06 de noviembre, 2020

Especial juguetes argentinos

Encuentros cercanos de cualquier tipo

A fines de los 70s e inicios de los 80s, en el semanario Anteojito se publicaron unas serie de historietas que sirvieron de marco a las sorpresas que regalaba la revista. Encuentros cercanos del cuarto tipo, Ekatón y los Súper cósmicos fueron las tres aventuras de ciencia ficción que alegraron la infancia de muchos de los lectores de aquellos días.

Encuentros cercanos de cualquier tipo

A modo de introducción

Alejandro Dolina supo decir alguna vez: «Nadie está exento de poesía». Extrapolando esta frase me atrevo a asegurar que «Nadie está exento de ciencia ficción». Todos hemos mamado y disfrutado de este género en todas sus formas: cine, series, libros, historietas y también en metiés tan distintos como las figuritas: valgan los ejemplos de los álbumes de ¡Marte Ataca! (legendaria serie de trading cards creadas en 1962 por la empresa estadounidense Topps, con dibujos de los legendarios Wally Wood y Norman Saunders) o su imitación argentina Platos Voladores al Ataque (que tuvo por artistas a Alberto Breccia, a su hijo Enrique y a Héctor G. Oesterheld en guión y que se publicó como complemento del álbum Súper-fútbol en 1971). Y también se podrían agregar los sobres de golosinas del chocolatín Milkybar, a fines de los 60s, y los del chicle Bomky, a mediados de los 90s, que tenían a la ciencia ficción por tema de sus envoltorios.
No es que nada de todo esto sea nuevo. En los 50s creían que en el siglo XXI andaríamos en autos voladores, en los 80s soñábamos con los skates sin rueditas. Retrocediendo más aún en el tiempo, los pibes egipcios y los griegos soñaban con tener menos dioses (las clases de religión en aquellas épocas eran un quilombo), los cavernícolas fantaseaban con el Magiclick y nosotros soñamos con un país con cero inflación. ¡Ja! ¡Eso sí que es pura ciencia ficción!
 

El primer encuentro cercano

El legendario editor e historietista, Manuel García Ferré (1929-2013) se hizo eco de estas modas y sacó en su revista Anteojito, como sorpresa, varias colecciones de muñequitos de ciencia ficción que son aún hoy recordadas por muchos de los niños de aquellos días. Algo que tal vez no suceda tanto con las historietas que acompañaban a esas series de muñecos. Por lo que a continuación vamos a hablar un poco de esos tiernos momentos de infancia, sazonados con información poco conocida, pero más que interesante.

La primera de esas colecciones se llamó «Encuentros cercanos del cuarto tipo». Se trataba de una tanda de seis muñequitos extraterrestres que se distribuyeron en la revista Anteojito entre los números 723 (18 de enero de 1979) y 727 (15 de febrero de 1979). De más está decir que todo esto fue para aprovechar el éxito de la película Encuentros cercanos del Tercer Tipo, que había sido estrenada poco tiempo antes. 
Recién de grandes descubrimos que esos muñequitos no fueron hechos expresamente para la revista. Estos simpáticos ETs eran parte de una colección más amplia de muñecos (alrededor de veinte en total) que había distribuido, en diferentes países de Europa y Latinoamérica, la marca de juguetes Tito, cuya casa central estaba en Portugal.   
A la colección de muñecos que regalaba la revista Anteojito se le sumó un suplemento de historietas donde esos extravagantes personajes fueron bautizados con los nombres de Karankanfute, Babau, Antón Draculero, Burucuyá, Karotido y el inspector Clue-Clue. En total fueron cinco entregas de historietas. El argumento desarrollaba una aventura donde el profesor Neurus y Pucho se colaban de polizontes en una nave espacial, persiguiendo la concreción de un plan diabólico perpetrado por el profesor. Ya en la nave descubrían que los extraterrestres pretendían robar nuestro sol. Líos, enredos y cocha golda mediante, el profesor Neurus se las arregla para salvar nuestro sistema solar y frustrar los planes de los alienígenas y los suyos propios. Todo termina con una extraña y gratificante situación de Pucho pegándole patadas a Neurus en el traste. La historieta corrió a cargo de Néstor D´Alessandro en guión y del maestro Hugo Casaglia en dibujos. 
Más llamativa y recordada aún es la segunda de estas colecciones.

Ekatón, el pueblo perdido del espacio

El 10 de enero de 1980, en el número 774 de la revista Anteojito, apareció el primer capítulo de la historieta Ekatón, el pueblo perdido del espacio. El total de la aventura duró cinco episodios. La historieta permitió presentar a los muñecos que se entregaban con el semanario, los cuales fueron bautizados con los nombres de Delta, Katio, Inti, Manú, Uska, Tori, los Simiolos, los Quelonios y, la nave, Centella Cósmica. Las aventuras fueron publicadas en una revistita individual, extraíble de la Anteojito, a modo de suplemento coleccionable. Sus medidas eran de catorce por veintiún centímetros, con dieciséis páginas en colores rojo y blanco y negro, sin ilustración de tapa. Un formato similar al de las aventuras de «Encuentros cercanos del cuarto tipo».
Sin duda alguna, el éxito de la película La guerra de las galaxias, a fines de los 70s y comienzos de los 80s, le dio la idea a García Ferré de adoptar esta veta espacial para placer y beneficio de todos los chicos. 

El editor español compró en EE.UU. los derechos de producción de estos soldaditos para poder así regalarlos en su revista. Los muñecos originales fueron realizados hacia 1978 en la Processed Plastic Factory de Illinois por la empresa Tim-Mee Toys y fueron conocidos con el nombre de Galaxy Laser Team o Star Patrol


Don Manuel encargó a Alberto Heredia (un experimentado guionista que trabajó muchos años en Patoruzito) la redacción de la historia y a Franz W. Guzmán prolífico dibujante de origen peruano (Fierro ya publicó algunos de sus trabajos aquí), la creación gráfica. Una idea brillante para que estos muñequitos, que ni siquiera tenían nombres en su país natal, vivieran sus aventuras en el papel y a través de este medio, en la imaginación de los niños. 
Contrariamente a las aventuras de «Encuentros cercanos del cuarto tipo», esta historieta no era de tono humorístico, sino netamente serio y con tintes moralizantes.

Una historieta pulp

Todo empieza en un planeta llamado Hyperión donde una especie similar a la humana sucumbe ante una guerra nuclear entre potencias. Una parte de la especie se adapta a la vida dentro de cavernas, donde la radioactividad producto de las bombas no los afecta. Ahí, poco a poco, involucionan hacia una existencia primitiva. 
La otra porción de la especie parte en sus naves hacia el espacio donde construye un planeta metálico con un interior hueco. A ese planeta lo bautizan con el nombre de Ekatón. Muchos años después, un cometa pasa cerca de Ekatón y con su cola lo arranca de su órbita, arrastrándolo quién sabe a qué abismo del espacio.
Mientras cesa la radioactividad en el planeta Hyperión, los cavernícolas recuperan rápidamente su sabiduría y la civilización vuelve a florecer. Con el pasar de los años, los habitantes comienzan a preguntarse qué habrá pasado con Ekatón. Intrigados por el destino de ese pueblo, deciden salir a buscarlos y para ello eligen a cinco tripulantes y una nave espacial. Los tripulantes entran en hibernación y se los envían al cosmos. Sí, todo era más sencillo en la ciencia ficción de antaño.


No es mi intención echar a perder la sorpresa, pero resulta que siguiendo el rastro de su especie hermana se enteran que los «ekatonienses»  habían visitado la Tierra siglos atrás. Su tecnología avanzada los hizo pasar por dioses a los ojos de las diferentes civilizaciones que poblaron el planeta, ya sea la egipcia, azteca, maya o babilónica. Al percatarse de esto, los hyperianos deciden dejar en paz a sus parientes que estiman que vagan por los cielos, haciéndose pasar por dioses, sólo para ganarse la admiración de sus adoradores. 
Lo más llamativo de la historia es que los hyperianos, que podríamos llamar «hibernautas», una vez finalizada su búsqueda, se preparan para regresar a un mundo que habían abandonado siglos atrás y que ahora está poblado por nuevas generaciones que seguramente no recuerdan de qué iba la misión de estos navegantes siderales. ¿Loco, no? 
La historieta no es de las mejores y resulta un poco anacrónica y anticuada para la época, pero tiene el encanto inocente de los viejos relatos Pulp de ciencia ficción, ¿o sería que ese encanto residía en que uno tenía a mano los muñequitos de sus protagonistas?

Los Súper Cósmicos

La tercera saga fue la de los Súper Cósmicos. Su aventura es menos ambiciosa y sólo consta de unas pocas páginas, algunas en color y otras en blanco y negro, publicadas en episodios de una sola página en la revista Anteojito. Los muñequitos que acompañaron estas historietas y que la revista entregaba como obsequio, salieron entre los números 973 (03 de noviembre de 1983) y 976 (24 de noviembre de 1983).
La historieta fue realizada en forma integral por Marcelo de los Ríos, creador de Willy Baterola y del museo «Que Dúo!». Se trataba de una historieta cómica, sin la participación de los personajes de García Ferré. 
A diferencia de los juguetes de las entregas anteriores, estos muñequitos no eran importados, sino que fueron creados y fabricados en el país por la empresa Picardía S.R.L. para la colección «Play-things».
Los Súper Cósmicos se llamaban Platívulus, Galáctico y otros dos personajes a los que no se les designó un nombre. La historia, simple pero eficaz, desarrollaba la lucha de estos robotitos espaciales contra el Doctor Cosmolocus, cuyo leitmotiv era apoderarse del peligroso «Rayo Saturno IV». 


Siempre llamó mi atención que no incorporaran a la historia al profesor Neurus y al robot Truku, dos personajes que hubiesen encajado perfectamente en la trama de los Súper Cósmicos. Intrigado, le pregunté a Marcelo de los Ríos acerca de esta ausencia y el autor tuvo la cortesía de responderme: «Los muñecos llegaron a mis manos y fue todo muy rápido, como era todo en una revista semanal con los medios de esa época. Lo que recuerdo es que sabía que a García Ferre no le iba a gustar el profesor en mi estilo. En ese momento nos parecía que el profesor Neurus era el enemigo natural de Hijitus y que su presencia le podía quitar protagonismo a los Súper Cósmicos».

El legado 

¡Qué visión la de García Ferré de crear historias dónde no había ninguna! Crear a partir de un disparador, que en este caso fueron los muñequitos, es arte. Darnos algo más que sólo un muñequito, crear un universo más rico e interactivo, para enriquecer la imaginación de los niños que jugaban con ellos es un hecho pedagógico que no se suele ver hoy en día. Y si a todo eso le agregamos las inolvidables tapas del maestro Jorge de los Ríos (pariente de Marcelo), ¿qué más podemos pedir?
Hoy, los chicos del ayer, recordamos estas «sorpresitas» que aguardábamos con tanta alegría, semana a semana. Y las recordamos por su nombre, gracias a los historietistas argentinos que las bautizaron y les dieron una historia y un porqué, a lo que hubiese sido, de otro modo, tristes objetos de plástico monocromático.

Nota

Para la confección de este artículo agradecemos a Omar-Citus Acosta, a Marcelo de los Rios y a Roberto Barrios. Y a las páginas web:
http://marcelodelosriosdibujos.over-blog.com/ 
http://fanasdegf.blogspot.com/
http://revistaanteojito.blogspot.com/

Toni Torres

Toni Torres

Especialista en historietas, coleccionista, autor del Caballero Rojo.