26 de octubre, 2022
Segunda parte de El rastro de un detective criollo. Entretelones de los amoríos del pesquisa más cosmopolita de la historieta argentina y de sus más temibles enemigos.
Por Carlos Altgelt
Para apreciar debidamente a Vito Nervio hay que referirse a la fuente, en este caso a la revista Patoruzito, ya que las pocas reimpresiones de las hazañas del detective criollo —Biblioteca Clarín de la historieta (julio 2004) y la revista A la conquista del mundo (Editorial Esquiú 1966-67)— son un pálido reflejo del original.
Donde realmente descuellan Leonardo Wadel y Alberto Breccia, guionista e ilustrador respectivamente de la mayoría de sus episodios, es en el aspecto deductivo del protagonista.
Si bien a veces las conclusiones podrían parecer algo forzadas, hay que tener en cuenta que los lectores eran, en su gran mayoría, jóvenes adolescentes a quienes no se los podía complicar demasiado con las deducciones del detective.
Al comenzar su carrera, y en la mejor tradición de los detectives como Sherlock Holmes y J. G. Reeder, en algunas circunstancias, Vito se veía en la necesidad de disfrazarse para poder infiltrar alguna organización criminal y así conseguir información que de otra forma hubiese sido imposible. Si bien no acostumbraba hacerlo en tantas ocasiones como su colega londinense —Holmes lo hizo en 15 oportunidades— nuestro compatriota se disfrazó más de un par de veces: con bigote y anteojos negros y también de peón («El misterio del Expreso de Oriente»); como Monsieur Lenoir («El caso del millonario de los caracoles»); parecido a Rip Kirby («El misterio del museo») y de linyera («Contrabandistas de opio»).
A Vito no le gustaba hacer exhibiciones de su talento detectivesco, su olfato de sabueso, simplemente resolvía los casos muchas veces con ayuda de la ciencia. En una de sus tantas charlas con su amigo, el periodista Walter D’Amico, nos enteramos de que Vito seguía el criterio de un criminalista: «No existen delitos, sino criminales. Cada caso es otro caso distinto».
A veces uno espera una deducción digna de Sherlock Holmes, como cuando Vito comenta: «Ahora un bandido pierde su pañuelo, el cual presenta rastros de flores federales, polvo de ladrillo, tabaco turco y Lacryma Christi, amén de una droga idiotizante…» pero confiesa, «¡Eso es todo y que me parta un rayo si entiendo ni medio!». Confesión del fracaso ante un rompecabezas que el arrogante Holmes nunca admitiría.
En los libros policiales de aquella época, entre ellos los de Ellery Queen y John Dickson Carr, se acostumbraba hacer un alto en la narrativa hacia el final de la novela y decirle al lector que tenía en sus manos todo lo necesario para resolver el crimen. Siguiendo este ejemplo, el guionista Wadel introdujo una serie de episodios de solamente dos páginas que podrían llamarse «casos relámpago», desafiando al lector a resolver un crimen.
Al detective criollo casi no se le conocían defectos —valiente, honesto, carismático, sagaz— y en ese sentido se diferencia de los modernos héroes de hoy en día —antihéroes en realidad— con sus complejos de inferioridad, dudas internas y egoísmo donde se justifica el maquiavélico «el fin justifica los medios» con tal de que se haga justicia.
Poco se sabe de su vida privada, especialmente la de sus comienzos. El guionista «Mirco» Repetto lo nombró «Vito» en honor a Vito Dumas, el famoso «navegante solitario». Se graduó en el Colegio Nacional Buenos Aires y, cuando aparece en nuestras vidas, era un policía porteño.
En Europa y con la «ciudad luz» como telón de fondo, comienza a trabajar como detective privado viajando por el mundo. De allí en más, su vida privada es difícil separarla de la pública.
Durante todo ese tiempo no menciona ni a su novia, ex-novia para ese entonces, ni a su país. Hay quienes dicen que andaba siempre con un mate en la mano, pero esto no es cierto. En lugar de la bombilla de un mate tenía en su boca un cigarrillo para acompañarlo al relatar la solución del caso de turno. Eso sí, a su jopo —que desapareció con el correr de los años— no lo descuidaba.
En su primer retorno al país luego de tres años, a Vito le invade la nostalgia y piensa desde la cubierta del barco: «Años y años sin verte, Buenos Aires y ahora estás ante mí más linda que nunca, igual que una novia para quien los días no pasan». Pero de Lucy (su novia en los primeros episodios de Cortinas-Repetto), ni noticias. Claro, al cabo de tres años para ella… ¡los días sí pasaron! Y Vito agrega, en un pensamiento que nos recuerda a la letra del tango Anclao en París: «¿Cómo estarán Corrientes, la Avenida, Callao, Cabildo o Santa Fe? Y al Obelisco… ¿no se le cayó ninguna laja? —cabe recordar que en año 1939 al obelisco se le cayeron algunas lajas y el Concejo Deliberante ordenó su demolición—. ¿Y Plaza Francia y Palermo?».
No se le conocieron muchos amigos, probablemente por sus constantes viajes alrededor del mundo. Uno de ellos era Tito Pérez, estudiante de Medicina y condiscípulo del Colegio Nacional a quien reencuentra, primero en Inglaterra y luego en Buenos Aires durante los casos de «El ídolo riente» y «El hipnotizador raptado». En esta categoría incluimos al ya mencionado periodista Walter D’Amico, a quien le relata alguno de sus casos y sus prácticas.
Con el correr de los años, sus compañeros de aventuras se convirtieron en amigos, entre ellos Martín, el joven hermano de Lucy, especialmente en los comienzos de la carrera de Vito; Emile Rouge, inseparable —e indispensable— en sus investigaciones en París; Alí, nativo de Nairobi, Kenya, que recuerda al Lothar de Mandrake; el cabo Venancio Rojas, durante los viajes de Vito a Córdoba.
A pesar de que el amor de su vida fue supuestamente Madame Marie de Zabbat, la indescifrable Número Uno del Triángulo Verde, Vito se enamoraba fácilmente. Además de Lucy, a quien dejó «plantada» el día de su casamiento, encontramos a Alejandra Nietzky que muere al final de «La rosa del silencio». «¡Jamás te olvidaré!» se lamenta nuestro detective. Finalmente surge Lilith van Kranach, hija del pérfido jefe del Triángulo Verde donde otra vez el Bien y el Mal se enamoran (Libro de Oro Patoruzito, 1956).
También, Vito acostumbraba a recibir abrazos y besos de mujeres convalecientes a quienes les ha salvado la vida: «¡Es la mejor recompensa a la que podría aspirar!» admite el sabueso. Y uno se pregunta: ¿De qué vive Vito Nervio?
Durante su primer enfrentamiento con el Triángulo Verde, Vito es raptado y luego liberado gracias a la intervención de una millonaria francesa de visita en Buenos Aires, esto es, la propia Madame de Zabbat. Nadie sospecha que ella sea parte de la banda y que dejó en libertad a Vito por encontrarlo «joven y guapo». Su nombre aparece ligado al del detective en los diarios y Lucy, su novia porteña, se pone furiosa al enterarse. Cuando Vito vuelve a visitarla, Lucy le arroja todas sus pertenencias por la cabeza. Empero, aunque no lo admite, Lucy sigue enamorada.
Madame Marie de Zabbat y Vito Nervio
Vito luego recibe un telegrama del inspector Emile Rouge invitándolo a volar a Francia ya que un caso que está investigando puede estar relacionado con la banda perseguida por Vito. El detective viaja a París, ciudad a la que retornaría asiduamente y se presenta en la Sureté ante el simpático y gruñón inspector que, con los años, se convertiría en un frecuente colaborador de nuestro pesquisa. Es esta ocasión que realmente comienza su interminable lucha contra el Triángulo Verde. Luego de varias peripecias y una persecución por las alcantarillas de la Ciudad Luz, Vito y Emile consiguen desbaratar, aunque provisoriamente, los planes de esta perversa banda de facinerosos.
Vito Nervio llegó a su apogeo cuando «Mirco» Repetto dejó los guiones a cargo de Leonardo Wadel. Allí fue donde realmente comenzó el detective que todos recordamos, aquel de las deducciones sherlockianas.
La siniestra sociedad secreta del Triángulo Verde está dedicada a la conquista del mundo civilizado. Su cabecilla es el misterioso «Número Uno» de quien nadie conoce su identidad.
La primera vez que nuestro detective la enfrentó fue en su lucha contra los contrabandistas de opio que traficaban en sórdidos tugurios del puerto de Buenos Aires. Lucy es raptada por unos encapuchados —en aquella época para ser un respetable bandido de historieta tenías que usar una capucha al estilo del Ku-Klux-Klan— y, luego de variadas escaramuzas, Vito, ayudado por el formidable Alí, la libera. Y esa es la última vez que vemos a Lucy, la prometida porteña de Vito en la historieta.
Vito Nervio no se queda investigando crímenes en Buenos Aires, sino que viaja por todo el mundo. Los habitantes de la costa bretona, Islas Salomón, Egipto, Europa Central, Escocia, Inglaterra, la Costa Azul, el norte de Canadá… ¡hasta los de Hollywood! se asombran con las aventuras de este carismático pesquisa argentino.
Durante su larga lucha contra el Triángulo Verde y en una de sus raras pesquisas en nuestro país, Vito investiga el asesinato de un científico inventor del «rayo vital», en su laboratorio del Delta del Tigre. Dura poco su estadía ya que se traslada inmediatamente a los bulevares de París. La búsqueda del asesino lo lleva a abordar el famoso Expreso del Oriente, donde nuevamente se enfrenta no sólo con Zabbat bajo el alias «Madame Cassandre», sino también con el escurridizo «Número Dos» de la reprensible banda. Cuando el tren es atacado por las hordas de otro grupo criminal asimismo en busca del secreto del “rayo vital”, por primera vez Madame Zabbat y Vito luchan juntos contra el enemigo común. Logran escapar y Vito le confiesa que no comprende su actitud hacia él, lo que hoy en día calificaríamos como «bipolaridad». «Vito», dice ella, «¿será posible que mi pobre vida sea siempre así? ¿Luchas, muertes, dolor? ¿No habrá paz para mí? ¿No tengo derecho también yo al amor?» Se enteran que los planos del invento fueron destruidos en un incendio y, una vez más, se despiden «para siempre».
Pasamos a Triangulópolis, una recóndita ciudad-oasis en el desierto de Sahara, donde se halla la sede principal de la secta. Hacia allí se encamina Vito junto con un par de ayudantes en busca de la mística «momia viviente» que resulta ser Zabbat en un extraño estado cataléptico. Vito ayuda a revivirla y una vez más se abrazan y juran no separarse jamás. Pero el destino, en manos del Triángulo Verde, los separa nuevamente.
«Vito», se pregunta Zabbat al despedirse, «¿por qué nuestras vidas se cruzaron? ¡Imposible amor entre una capitana de bandidos y el más animoso detective del mundo!». Lo besa cariñosamente y agrega: «¡Quiera Dios que jamás vuelva a verte! Sería un nuevo calvario, quizá la muerte para ti y para mí».
En una de las tantas escaramuzas, ella parece morir ahogada en las aguas del Sena, pero tanto el lector como un esperanzado Vito, piensan que no fue así.
Luego de varios encuentros y desencuentros con la enigmática Madame de Zabbat, a quien Vito califica como «un demonio con faldas», pasa lo que tenía que pasar: se enamoran.
Así como ella le perdonó la vida dos veces, Vito se alegra cuando al final de cada encuentro, ella se escapa. Por su parte, agradece a los dioses cuando sus esbirros no logran matarlo. Es un amor imposible, una situación sin salida viable.
El barón van Kranach
Transcurren dos años más de aventuras de Vito por el mundo, algunas de ellas en forma de historietas completas, otras de desafío al lector (en el que el lector debía resolver el enigma), hasta que nos encontramos con otro episodio de la saga, titulado nuevamente «Vito Nervio contra el Triángulo Verde».
Ahora, el barón van Kranach, ex-lugarteniente de Zabbat, se ha convertido en amo y señor del clan. Tanto él como sus secuaces están permanentemente vestidos de hombres-rana, ya sea en las catacumbas de París o dentro de un avión. Esta idiosincrasia nos recuerda a Misterix, siempre vestido con su traje atómico, aún debajo del robe-de-chambre cuando se relajaba dentro de su casa.
El barón van Kranach es un hombre tan inteligente como despiadado y sin escrúpulos. Pretende doblegar a los gobiernos del mundo por medio de terremotos controlados. Vito viaja entonces a los peligrosos Montes de la Luna, una región inexplorada de Etiopía que son en realidad unas montañas legendarias donde supuestamente se encuentra la fuente del río Nilo
Una vez allí, acompañado por Mademoiselle Julie, una joven y bonita agente del servicio francés de contraespionaje, se entera de que Zabbat se ha rebelado en contra del feroz van Kranach, que continúa vestido de hombre-rana en medio de la selva africana.
Ante el reencuentro del Número Uno y Vito, Julie, tal vez impulsada por los celos, amenaza de muerte a Zabbat acusándola de hipócrita. Pero Vito la desarma. Mientras, un enloquecido van Kranach amenaza con destruir a París y otras importantes ciudades. Vito consigue enviar un mensaje de radio a las fuerzas aéreas francesas, quienes acuden al rescate y destruyen el refugio del Triángulo Verde. ¿Habrá escapado Zabbat? Sólo el tiempo lo dirá.
No tarda mucho en recuperarse y volver a las andadas la despiadada agrupación. Esta vez amenaza a la civilización con una enorme «sombra negra» en forma de triángulo que sobrevuela Eurasia causando estragos en la aviación. Desde un comando militar Vito Nervio trata de neutralizar la amenaza y descubre que Madame de Zabbat está en Venecia. La sigue pero el detective cae en manos de van Kranach. Los acontecimientos se precipitan y Zabbat, ahora la ex-Número Uno, lucha contra van Kranach y se sacrifica en un estallido nuclear para salvar a Vito y sus amigos.
«Con ojos nublados contempló Vito el hongo atómico», se lee al final de este sexto episodio: «Un tropel de ideas confusas irrumpió en su imaginación. ¿Se habría salvado Madame Zabbat? ¿Y el cruel Kranach? ¿Volvería el Triángulo Verde a constituirse en azote del mundo libre? ¡Interrogantes terribles que sólo el tiempo podría dilucidar!».
El tiempo duró poco. Lógicamente, el lector sabía que tanto los autores de la historieta como el editor Dante Quinterno no iban a abandonar a esta exitosa fórmula: la del Bien enamorado del Mal. Así fue como luego de cinco episodios resurge el Triángulo Verde coincidente con la última aparición de Vito Nervio en Patoruzito Semanal. Esta vez, van Kranach está obsesionado en destruir a sus enemigos con un rayo desintegrador pero acaba siendo destruido por su propia invención. Madame de Zabbat reaparece brevemente con la identidad de Yasmín, una princesa tibetana. Pero luego regresa van Kranach a la revista Patoruzito Mensual en otro episodio de esta odisea titulado —¡vaya sorpresa!— «Vito Nervio contra el Triángulo Verde». La eterna lucha del bien contra el mal que Breccia y Wadel reformularon durante más de diez años en las páginas de la revista Patoruzito.
Vito Nervio y la muerte de Alejandra Nietzky en el episodio La rosa del silencio, publicado en revista Patoruzito, marzo de 1949.
Si te perdiste la primera parte del artículo, podés leerlo acá.
Carlos Altgelt
Escritor, coleccionista y especialista en historietas
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