26 de octubre, 2022
Las tardías reencarnaciones del pesquisa y reediciones que nunca le hicieron justicia. Última parte del artículo de Carlos Altgelt que nos adelanta parte del contenido de su próximo libro: Patoruzito: una guía ilustrada. Aquí podés leer la primera y la segunda parte de esta extraordinaria semblanza escrita por el autor del libro Frontera: Las revistas de Oesterheld.
Por Carlos Altgelt
Vito Nervio tuvo tan buena repercusión en el público, que sus aventuras continuaron más allá de su última aparición en Patoruzito mensual. Un primer intento fallido fue el de la Editorial Esquiú que, en su serie titulada «A la conquista del mundo», republicó entre 1966 y 1967 cinco episodios completos.
El problema fue que sus cuadritos eran extremadamente pequeños para justificar una coloración que —seamos piadosos con esta editorial de índole católica— tildaríamos de espantosos. Es curioso que una eminencia como Alberto Breccia se haya prestado a semejante experimento ya que sus dibujos perdían totalmente el impacto de su arte y desaparecían como manchas en un desastroso colorido.
Al cerrar en enero de 1963, la revista Patoruzito semanal que fue, durante más de una década, la principal fuente de sustento de Breccia, el dibujante se las arregló con un trabajo estable (para «ganarse el puchero» como acostumbraba a decir) en la Editorial Esquiú-Difusión. Ahí ilustró la mayoría de las tapas de la revista ya citada y portadas de novelas juveniles como La cabaña del tío Tom o Bajo las lilas, a clásicos de la literatura argentina.
Porque si bien es cierto que uno veía avisos con el título «¡Aprenda dibujo de historietas!» acompañados por una ilustración del ya graduado y sonriente dibujante tomando sol en una pileta de natación, rodeado por señoritas en traje de baño de dos piezas, la realidad era bien otra. El propio Breccia cuenta (en Alberto Breccia: Los dibujos y la vida, Carlos Trillo y Guillermo Saccomano, revista Tit-Bits No 39, octubre 1978) al referirse a una nueva historieta en Patoruzito: «¿Ustedes quieren que yo les diga la verdad? Y en el fondo, la verdad es muy tonta. Yo hice El club de aventureros porque me estaba edificando una casa y necesitaba dinero. Entonces fui y le pedí a Blasetti, el director de Patoruzito, dos páginas más a la semana. Y de ahí sale El club de aventureros y no de ninguna necesidad del alma».
Pero no fue esa la única reimpresión de las aventuras de Vito Nervio.
Así como El sargento Kirk se difundió en Italia como una obra de Hugo Pratt (prácticamente ignorando que el personaje fue creado por H. G. Oesterheld), en España Vito Nervio fue publicado por la Editorial Vilán como un personaje de Alberto Breccia, donde el guionista Leonardo Wadel es dejado prácticamente de lado. Por ejemplo, en la introducción al No 1 de noviembre de 1980 titulada El viejo nervio de Breccia, Javier Coma menciona a Breccia doce veces y a Wadel sólo dos.
A pesar de la promesa inicial de publicar cronológicamente toda la serie del detective criollo, salieron solamente 12 números de 36 páginas con aventuras completas.
Casi un cuarto de siglo después, la editorial del diario Clarín reimprimió, en forma bastante burda por cierto, un libro de bolsillo con tres antiguos episodios de la revista Patoruzito.
Pero quizá el intento más interesante fue el de la revista argentina Chaupinela al intentar revivir al pesquisa criollo en noviembre de 1974 bajo un nuevo punto de vista que es el siguiente: los años han pasado y ahora Vito Nervio, ya retirado, con más experiencia y abuelo canoso, dirige una Academia de Criminología.
En la introducción, la revista hace hincapié en que han pasado 14 años de ausencia y que ahora Vito retorna casado y no solamente con una hija, María de los Ángeles, sino también con Cacho, un nieto de diez años. ¡Menuda familia armó en tan corto tiempo! En realidad pasaron 14 años desde su última aparición en Patoruzito semanal y 9 años desde su despedida en el mensual.
Desde su flamante institución, el pesquisa aboga por la «no violencia» como premisa principal aunque a la primera oportunidad que tiene enfrenta a trompadas a una patota de barrabravas en un tren.
Con dibujos de Breccia y guiones de Wadel, lo que pudo haber sido un experimento exitoso, fracasó al cabo de apenas tres episodios.
En nuestra opinión el motivo no estuvo relacionado ni con los dibujos ni con los guiones. Más bien, en el afán de competir con las revistas mexicanas a todo color: en este suplemento de historietas de Chaupinela a Vito se lo ve de color amarillo, no sólo el impermeable y el sombrero como a Dick Tracy, sino… ¡todo!: su traje, camisa, corbata… ¡hasta el rostro! ¡como si tuviera hepatitis! Fruto de las pésimas guías de color que ensayaron en el suplemento.
Wadel continúa con la increíble inventiva de sus guiones, como el episodio titulado «El mamut en el grano de arroz» lo da a entender. Pero, viejo zorro, no deja pasar la oportunidad para sacarle jugo y repetir un guión que ya había usado dos veces incluyendo uno, no de Vito Nervio sino de los periodistas Duval y Gordon en la revista Pimpinela. Estos tres episodios en Chaupinela fueron las últimas apariciones de Vito Nervio, ya que en el número siguiente publicaron «Vitonerviópolis», un fútil intento humorístico de dos páginas que acaba con un —¡agradezcamos!— «no continuará».
Al leer Vito Nervio, la curiosidad del niño o adolescente por saber quién se escondía detrás de esa capucha, se transformaba con los años en la intriga de saber a quién apuntaría con el dedo Ellery Queen en esa habitación donde reunía a todos los sospechosos.
Como dijimos, las reimpresiones de las aventuras del detective porteño han sido pocas, incompletas y de calidad deplorable. Es por eso que este nuevo intento de revivir sus andanzas es tan importante.
Al fin y al cabo, Vito Nervio es un clásico que trasciende su tiempo y país de origen.
El rastro de un detective criollo se basó en un largo capítulo del libro Patoruzito: una guía ilustrada de Carlos Altgelt de pronta aparición.
Carlos Altgelt
Escritor, coleccionista y especialista en historietas
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