Glotonería lectora

Desde que nos convencieron que el problema de todos nuestros males era la falta de lectura, el lector engordó. Desproporcionadamente engordó. Se hizo adicto a la lectura. Ya no sólo lee lo impreso, también lo que flota y lo que emite luz. Nada queda sin leer. Y cuando no hay más, él mismo va y se inventa sus propias palabras y las regurgita en redes y en apps, que no son otra cosa que enormes platos fosforescentes capaces de contener porciones generosas de lecturas. El lector con hambre ya no existe.

Ante esta situación de sobrepeso general, Fierro redobló sus esfuerzo en este octavo número, para convencer a los lectores empachados que la gran olla de las suculentas novedades, de las informaciones sorprendentes, de la literatura moderna y ondemand, de los pdf libres de derechos y de las reflexiones post pandemia junto a las reseñas amigables y otras alternativas lameloides, están allá, en la vereda de allá. Acá, en la humilde cocina de esta revista de historietas, solo se prepara alimento para aquellos que han renunciado al guiso general. 

Como el infierno de Oscar Grillo, acá lo que se come son colores. Grafito y tinta. Rgb y Zoom. Un poco de papel, mancha a gusto, y mucha imaginación. Porque el plato en Fierro es único. Pero no por arrogante originalidad, sino por deliberada generosidad: un buen lector es aquel que sabe cuándo hay que dejar de leer.

Y cuando se deja leer lo que en todos lados se lee, se descubren cosas maravillosas como el opiómano Paria de Martín Túnica y sus múltiples guionistas; como la Santas de El Tomi; la Cárcel de los K (Kundo y Kutika); Randall y Sabú; Copi y Curubeto; Altavista y Sin disfraz; Sala y el Fletero; Tacuara y los aviadores del Solano inglés; SALVO y las novedades del mes: Alcatena, María Alcobre y Ezequiel García.

Dejar de leer hoy es un lujo, incluso la posibilidad de salvarse la vida. Como aquel lector que a orillas de un lago en Wisconsin interrumpió a tiempo la lectura de las últimas imágenes en el omóplato del Hombre Ilustrado y pudo correr pueblo abajo para contarlo.