrera como autor, sólo publicó cinco cuentos entre 1937 y 1940 luego de haber emigrado a Estados Unidos en 1935 cuando tenía 28 años. Venía precedido por su fama y de inmediato comenzó a publicar sus meticulosos y precisos ensayos científicos en revistas y periódicos de todo tipo. Fue un asiduo colaborador de Galaxy con una sección titulada «For Your Information», de la cual Más Allá publicó 17 artículos.
Luego de una brevísima biografía, Más Allá lo presentó de la siguiente manera: «A su rigor científico y a su fantasía creadora, Willy Ley une otra cualidad extraordinaria: su entusiasmo contagioso, que proviene de su capacidad de hacer atrayentes y comprensibles los problemas más difíciles y las cuestiones más abstractas; su facilidad comunicativa, que se revela en su estilo literario terso y ameno, y en el éxito sin precedentes de su programa de divulgación científica por televisión que se transmite en los Estados Unidos. En La conquista del espacio, la vigorosa personalidad de Willy Ley se presenta en su plenitud: el libro apasiona como una aventura, pero es una obra de ciencia. Está al alcance de todos, pero es discutido en todos los ambientes científicos».
Más Allá publicó el libro La conquista del espacio (Viking Press, 1949) en su totalidad, eso sí, no en el orden original. Comenzó con el capítulo 2, «Target Tonight: Luna!» acabando en el N° 9 con el primer capítulo del libro: «One, Two, Three… Rockets Away!». Es muy probable que este cambio de secuencia haya sido porque este primer capítulo que se dedicaba a la historia y tecnología de los cohetes en la exploración del espacio no tenía el glamour de las ilustraciones de Bonestell. Reproducimos abajo dos páginas del libro con ilustraciones en colores publicadas en Más Allá en blanco y negro en el primer número (izquierda) y el N° 3.
Desde el número 30 al 34, Más Allá publicó otro libro por Willy Ley con un tema similar: La conquista de la Luna (Viking Press, 1953). Esta vez la colaboración fue con Wernher von Braun y Fred Whipple, ilustrado por Chesley Bonestell, Fred Freeman y Rolf Klep. Pero, como dicen, esta es otra historia.
FIN
Carlos Altgelt
Escritor, coleccionista y especialista en historietas
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