26 de octubre, 2022
Humor culto
En tiempos de pandemia, Dago salva la vida.
Por Esteban Podeti
No puedo hablar desde una expertitud en infectología, ni desde mi aguda visión socio-geopolítica, entre otras cosas porque carezco de las dos. Puedo, en cambio, hablar desde mi extensísima lectura de historietas, algo accesible a todo el mundo: Una cosa que sé, gracias a «Los sobrevivientes», célebre episodio de Dago (Robin Wood- Alberto Salinas) es que una peste se maneja con ley marcial, gritos y hogueras, garfios, lanzas y cañones, en un páramo, donde la gente se arrastra por los páramos semidesnuda, ya que han debido quemar la mitad de su ropa.
«¡Quemen los cadáveres pero no los toquen! ¡Usen garfios!» –grita Dago, mientras «alaridos, humo y horror forman una corona de pesadilla sobre ese grupo enloquecido», según reza la colorida prosa del paraguayo Wood.
El distanciamiento social se llevaba a cabo atravesando de un lanzazo al apestado que se acercaba pidiendo ayuda; y de cuando en cuando los guardias del páramo (un lugar indeterminado de pesca de sanguijuelas, donde el esclavo Dago y su compañero Kiriatos trabajaban de carnada humana) intentaban huir en bote, pero los cañones de Barbarroja los hundían a cañonazos.
Muy bien, yo no digo llegar a estos extremos (bastante tenemos con la Bonaerense), pero la sensación de épica o de misión más grande que la vida misma está bastante ausente. El problema: cuando un movimiento no genera una épica, la comunidad desorganizada llena el agujero y crea una o varias: de un lado, llamando a la higiene con el tristísimo “quedate en tu casa” (con resultados muy poco impresionantes: nada hay menos épico que encerrarse), del otro con la participación de la peor escoria política y social: la Argentina psiquiátrica compuesta por militantes youtuberos de la Liberté, ancianos que se saltean la medicación desgañitándose por su derecho a «salir la calle» (incluso aunque nadie se los impida), lumpenaje de Belgrano formado políticamente con Intratables y tomadores de cloro, todos mancomunados por unánime y frenopático odio antiperonista.
Esta runfla tiene ventaja: Estamos acostumbrados a que la épica, la revolución, el combate se ejecuta en la calle, en grupo y a los gritos, en lo posible salivándonos involuntariamente, es decir, exactamente lo opuesto a lo que necesitamos. Aunque los resultados son opuestos, es una épica más parecida a la de Dago, hecha de hogueras y torsos transpirados.
¿Cómo se conduce una épica con aislamiento social? Tenemos desde luego un filón en las historias del personal sanitario y los militantes sociales, de los que francamente sabemos poco y nada: nadie quiere ver enfermos ni pobres. Intentamos entonces suplirla con hashtags y parrafadas.
Hay un detalle importante en la historieta de Dago: Era él, el esclavo, el ser humano en el escalafón más bajo quien debía conducir el manejo de la pandemia, porque el que tenía la experiencia en pestes era su compañero Kiriatos, a quien su amo actual «le hizo cortar la lengua. ¿no es una ironía? Eso hará aún más difícil salvarnos». Si me permiten sobreanalizar un poco, Kiriatos representa la sapiencia de los humildes, y Dago al exégeta que sabe interpretar este saber para conducirnos a la Victoria. Nada más opuesto al estado de cosas actual: Hoy somos millones de ñatos los expertos en pandemia y gestión, pero no estamos mudos, sino multiplicando teorías de D.T. de oficina en las redes, lo que también «hace más difícil salvarnos».
No, no hay épica en la payasada inverosímil del gorilismo anticuarentena y sería una hazaña paradojal obtenerla del aislamiento social. Pero, tercer descubrimiento, y siguiendo el ejemplo de Kiriatos, tampoco existe en nuestro cacareo constante: A lo mejor lo más épico que podemos hacer es acudir al viejo “mejor que prometer es realizar” y al más viejo aún «res non verba» y mientras los que están al frente se arriesgan, cortarnos la lengua (metafóricamente, metafóricamente, compañerxs, no quiero ser el Viviana Canosa de las lenguas amputadas) por un ratito.
Esto es lo que aprendí leyendo Dago y seguramente es erróneo o insuficiente; ¿Será más erróneo o insuficiente que lo que se aprende leyendo memes de Pictoline o móviles televisivos?
Esteban Podeti
DIbujante, y humorista, autor de «El cartoonero» publicado en Fierro segunda época.
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