26 de octubre, 2022
Reseña
Vida de perros que no son ajenos a la ternura, ni al horror cotidiano.
Por Pepe Muñoz
Mariano Grassi escribe y dibuja la novela gráfica Mascota como si se tratase de una fábula amarga o una pesadilla amena, de esas que están emparentadas con la imaginación de las sociedades animales que ilustró Grandville o que borroneó la psicopatía -enfebrecida de manicomio- de Max Ernst . Una fábula visceral, cruel, realista y, por todo eso, salvaje. Y este último adjetivo es lo que hace más interesante al libro. Un trazo infantil, pero sucio, casi corrupto, que remite además al underground norteamericano o a la escuela de Art Spielgelman de la revista Raw.
La historia de Mascota es una alegoría a la vida común, a sus miserias, a la muerte de la fantasía y de los sueños cumplidos. El reinado de pesadilla que convive con el horror de lo posible. El perro que protagoniza esta fábula es un trabajador, padre de familia, al que circunstancias violentas lo hacen caer en desgracia. La pérdida de su categoría (la que se impone por casta y no por mérito) lo obliga a reencontrarse a sí mismo en un tirabuzón en caída libre que lo lleva a buscar toda clase de trabajos, a caer en la mendicidad y en el alcoholismo y luego a una semi redención donde los sueños no son más que frustraciones ilustradas (y donde tener una ilusión es tener un trabajo).
El libro no está despojado de ternura (el estilo semi infantil no es casual), ni de un optimismo sucio (pero optimismo al fin) donde las intenciones frustradas de un padre y de una madre a veces se imponen, en sus deseos, a las malogradas circunstancias que les depara el destino.
Hay dos personajes picarescos que recorren toda la historia, un monito y un gatito, que parecen escapados de los viejos libritos infantiles de la editorial Sigmar de los años 70s. Según la historia que cuenten pueden ser aventureros, cirujas, borrachos, caníbales, malandras o empresarios exitosos. De alguna manera son los sueños incumplidos de la vida. Los que no logran concretar estas mascotas de la existencia.
Esa es la moraleja terrible -y a la vez maravillosa- que deja el libro de Grassi, casi despojado de diálogos, a pura imagen y mensaje. Nos dice que no importan demasiado nuestras decisiones, ni siquiera nuestros propósitos; simplemente, a veces, estamos destinados a tener una vida de perros y a ser las mascotas de esos que se dignan a tirarnos un hueso cuando estamos en la mala.
El libro fue publicado por Tren en movimiento ediciones. Se adquiere en comiquerías.
Pepe Muñoz
Escritor y periodista especializado en cultura popular.
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