26 de octubre, 2022
Origen de un movimiento
Publicada entre los números 65 y 74 (entre marzo y diciembre de 2012) de la segunda etapa de la Revista Fierro, Tacuara reconstruye los entretelones de un movimiento nefasto del nazismo en la argentina.
Por Rodolfo Santullo
«Dice Machado que tenés que hacer una historieta de Tacuara» me dijo mi esposa (en aquel entonces mi novia) sin que yo supiera ni de qué me hablaba. Demos un poco de contexto. Con Dante Ginevra estábamos terminando de hacer Malandras y ya había entregado el último de los guiones. Mientras Dante lo dibujaba, conversábamos con qué seguir. ¿Una de terror? ¿Una de ciencia ficción? Pero mientras las ideas se fraguaban, Victoria -mi mentada esposa- asistía por aquel entonces a un seminario que daba el profesor de historia Carlos Machado (1937-2019, autor de un libro importantísimo acá en Uruguay: Historia de los Orientales) y, posteriormente, lo entrevistaba. En esa entrevista salió el tema de que su pareja -léase yo- hacía historietas y el buen hombre dijo entonces: «Ah, personaje de historieta Joe Baxter. El movimiento Tacuara, eso sí que merece una historieta».
Pues entonces, cuando Victoria me contó esto, yo empecé a leer sobre el Movimiento Nacionalista Tacuara y su fundación, origen y curiosísima posterior derivación tanto en ultraderecha como semilla de los Montoneros, con el asombro que me suele dar cómo buen uruguayo que soy explorar la historia argentina. Y su destino, como nuestra próxima historieta colectiva, vino de la mano de un encuentro en Mendoza con Lautaro Ortiz, cuando me preguntó con qué pensábamos seguir con Dante y yo salí con aquella de terror, aquella de ciencia ficción. Lautaro me miró, poco convencido, y preguntó si no había algo más y yo manoteé aquella sugerencia de Machado. «Tiene toda la lógica» se entusiasmó Lautaro «Es una continuación directa de lo que contaron en Malandras».
Tacuara se compuso de 10 episodios y se publicó en la revista entre sus números 65 y 74 (entre marzo y diciembre de 2012). A lo largo de todas estas entregas, reconstruimos con Dante la fundación del Movimiento, su auge, su escisión y posterior decadencia y desaparición. Al respecto de ellos, sin entrar en el campo de la opinión, se puede decir que fue una organización de carácter antisemita y fascista que operó entre 1957 y 1966, pionera en la aplicación del término «neo nazi» incluso para aquel entonces. Entre sus fundadores se destacaron especialmente dos: Alberto Ezcurra Uriburu y José Joe Baxter, quienes terminaron simbolizando, años después, las dos interpretaciones posteriores del propio movimiento (el primero vinculado, ya consagrado cómo religioso, a la dictadura de 1976; el segundo convertido en el fundador del Movimiento Revolucionario Peronista y, más adelante, militante trotskista), pero que -para 1957- eran dos jóvenes de apenas veintipocos años. Con ellos como centro de nuestra narración, y la proverbial línea narrativa de dos amigos con un objetivo en común que poco a poco se van separando, es que armamos nuestro esquema alrededor de su accionar como movimiento y lo que hicieron después (nuestro relato se remonta incluso hasta 1973).
La historia en sí era riquísima pero al mismo tiempo muy delicada. Hablamos de hacer protagonistas a un grupo de neonazis capaces de asesinar, torturar y perseguir a todos aquellos que consideraban blancos aceptables de su ideología. Pero el balance estuvo puesto -o al menos nuestra intención- en reconstruir sus acciones y desarrollarlos cómo personajes antagonistas, al tiempo que mejores amigos. En el choque de sus interpretaciones políticas, de la mano de sus acciones puntuales reconocidas. Acciones que la historia bien ha sabido recoger y muchas de ellas son, hoy por hoy, muy famosas tal y cómo es el caso del asalto al Policlínico Bancario (del que se hizo incluso una película, nada menos que con Mirta Legrand) pasando por sus atentados antisemitas a militantes judíos de izquierda (o simplemente judíos) a lo largo de sus varios años de existencia. Sólo en 1963 -el año del asalto mencionado- la Policía Federal informó que los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado cuarenta y tres hechos terroristas.
Alberto Ezcurra y su equipo («mitad monjes, mitad soldados») continuarán presos de los esquemas fascistas tal cual habían llegado de Europa: «O triunfamos y desfilamos victoriosos bajo el Arco de Triunfo, o fracasamos y nos pegamos un tiro en la Cancillería de las ruinas de Berlín», dirá Ezcurra, mientras otros tacuaristas menos místicos pintarán en los muros del cinturón industrial de Buenos Aires carteles heréticos: «Las 62 al poder», «Todo patrón es un ladrón», «La propiedad es un robo» (...), al mismo tiempo que Alfredo Ossorio, Jorge Caffatti y Joe Baxter exaltaban desde las tribunas la epopeya frustrada, pero no olvidada, de los guerrilleros uturuncos de Tucumán.
El cuerpo de milicias, pomposo nombre de los grupos de choque y los comandos de barrio, son los semilleros de la insurrección interna. El proceso se refleja claramente en los nombres que los comandos eligen: 17 de octubre, Primero de Mayo, Lealtad. La invasión de hijos de obreros -estudiantes de escuelas nocturnas y jóvenes operarios de Mataderos, Villa Luro, Dock Sud, Núñez y Boedo- implica un cambio en la composición social de Tacuara. La Cruz de Malta es eliminada de muchas banderas. Jorge Caffatti reúne su comando en el local del Sindicato de Obreros del Tabaco y explica a sus muchachos: «No es casual que estemos aquí y no en otra parte. No se encuentra a los revolucionarios en las sacristías».
A partir de 1960, ciertos autores nacionalistas de izquierda habían empezado a atraer la atención de algunos dirigentes medios de Tacuara. Al enfrentarse con los enemigos reales de la revolución nacional, del brazo de los militantes sindicales peronistas, algunos jóvenes fascistas derribarán los mitos que antes veneraban y se radicalizarán en dirección inversa. «El antisemitismo y el anticomunismo sistemáticos, que les ofrecían chivos emisarios sucedáneos de los enemigos reales, dejarán de serles necesarios en la medida en que, al profundizarse, el proceso mismo descubrirá a sus ojos los verdaderos factores de la crisis y el sometimiento del país», así los analizaba nada menos que Eduardo Galeano para el semanario montevideano Marcha ya en 1967, in situ, digamos. Ya en aquel entonces, la radicalización interna de parte del grupo, así cómo la divergencia en varios subsectores era llamativa, algo que hoy por hoy, con la distancia que da el tiempo, permite hacer de ello un estupendo caldo de cultivo para la ficción.
Ficción que fue tratada de mantener en mínimos. Por supuesto, toda recreación es en sí misma ficción y por mucho documento uno use, por mucha fuente que uno consulta, al final del día se reinterpreta todo esto en pos de narrar un relato que haga justicia a la historia, sí, pero cómo bien decía René Goscinny, que le sea primero que nada fiel a la historieta. Sin duda que esta Tacuara que creamos junto a Dante es una interpretación posible de los hechos, la nuestra, y solamente eso. Pero también es, o eso nos gusta creer, un retrato, un fresco que pinta la realidad política de un momento embrionario de la Argentina y sus contradicciones, su batalla política y las criaturas que la poblaron. Tacuara es una mirada al pasado que trata de representar los hechos de la manera más histórica posible pero que, al mismo tiempo, trata siempre de ser una buena historieta.
Queda en Uds, lectores, juzgar el resultado.
Rodolfo Santullo
Escritor, periodista y guionista.
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