26 de octubre, 2022
Reseña
La biografía de Aldo Pravia repasa vida y obra del dibujante en Argentina, con entrevistas y testimonios inéditos.
Por Pepe Muñoz
El mundo del coleccionismo argentino está sembrado de adoradores y defensores de las memorias más inasibles e invisibles. Aldo Pravia es un tipo que se formó leyendo y estudiando historietas en la famosa escuela Panamericana de Arte. En su adolescencia atravesó el período dorado de la historieta argentina, cuando editoriales como Abril o Frontera, ponían al alcance del lector a los mejores dibujantes que poblaron este país.
Y hay que decir «poblaron», porque gran parte de esas manos —que esgrimieron con destreza virtuosa lápices y pinceles— fueron extranjeras. Expatriados por necesidad o espíritu aventurero, muy pronto se sintieron argentinos. Un poco de eso se trata el libro Hugo Pratt, el tano.
Pravia se concentra en la larga estadía argentina del creador del Corto Maltés. Un período de diez años que tuvo sus regresos y sus partidas en las décadas siguientes. Sin abrumar con datos duros, el investigador y coleccionista nos cuenta los devenires de Pratt en el país, su vida en Acassuso, rodeado de sus amigos (Pavone, Ongaro y Faustinelli) y de familias bien y del río. Su crecimiento como dibujante, su amistad con Oesterheld (y sus peleas), un viaje a la Patagonia y la creación de historietas y personajes maravillosos como «El cacique blanco», «El sargento Kirk», «Ticonderoga», «Wheeling» o «Ann y Dan». En ese periplo también conocemos su infancia en África, su experiencia en la guerra o sus escapadas a Brasil donde llegó a tener amoríos e hijos con una india.
El libro no se queda quieto, porque Hugo nunca lo hizo, sigue al autor en muchos de sus derroteros y en sus ires y venires a este país que nunca terminó por abandonar. Sus agarradas con otros dibujantes y el origen de muchas de sus creaciones. Parte de esa labor de reconstrucción, Pravia la realizó a través de innumerables testimonios que fueron aportando su granito de arena al camino de Pratt.
El resultado es extraordinario. Es una semblanza única que devuelve a la vida a uno de los más geniales creadores que dio la historieta mundial.
En un documental (que se pasó durante una muestra de Uderzo en el CCR), la hija de Goscinny confesaba a la cámara que su padre René nunca dejó de sentirse argentino. «Argentina lo apasionó, y San Isidro fue su pago chico», sentenció Pravia en una charla con Lautaro Ortiz. Pratt era tano, pero aprendió a ser argentino.
El libro contiene una extraordinaria galería de imágenes inéditas, y el autor de esta notable biografía tuvo la gentileza de compartir algunas de ellas con Fierro:
Dice Pravia: «Diciembre de 1950. Estación ferroviaria Sta. Lucía, Venecia. La madre Evelina, (primera fila, extrema derecha), la novia Lidia (a la derecha de Hugo) y un grupo de amigos, despiden a Pratt y a Faustinelli, quienes partían hacia el puerto de Génova. Comienzo del viaje hacia América».
«En Acassuso, anticipando a Corto Maltés, años 50s».
«El joven Hugo en las tranquilas calles de Acassuso».
«Hermosa foto con su gran amigo Ivo Pavone, en la pensión de calle Italia».
«Hugo en San Isidro».
«En una de sus excursiones por la Patagonia».
«Hugo junto a Nelly Hantyyszyn, esposa de Ivo Pavone».
«Con una señora desconocida, en su ambiente favorito: el restaurante».
Pepe Muñoz
Escritor y periodista especializado en cultura popular.
Te puede interesar
26 de octubre, 2022
23 de septiembre, 2022
15 de agosto, 2022
04 de julio, 2022