Supremacía reptiliana

Una mujer desaparece en algún punto de Jacinto Arauz, la Pampa, Argentina, y se la encuentra horas más tarde a 65 km de su hogar. Su último recuerdo fue una luz flotando en el cielo que la encegueció.

En 1997, el coronel retirado del ejército de los Estados Unidos, Philip J. Corso publica el libro The day after Roswell. Allí afirma que el ejército estadounidense se apropió de tecnología extraterrestre para desarrollar los avances que han propulsado las últimas décadas de la evolución humana, que estamos en una guerra secreta con los extraterrestres y que la avanzada que ha llegado a la Tierra no es más que una pandilla de organismos artificiales, imbuidos de inteligencia artificial, construidos para sobrevivir a los viajes interestelares y servir de ancla de desembarco para los verdaderos invasores. Los que algunos iluminados llamaron «Ellos».

David Vincent lo supo y nadie lo escuchó.

El lector se preguntará a qué viene esta misteriosa introducción. Queremos anunciar grandes cambios. Tenemos un director que hoy dijo ausente luego de haber visto la luz, tenemos un organismo etéreo titulado Fierro Web que crece a pasos agigantados, día a día, y que ya se materializó primero como Hércules Myst, luego como Cabeza de dibujante y próximamente como Las Santas del Tango del inagotable El Tomi.

En enero nos ausentaremos durante treinta días. Asuntos estelares nos convocan. A trescientos km por encima de todos nosotros flota una cuadrilla de naves espaciales de la Federación Galáctica. Una guerra fría tiene lugar en esa zona franca donde especies como la reptiliana, artificiales como las de los perversos zetas reticuli o felinas como la de los urmhas luchan por la preeminencia final, sobre un tablero de ajedrez cósmico, donde nosotros ni siquiera somos los peones de esa partida.

Tras todo lo dicho, no queda más que citar las palabras del profeta televisivo de los años 50s, el asombroso Criswell: «¡Miren los cielos!»

Ilustró: Luis Blaugen-Ballin.