26 de octubre, 2022
Entrevista
Enrique Breccia hizo de la historieta una pintura y esas pinturas están en sus ilustraciones.
Cualquier aficionado sabe que al historietista Alberto Breccia (1919-1993) no le gustaba dibujar historietas y tal vez sospeche que esa repugnancia fue heredada por dos de sus hijos: Enrique y Cristina.
Cristina abandonó el género en 1985, tras dibujar la historieta, aún inédita, de “El príncipe de este mundo” (que publicaremos en unos días). Tras pintar el último cuadro se prometió a sí misma no volver a dibujar nunca más una historia en cuadritos y dedicarse de lleno a lo que era su pasión, la ilustración infantil. En ese entonces, las historietas de Cristina eran disputadas por algunas de las mejores revistas de historietas Europa. Pero eso no importó.
Enrique tuvo una relación ambivalente con la historieta y, en sus trabajos más comerciales, casi podría decirse que se observa el desgano. Sin embargo, siempre usó con maestría las reglas inherentes del noveno arte, ya sea en la narración, en la técnica o en sus aspectos más juguetones como, por ejemplo, la inserción de las onomatopeyas. Su talento inigualable fue el que se encargó de imprimir, a esa aparente falta de inspiración, la inmortalidad necesaria a su obra, como se detalla, en la nota que hoy compartimos de Martín Pérez.
Enrique, desde muy joven, quiso dedicarse de lleno a la pintura. Su dominio en este arte es superior a su genio historietístico, lo cual nos da una baza de su valía. Alcanza con ver el dominio del color en sus historietas para sospechar lo que eso puede significar en un lienzo pintado con aguadas, óleos o acrílicos (valgan como ejemplo del despliegue excelso de técnica y de arte las historietas de “La leyenda de Tyll Ullenspiegel” del año 1977 o de “Lovecraft” del año 2003). Lamentablemente, un país sembrado de prejuicios y de mezquina presbicia impidió que pudiera vivir de lo que más ama.
Enrique pinta desde que era chiquito. Armaba sus propios óleos moliendo flores con un mortero. Por eso considero que no hay que perder de vista sus trabajos como ilustrador (que no son demasiados y que han quedado, lamentablemente, dispersos y olvidados) como telón de entrada a su obra pictórica.
Una vida alienada por el trabajo y otras obligaciones, impidieron que Enrique descollara en el arte de la ilustración, a pesar de que le sobra el talento en este campo. Por lo general, sus trabajos en ese terreno fueron circunstanciales, hechos entre una historieta y otra, a las apuradas, o, como vulgarmente se dice, “para cobrar el mango”.
Sin embargo, el resultado, visto en perspectiva, fue descomunal. La fuerza pictórica de los trabajos como ilustrador de Enrique es inconfundible. Pequeñas ilustraciones, pintadas para colecciones juveniles del montón, tienen la fuerza y trascendencia de un óleo que merece ser expuesto.
Esta labor arranca a fines de los 60s, con un Enrique veintiañero que empezó a colaborar con su padre en la confección de tapas e ilustraciones para la editorial Difusión. Por lo general, uno hacía las tapas y el otro las ilustraciones interiores. Estos trabajos, lamentablemente, no fueron debidamente reconocidos en su momento. Otras colaboraciones conjuntas fueron para la revista Billiken. En general, los afiches desplegables, eran dibujados por Alberto y pintados con técnica de acrílico seco por Enrique.
En los 70s, durante su primer viaje a Europa, en condiciones deplorables de alojamiento, Enrique ilustró el cuento “El Rey del Río de Oro” de John Ruskin. Por esos años, con una técnica que remite a Goya, a la escuela flamenca y al propio Enrique, ilustró una serie de libros para la colección “Selecciones Juveniles de Atlántida”: Búffalo Bill, La isla del tesoro y Moby Dick. Para la misma editorial se encargó de ilustrar algunas de las tapas de unos pequeños bolsilibros del oeste de una colección llamada “Tomahawk” y de otra titulada “Colección Gente Joven” que publicaba unas novelitas francesas de misterio y aventuras. Su última colaboración con Atlántida fue para la colección Biblioteca Billiken donde ilustró, al menos, ocho novelas.
Durante los 80s y 90s su labor como ilustrador se limitó a la confección de tapas de unas pocas revistas, entre las más recordadas se puede mencionar las dos portadas que realizó para la Fierro y su período en la revista Jotapé.
Volvió a la ilustración a mediados de 2000, convocado por la editorial Libros del Zorro Rojo donde desarrolló una labor inolvidable ilustrando títulos como: Koolau, el leproso de Jack London; En las montañas de la locura de Lovecraft; Knock Out de Jack London; Reunión de Cortázar y El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.
Para los bibliófilos y curiosos del arte pictórico de Enrique les recomiendo que consulten el libro Au-delà editado por Art Little Nemo Books (2017) donde se hace un resumen gráfico y cronológico de toda su obra, entre historietas, ilustraciones y pinturas.
El tiempo, gran nivelador de injusticias, percibirá, sin dudas, la enorme obra pictórica que Enrique desarrolló a lo largo de su vida. Mientras tanto, sus trabajos como ilustrador nos sirven de introducción a lo mejor de su talento.
¿Qué técnicas usaste para dibujar la portada del primer número de Fierro digital?
Está hecha con lápiz, tinta china, plumín, pincel, enmascarador y acuarela sobre cartulina.
¿Qué planteo hacés antes de encarar una ilustración?
Comienzo a dibujar directamente, sin ningún boceto previo.
¿Cuáles son los elementos que deben tener una ilustración de tapa para que sea atractiva?
Debe tener espacio para títulos en torno al tema, el dibujo debe estar hecho para ser rápidamente visualizado, y debe ser atractivo, o sea tener la capacidad de "enganchar" al lector.
¿Cuáles son tus trabajos de ilustración que recordás con más cariño?
Ilustré infinidad de libros. Entre mis preferidos están El Rey del Río de Oro de Ruskin, Moby Dick de Melville, Koolau el leproso y Knout Out de J. London, Reunión de J. Cortazar, El Corazón de las Tinieblas de J. Conrad.
¿Qué libros te gustaría ilustrar?
Me gustaría ilustrar el cuento "El Sur" de Borges, Martín Fierro de Hernández, Las 20 Verdades de J. D. Perón, El Arte de la Guerra de Sun Tzu y Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte de Horacio Quiroga; sólo para ir abriéndome el apetito...
¿Qué diferencia sentís que existe entre la pintura y la ilustración?
La libertad en cuanto a los materiales de trabajo. La ilustración es la interpretación de un texto ajeno, la pintura la interpretación del alma propia.
¿En qué estás trabajando?
Estoy dibujando "Golgotha", una novela gráfica en 2 tomos de 54 páginas cada uno, para Francia.
"Para los que se pregunten qué significa R o M del distintivo que lleva Quiroga en el pecho, es la bandera que llevaban sus tropas con las palabras "Religión o Muerte" para oponerse al iluminismo británico de Bernardino Rivadavia y el resto de los unitarios porteños”.
Mariano Buscaglia
Es guionista, editor y novelista. Realizó las series Museo y Mano Blanca, en Fierro, con Patricia Breccia. Es Jefe de Redacción de la revista.
Te puede interesar
26 de octubre, 2022
23 de septiembre, 2022
15 de agosto, 2022
04 de julio, 2022