26 de octubre, 2022
Historieta
Desde Pulgarcito a Billiken, de Lanteri a Quinterno, la historieta argentina ha sido la cuna de los juguetes nacionales.
Por Victoria Ruiz
Los modelos impresos en papel para recortar, armar figuras y escenas a escala están presentes en nuestro país ya en la primera publicación dedicada a los niños: un semanario fundado por Constancio C. Vigil llamado Pulgarcito aparecido en 1904 casi a la par de la publicación PBT, según datos obtenidos de la investigación realizada por el historiador José María Gutiérrez. En sus inicios Pulgarcito publicó en cada número, en contraportada y a colores, unos precursores troqueles de juguetes, figuras con trajes para vestir y -entre otras composiciones complejas- modelos de calesitas y hasta un antiguo quiosco de diarios estilo capilla que, según se comprobó en una muestra de la Biblioteca Nacional de 2015 posee las proporciones e indicaciones de armado perfectas. Esta temprana inclusión revela lo fascinante que resultaba la propuesta del hacelo vos mismo.
Pulgarcito como revista dedicada exclusivamente al público lector infantil duró un año, luego orientó sus contenidos hacia un público más generalizado, según el modelo de Caras y Caretas. Pero no funcionó y al poco tiempo dejó de publicarse. Sin embargo Vigil reincidió en su fórmula y en 1919 lanzó la revista que sí tendrá éxito durante décadas: Billiken. Y «Billiken» curiosamente -explica Gutiérrez-, es una deidad japonesa con una figura redondeada y una expresión que la asemeja mucho al mono del cartoon, y que a inicios del siglo XX se vendía en Argentina como un muñequito-talismán: «el Dios de las cosas como deben ser», con bastante éxito considerando la profusa publicidad que lo ofreció durante varios años.
Los muñequitos en el país también aparecen con algunas de las primeras series de historietas que se publicaron en Argentina. Tit-Bits lanzó en 1912 la serie «El nene de los de Pérez», que en realidad es «The newlewed´s Baby», tira de George McManus (que se publicaba borrándole la firma, pirateada de la prensa yanqui como sucedía aquí con todos esos comics de entonces), primera historieta que se ambienta en el interior de un hogar burgués.
Y en la propia Tit-Bits ya aparece de inmediato un aviso ofreciendo a la venta en la redacción misma de un muñequito en mayólica, que además reproduce en la portada de la revista el nene que protagoniza esa historieta.
En la primera historieta de autor local que consigue continuidad de publicación, «Las aventuras de don Pancho Talero», ya aparecen los modelos de unos muñequitos en cerámica que el propio autor, Arturo Lanteri, va a hacer fabricar y pondrá a la venta. Incluso, salieron a la venta caretas de carnaval de Pancho Talero que portaban publicidad de Bay-Biscuits. El mismísimo Dante Quinterno, que los 15 años rondaba por el tablero de Lanteri, fue uno de los vendedores de esos precoces objetos de merchandising basados en historietas argentinas, en 1924. En la siguiente imagen se puede observar a Lanteri (de espaldas) junto al precoz Quinterno entre los muñecos.
Más adelante, como con otras intuitivas ideas de Lanteri, el propio Quintero lanzará en 1937 sus propios muñecos, unas maravillas de diseño en pañolenci de más de 60 centímetros de alto que aún hoy conservan sus formas originales: Patoruzú y Upa. Todos estos datos ponen en evidencia la conciencia sobre el atractivo de los subproductos que propiciaban los personajes de historieta, fascinación que persiste hasta hoy, como lo demuestran las notas siguientes y que forman parte de este especial sobre juguetes.
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Cuenta además José María Gutiérrez, en el texto sobre Lanteri, primer historietista argentino del libro Las aventuras del negro Raúl, que en 2021 publicará la Biblioteca Nacional, lo siguiente: «En enero de 1922 El Hogar inicia la publicación de «Las aventuras de Don Pancho Talero», primera serie de un autor local que logra impactar en los lectores y alcanzará a publicarse durante más de tres décadas. A partir de 1924, Lanteri dirige Humorismo Porteño, revista en la que lanza al quinceañero Dante Quinterno, y ese mismo año publica sucesivas historietas como Moisés Papamovsky y Anacleto Bataraz en Mundo Argentino, introduciendo a Quinterno en este medio donde éste publicará su primera serie de largo aliento, «Don Fermín» (luego titulada «Don Fierro»).
A mediados de la década del 20, Lanteri inicia lo que serán sus regulares viajes a los Estados Unidos y a Brasil, donde en 1926 se publicarán Las aventuras de Pancho Talero, rebautizada como Aventuras de Chico Chicote en la Revista Popular Brasileira, convirtiéndolo en un precursor de los quadrinhos. Con ello no sólo es el primer historietista argentino que publica una serie de largo aliento en el país y que organiza un merchandising de explotación comercial y publicitaria a partir de sus personajes, sino que también es el primero que exporta su obra para su publicación fuera de los medios locales. Pero Lanteri también fue pionero en adaptar a la cinematografía su historieta cuando estrene los largometrajes Las aventuras de Pancho Talero (1930) y Pancho Talero en Hollywood (1931), comedias musicales que escribió, produjo y dirigió, y que están entre las primeras producciones sonoras de la Argentina bajo el sistema Vitaphone, inmediatamente anterior a la introducción de la banda sonora impresa en el film».
Victoria Ruiz
Escritora, investigadora.
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