26 de octubre, 2022
Cine bizarro
Desde los cortos documentales de Edison -de la guerra hispano-estadounidense- hasta el último tanque de la Marvel, «Back Widow», Cuba fue escenario predilecto de la cámara hollywoodense. Curubeto, con ojo clínico, repasa vida y obra de las grandes películas que tienen o tuvieron a la cuna de Fidel Castro como telón de sus desvelos. Hollywood, esa máquina de hacer y deshacer sueños, no hizo más que transfigurar y maquillar, en sus sucesivas representaciones, la historia de su país vecino.
Por Diego Curubeto
Siendo realistas, salvo por algunos privilegiados que están dispuestos a errar por el mundo diseminando la plaga apocalíptica por cualquier parte, en estos tiempos, tal vez lo mejor sea viajar virtualmente a través del cine, empezando, igual que el nuevo y excelente tanque de Marvel, «Black Widow», con algunas paradas en Cuba.
Mientras la gran película de DC Comics del 2021, «Suicide Squad» de James Gunn transcurre casi íntegramente en la isla latinoamericana de Corto Maltese, la nueva y formidable «Black Widow» de Marvel, dirigida por Cate Shortland, comienza con un tremendo prólogo que remite a la pasada Guerra Fría.
Scarlett Johansson repite a su antiheroina que —antes de unirse a los Avengers— tuvo un oscuro y tremendo pasado como asesina rusa, con una falsa familia estadounidense que, en realidad, es una célula de espías rojos, que tienen que escapar de Ohio antes de que los atrapen, para lo cual realizan una conveniente escala en Cuba, donde el horrendo carácter de los villanos de ocasión queda expuesto.
La escena cubana, más que un auténtico viaje a la isla comunista, es una escala verdaderamente desagradable, que marca el inicio de la pesadilla que vive desde teenager la futura súper sicaria rusa.
Estos pocos minutos en la Cuba de Marvel, como es habitual, no se centran en los barbudos cubanos dado que, desde siempre, han sido pintados como personajes pintorescos; a diferencia de los auténticos bastardos soviéticos.
Incluso el mismísimo James Bond, que debutó en Jamaica con «El satánico Dr No», demoró décadas en aterrizar en Cuba. Mas precisamente 40 años y 30 películas, y eso solo para que en «Die Another Day» —2002— Pierce Brosnan, junto a Halle Berry, aparezca apenas un par de actos en la isla de Fidel (porque la mayor parte de la acción es en Islandia) y tal vez lo más destacable sea poder escuchar el famoso tema de Bond pero con arreglos musicales típicamente guajiros.
Incluso en películas sobre la crisis de los misiles, como «13 days» de Roger Donaldson o la versión Marvel «X First Class» («X Men, Primera Generacion», 2011) de Matthew Vaughn soslayaban bastante a los cubanos comunistas y se concentraban básicamente en los rusos.
Pero dentro del cine de la Guerra Fría, el que sí se ocupó de darle su lugar de villanos a los barbudos fue nada menos que Alfred Hitchcock, en la que muchos consideran su peor película, «Topaz», sobre la novela de Leon Uris. Aunque claro, lo peor de Hitchcock puede ser lo mejor que el lector pueda ver en meses. «Topaz» (1969), transcurre en Cuba durante lo más álgido de la Guerra Fría. Fidel Castro y el Che aparecen desde material documental de archivo, en un acto político de Fidel que está perfectamente integrado al guion, también tiene personajes protagónicos cubanos, tanto revolucionarios como contra revolucionarios, con fuertes giros hacia el drama pasional en medio del espionaje. Igual, para el Hitchcock anticomunista se recomienda más «Torn Curtain»· («Cortina Rasgada») con Paul Newman y Julie Andres en una difícil misión detrás de la Cortina de Hierro.
Pero Hollywood se ocupó de Cuba bastante antes de la revolución de Fidel. Y es que a Cuba nunca le faltaron revoluciones. Un gran film, casi olvidado, «We Were Strangers» («Rompiendo las cadenas») que filmó John Huston en 1949 con actuaciones de John Garfield, Jennifer Jones, Pedro Armendariz y Gilbert Roland, narrando el intento revolucionario por asesinar al dictador Machado, muchos años antes que Batista. Créase o no, es un film que suele ser mencionado como un motivador de la insurrección de Castro. Garfield era un conocido simpatizante de la izquierda, y este es uno de los pocos casos en los que Hollywood muestra a terroristas como héroes. «We were strangers» fue producida en forma independiente y filmada en México, pero Huston mandó un equipo reducido de segunda unidad a la Habana para filmar algunas escenas claves. La leyenda asegura que un joven Castro aparece como extra, aunque es imperceptible y, por otro lado, la supuesta aparición nunca fue confirmada por el líder cubano. Lo que sí es seguro es que en plena era de Batista, el film fue de una influencia importante para motivar a los revolucionarios cubanos, algo que se volvió notable y muy comentado una década más tarde, cuando las fuerzas de Castro derrocaron al dictador. En efecto, casi inmediatamente el film de Huston —aunque en su momento no dejó conforme ni a la izquierda ni a la derecha— fue prácticamente borrado del mapa por las autoridades estadounidenses, y hasta el día de hoy es muy difícil de conseguir (incluso en Cuba, donde es atesorado en círculos cinéfilos).
Actualmente se lo puede ver cada tanto en el canal de cable TCM.
Huston fue uno de los pocos directores que pudo filmar algunas escenas en Cuba. Pero el único que lo logró realmente de forma integral fue el británico Carol Reed, para su obra maestra «Our Man in Havana» (1959).
Lo interesante es que Reed tuvo el apoyo de Fidel Castro que fue, desde siempre, un espectador ávido de películas de todo tipo. Incluso durante su segunda visita a Nueva York —para su famosa aparición en las Naciones Unidas— volvió locos a los encargados de la seguridad de la policía neoyorquina porque insistía en ir al cine, pero quería ver una película doblada o subtitulada al castellano, lo que no era tan fácil, hasta que, al final, tuvo que conformarse con mirar un «juego de bola» (es decir un partido de béisbol) en la habitación de su hotel.
Esta cinefilia castrense operó a favor de la obra maestra del cine de espías, «Our Man in Havana» («Nuestro hombre en La Habana») dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene, adaptando su propia novela, con un magnífico Alec Guinnes, interpretando a un vendedor de aspiradoras inglés viviendo en la Cuba de Batista que al ser conchabado al servicio secreto británico inventa y envía el diseño de una nueva arma atómica, que no es otra cosa que el dibujo de una de sus propias aspiradoras.
La película fue la primera producción internacional rodada en Cuba justo después de la revolución, lo que no fue un problema en absoluto, dado que Fidel Castro estuvo feliz de darle todas las facilidades para el rodaje en Cuba —además el guion mostraba al régimen de Batista con todos los detalles de crueldad y corrupción—, y el flamante presidente cubano no se perdió un solo día de rodaje, fascinado por conocer a al actor de «El puente sobre el río Kwai».
Claro que una vez que Fidel se declaró comunista, las producciones internacionales se sumaron al bloqueo, al punto que hasta las escenas cubanas de «El Padrino Parte 2» debieron ser filmadas en Santo Domingo, y hasta «Cuba» (1979) de Richard Lester, con Sean Connery como un asesor de Batista, tuvo que ser filmada en España (el film fue un fracaso, pero es mucho mejor de lo que uno podría suponer).
Los dibujos animados no necesitan locaciones, por lo que no fue difícil trasladar a Homero Simpson y al señor Burns a Cuba donde son estafados por Fidel. Incluso Rod Serling también nos llevó a Cuba en un formidable episodio de la serie «The Twilight Zone» («La Dimensión Desconocida») con Peter Falk como un revolucionario comunista —obviamente calcado de Fidel Castro hasta el más mínimo— que luego de derrocar a un dictador se va transformando en otro tirano, lo que se va viendo reflejado en el espejo embrujado del palacio presidencial. El episodio es «The Mirror» de 1961, con dirección de Don Medford y guion original del propio Rod Serling.
Y claro, hay un género en sí mismo que es de las películas sobre Ernesto «Che» Guevara. «No has vivido hasta que no veas a Jack Palance haciendo de Fidel Castro». Así se burlaba el crítico Leonard Maltin de la interpretación de Palance en la película «Che!» de Richard Fleischer, que suele aparecer en las listas de las peores películas de todos los tiempos. Fleischer había realizado clásicos como «20000 leguas de viaje submarino» y «Tora! Tora! Tora!», la superproducción que mostraba el ataque a Pearl Harbor también desde el punto de vista japonés. Pero al filmar una biografía del Che (interpretado por Omar Shariff) solo dos años después de su muerte en Bolivia, aquí la intención únicamente era explicar el incipiente culto a Guevara, con Fidel Castro convertido en un segundón del Che y en un títere de los soviéticos. Tampoco ayudaba la espantosa nariz falsa y barba exagerada de Palance y que prácticamente se limitaba a encender puros mientras asentía las estrategias de lucha de guerrilla propuestas por el argentino. Lo mejor del film, que de todas maneras no es tan malo como dicen, es la música de Lalo Schifrin.
Como decía James Stewart en un film de John Ford, «si la leyenda supera la realidad, imprime la leyenda». En el caso de la revolución cubana, la leyenda fue el Che, y por eso en las numerosas películas biográficas sobre los guerrilleros cubanos, la leyenda es Ernesto Guevara y Fidel es un personaje secundario, menos carismático, incluso en producciones serias como las dos películas de Steven Soderbergh, «Che, el argentino» (2008) y «Guerrilla» donde el Che está interpretado muy dignamente por Benicio del Toro y Castro por el actor mexicano Demián Bichir.
Aunque casi nadie lo recuerda, el que se pasó unas vacaciones memorables en Cuba fue el ruso Mikhail Kalatózov, cuando a principios de los 60s fue a la isla a filmar la película de propaganda «Soy Cuba» (1964), en el que el director del clásico «Pasaron las grullas» se entretuvo tanto enfatizando la sensualidad y el vicio vivido durante el periodo Batista, que al final esta coproduccion ruso-cubana no se exhibió ni en Rusia ni en Cuba, aunque con los años Coppola y Scorsese la estrenaron en salas de arte de los Estados Unidos (los largos planos secuencia y la fascinante fotografía blanco y negro, sin duda influyeron en películas como «La ley de la calle» del propio Coppola). Lo más curioso de «Soy Cuba» es que siendo un film de dos horas y media, la primera mitad es prácticamente un musical, con escenas de rock & roll, sensuales musicales con chicas vudú y una especie de extenso clip del tema «Loco amor» de Paul Anka, por el inigualable dúo «Los Diablos» que parecen una mezcla de James Brown y Prince.
Por supuesto, para musicales con colorido cubano, nada mejor que la joya de la era de oro del Technicolor «Weekend in Havana» («A la Habana me voy», 1941) con un acelerado Cesar Romero —el Guasón de la serie Batman— como un jugador compulsivo y gigoló amateur, acompañado de la no menos acelerada Carmen Miranda. El director Walter Lang era un maestro para estas cosas, sobre todo para que los números musicales alucinantes no interrumpan la delirante comedia de enredos.
Por último, vamos al principio, con el telefilm de tres horas dirigido por John Milius «Rough Riders», una producción de TNT sobre la guerra hispano-norteamericana, con Tom Berenger como Teddy Roosevelt, Gary Busey como un demente oficial sureño y montones de extras en interminables balaceras en la toma de la colina de San Juan, que prácticamente atraviesa la mitad del metraje.
Un gran personaje es el escritor de «La roja insignia al valor», Stephen Crane, la gran novela sobre la Guerra de Secesión —filmada por John Huston— que, interpretado por Adam Storke, deambula en medio de la batalla gritando que es «un alcoholico y un drogadicto y no me importa nada de nada», declaración que recibe una venia jovial por parte del oficial Gary Busey.
Todos recuerdan que esta guerra fue casi inventada por William Randolph Hearst —o sea el Citizen Kane de Orson Welles— magnate de los medios que también aparece en el film encarnado por el actor George Hamilton.
Tal vez, a modo de primitiva propaganda bélica, o pre bélica, hacia 1998 circularon unos cortos documentales de Edison, muy breves, que retrataban los fusilamientos de las fuerzas españolas en Cuba, y que fueron pensados, sin duda, para enardecer a la opinión pública estadounidense y llevarla a ver, con buenos ojos, la guerra por la «liberación» de Cuba.
Afiche de la película Soy Cuba.
Diego Curubeto
Director de cine, periodista y crítico. Autor de «Cine Bizarro».
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